Essaouira, la ciudad blanca de los piratas que se convirtió en la joya de la costa marroquí

Los edificios blancos de la medina de Essaouira sobresalen tras las murallas que protegían la ciudad. Mike Prince

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La costa atlántica de Marruecos es la nueva joya de la corona. Lo que antaño fuera un verdadero nido de piratas que asolaban las costas del sur de Europa y las Islas Canarias es ahora uno de los destinos turísticos más pujantes del país alaui. Y en este trozo de litoral reseco con playas de arena fina y kilómetros y kilómetros de longitud, Essaouira brilla con luz propia. La pequeña ciudad lo tiene todo: playas impresionantes, una cada vez más importante oferta turística; el encanto de los lugares pequeños y una de las medinas medievales mejor conservadas y bonitas del país. La mayoría de los que visitan la ciudad llegan desde Marrakech en excursiones de una jornada pero merece la pena hacer una parada de varios días para explorarla a fondo y, de paso, poder visitar los alrededores.

La antigua Mogador tiene un currículo dilatado. En el pequeño islote que se sitúa justo en frente de la Playa de Tagharte los fenicios instalaron una factoría de explotación de múrice, un molusco del que se extraía el colorante púrpura, el más preciado de la antigüedad. En la roca hay numerosos vestigios de todas las épocas –restos fenicios, romanos, viejos castillos-, pero no puede visitarse ya que es un santuario de cría del halcón peregrino. La ciudad cambió de manos muchas veces: tribus bereberes; romanos; árabes; portugueses… Y cada uno dejó algo para completar un puzzle patrimonial que no tiene nada que envidiar a las grandes ciudades imperiales del país (Fez, Rabat, Marrakech y Meknés). Todo concentrado en el perímetro de las antiguas murallas.

QUE VER EN ESSAOUIRA: El elemento que define a la ciudad es su imponente sistema de fortificaciones. Los portugueses levantaron una imponente muralla y un muelle fortificado que aún hoy se cuentan entre los más importantes del norte de África. Antes de bucear en la Medina conviene acercarse al Puerto. Las barcas azules y las fortificaciones lusas (que pueden visitarse) son una de las postales más destacadas de la ciudad. El Castelo Real es el edificio más notable del conjunto. Una torre de principios del XVII que protegía el puerto. A dos pasos de las ensenadas cuajadas de barcas azules se encuentra la Plaza de Mulay el Hassan, la puerta de entrada a la medina.

Bab el Mechouar es apenas una modesta abertura en el lienzo de la muralla; nada que ver con las monumentales puertas de entrada de Marrakech, Meknés o Fez. Aquí no vas a encontrar grandes madrassas monumentales o palacios desmesurados. Aquí todo es más modesto; pero encantador. La medina es, como todos los cascos históricos del país, un laberinto sin orden ni concierto. Pero su reducido tamaño la hace muy accesible. Apenas tres horas de caminata tranquila dan para pasar dos veces por el mismo lugar. El blanco y el azul, como sucede en la Kasbah Udaya de Rabat, dominan en una medina que, junto a las fortificaciones, forma parte del catálogo del Patrimonio Mundial de la Unesco. Una medina sencilla que esconde viejos zocos de artesanos, mercados de carne y pescado y mezquitas (lamentablemente cerradas a los no musulmanes). Conviene pasear tranquilo y dejarse llevar. Todo está cerca y perderse no supone un problema.

Los principales puntos de interés (ver mapa)

LA 'SQALA' DE LA MEDINA (Acceso por Rue Yemen): Fortificación del siglo XVIII. Es la única parte de la muralla de la medina que puede visitarse. Las vistas son impresionantes; tanto hacia el interior de la ciudad, como a la costa.

MUSEO SIDI MOHAMMED ABDELLAH (Rue Laalouj Derb, 161; Tel: +212 697 854 104): Como casi todos los museos marroquíes, este es un batiburrillo de colecciones sin orden ni concierto dónde se amontonan restos arqueológicos, objetos etnográficos, joyas y muestras de artesanía local, pero es una muy buena oportunidad para ver una casa tradicional de la ciudad por dentro.

CONSULTAR LA PROGRAMACIÓN DEL CENTRO CULTURAL DAR SOUIRI (Rue du Caire, 10; Tel: (+212) 524 475 268; Programación): Esta casona situada junto a la Plaza Orson Welles se ha convertido en un activo centro cultural que alterna exposiciones, pases de películas y conciertos. Si puedes asistir a algún recital de música tradicional no te vas a arrepentir. Ideal para culminar una jornada de paseo e iniciar la noche de la mejor manera.

EL PUERTO Y EL MERCADO DE MARISCOS (Puerto pesquero): El lugar no está todo lo limpio que debiera y los responsables y camareros de los puestos son bastante pesados para que te sientes a comer, pero es toda una experiencia. Tú eliges el pescado y el marisco que te servirán poco después con ensalada y papas fritas. Un festín para cuatro personas con bogavante, gambas, langostinos y pescado recién salido del mar por unos 25 euros. Ideal para después de visitar las fortificaciones portuguesas. El caos y los gritos forman parte del conjunto. Esto es Marruecos.

LA MELLAH: Como en otras ciudades del país, la comunidad judía vivía concentrada en su propio barrio. El ‘saladero’ de Essaouira (es lo que significa mellah y alude al control del comercio de la sal por parte de los judíos) está bastante deteriorado pero aún conserva dos sinagogas históricas (la Slat Lkahal y la Jaim Pinto) y sus trazas originales. Muy ceca se encuentra Bab Doukkala (Rue Mohamed Zerktuni), la puerta norte de la medina y un poco más allá, junto al mar, los viejos Cementerio católico y Cementerio Judío (Avda Moulay Hicham) que, la verdad, no tienen demasiado interés.

EL ZOCO (Souk Jdid): En torno al antiguo mercado de abastos y la plaza de los granos se abren las callejuelas del viejo zoco de la ciudad. Hay de todo: cueros, artesanía, muebles, lámparas, calzado, ropa, cerámica, especias… Una de las cosas que hay que hacer sí o sí en Marruecos es comprar y lanzarse al reto del regateo.

CENTRO DE ARTE LE REAL MOGADOR (Rue Mehdi Ben Toumert, 2; Tel: (+212) 627 229 115): La exposición está centrada en la figura del artista local Said Ouarzaz, uno de los más destacados pintores marroquíes y vale la pena verla. Pero también merece la pena transitar por el interior del precioso riad en el que está instalada, una auténtica joya de la arquitectura tradicional local.

IR A LA PLAYA: Tagharte es la playa de la ciudad. Está resguardada de las olas por los peñascos e islotes que la separan de mar abierto aunque no del viento. El alisio es aquí potente y raros son los días en los que no sopla; por eso este lugar es uno de los mejores lugares del mundo para la práctica del wind surf y el kite surf (con permiso de las Islas Canarias, claro está). Al norte y al sur se extienden extensos arenales expuestos a las corrientes en los que se puede practicar el surf. Uno de los lugares preferidos por surferos y ‘winds’ locales y europeos es la pequeña aldea de Sidi Kaouki donde hay una modesta oferta de alojamiento y restauración dirigida a este tipo de clientes.

COMO LLEGAR : El Aeropuerto de Essaouira tiene conexiones directas con París, Rabat, Bruselas, Düsseldorf, Londres, Las compañías que vuelan hasta Essaouira son Transavia; Easy Jet; RyanAir; TUI y Air Maroc. Otro aeropuerto cercano es el de Agadir. La única compañía española que opera en este aeropuerto es Binter Canarias con conexiones con Gran Canaria. Hay conexiones con varios destinos europeos y locales. Las empresas de autobuses Supratours y CTM conectan Essaouira con diferentes ciudades de Marruecos. Lo habitual es llegar a la ciudad costera desde Marrakech; el trayecto dura unas tres horas y el billete cuesta el equivalente a unos ocho euros. Desde Casablanca, el trayecto dura unas seis horas y media y el precio es de unos 15 euros. Hay también la posibilidad de ir en autobuses públicos pero los trayectos se eternizan por la gran cantidad de paradas. El trayecto en taxi desde Marrakech cuesta unos 50 euros. Desde Agadir, el trayecto en autobús dura unas dos horas y media y el precio ronda los seis euros (Empresa CTM).

COMER EN ESSAOUIRA

Triskala Café Triskala Café (Rue Touahen, 58; Tel: (+212) 643 405 549) Una de las mejores opciones para comer bueno, bonito y barato en la ciudad. Cocina tradicional marroquí pero con un toque de modernidad a excelentes precios. Cous Cous delicioso y muy buenos platos de pescado (prueben la ensalada de legumbres con sardina ahumada). Eso sí, no sirven alcohol. Platos vegetarianos y veganos. Precio medio desde 10 euros

Safran (Marche au grains, 112; Tel: (+212) 600 605 031): Dicen que sirven de los mejores tajines de la ciudad. Y la verdad es que están muy buenos. Es uno de los restaurantes económicos más concurridos. La carta se centra en la cocina tradicional de la comarca. Muy buenas pastelas y excelentes pescados y mariscos frescos. Precio medio desde 8 euros.

The Hungry Nomad The Hungry Nomad (Rue El Abbana, 34; Tel: (+212) 629 652 268): Otro lugar que conjuga la excelente calidad de su cocina con los buenos precios. Cocina tradicional donde se comparte la mesa y la conversación. El ambiente es genial y los platos están muy bien elaborados. Excelentes tajines y cous cous. Buena variedad de platos vegetarianos y veganos.

Fotos bajo Licencia CC: Klim LevenePatrick NouhaillerIan CochraneMike Princerob StoeltjeScott Presly

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