“Usted hoy se ha cargado ante esta Cámara la posibilidad de reprobación”, dijo Soria el pasado día 23 ante el Pleno del Parlamento. Y se explicó: “porque el Reglamento [de la Cámara] dice que la Mesa admitirá la moción si es congruente con la interpelación, y usted aquí no ha planteado ninguna, ¡ninguna! cuestión relativa al objeto de la moción. Ha venido usted por lana y ha salido trasquilado” (en ese momento esbozó nuestro hombre una sonrisa burlona y de satisfacción). Creía, en esos momentos de inigualable autosuficiencia y seguridad en sí mismo, que por haber conducido la respuesta a la interpelación hacia donde a él le convenía, había marcado él solito y sin la ayuda de nadie el camino de la invalidez del debate, y por tanto, de la iniciativa socialista. Todo ello después de decir que Santiago Pérez se las “había dado de listo, de profesor universitario, cuando ha dado la impresión de un absoluto leguleyo”. ¿Un poco más de lana, quizás?