Pero además del tamaño del corral para gallos de tanta pelea, Pérez y Díaz se encontraron de frente con dos posiciones diametralmente opuestas a la hora de acometer el encargo federal. La primera abogaba por abrir el proceso para la celebración del congreso insular y de la asamblea local de Las Palmas inmediatamente después de las elecciones municipales, una vez se confirmaran unos resultados positivos, o cuanto menos, decentes. La segunda corriente de opinión prefería una hoja de ruta más lenta, con un fortalecimiento de las actuales gestoras y con un comité de campaña controlado por ambos candidatos. José Miguel Pérez estaba en la primera opción, y Arcadio Díaz Tejera, en la segunda, pero no eran posturas enconadas. Pérez comentó con Díaz Tejera la conveniencia de lanzarse al ruedo al día siguiente del 25-M, y ahí surgió el malentendido fatal: el portavoz municipal considera que fueron consultas preliminares; el portavoz en el Cabildo da por hecho que se trataba de una comunicación formal: “voy a recabar los apoyos de los secretarios generales para pedir un congreso extraordinario ya”. La jugada se puso en marcha de manera inmediata.