La noticia de la presunta detención ilegal, los presuntos malos tratos y la presunta tenencia ilícita de armas que se atribuyen a Suárez Gil son cosa muy seria y, lejos de esas cínicas consideraciones de algunos defensores de causas perdidas, es asunto de interés general. Y no solamente por lo que de bueno tiene combatir la violencia machista dando máxima publicidad a quien presuntamente la ejerce, sino porque si el ejerciente es personaje público, la relevancia es indiscutible. Lo primero, desde luego, es ponerse del lado de la víctima y mostrar en estos momentos el máximo respaldo a la abogada Josefina Navarrete, que seguramente está pasando los peores días de su vida. Porque al susto sufrido seguramente haya que sumarle ahora todas las secuelas derivadas de una causa penal contra el que ha sido su esposo, con todo lo que eso conlleva de escándalo público con interés mediático. Por fortuna para la señora Navarrete, su larga trayectoria profesional como abogada le permitirá sobrellevar mejor este trance, para el que le deseamos que se haga justicia lo más rápidamente posible.