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Un viaje a la cuna de los dioses del Altiplano: los secretos del Titicaca

Un poblador de Los Uros pasa con su embarcación cerca de las islas flotantes de totora. VIAJAR AHORA

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La mayoría de los viajeros que llegan a Puno lo hacen por carretera desde el Cusco (la opción más fiable es la empresa Cruz del Sur ). Y la primera impresión suele ser desoladora. En nuestro caso, el viaje demoró casi una noche de temperaturas gélidas que nos obligó a sacar los sacos de dormir para no morirnos de frío. El viaje dura unas siete horas y recorre el alucinante altiplano peruano –que obviamente no pudimos ver-. Otra opción más costosa es el tren de lujo de PeruRail. Según las revistas especializadas, este es uno de los trayectos ferroviarios más bonitos del mundo. El viaje dura unas 10 horas, incluye comidas de alto nivel gastronómico, bebidas, todo tipo de servicios a bordo y hace paradas en algunos de los yacimientos arqueológicos del camino. Eso sí, cuesta unos 200 euros por persona; que no es poca cosa.

Llegar a Puno es toda una experiencia. Más allá de un par de cuadras alrededor de la Plaza de Armas (dónde se apelotonan los principales edificios coloniales), la ciudad es un tanto anodina. O te gusta o no. Es simple. Eso sí, está emplazada en un lugar espectacular; justo a la orilla del mítico Titicaca. Ya estamos aquí: en uno de los lugares más fascinantes y únicos del planeta. Sube hasta el Mirador del Cóndor y te darás cuenta de lo que te decimos. El color azul profundo del Lago, las montañas pajizas y el cielo, rara vez velado por nubes, forman un conjunto impresionante que hacen obviar las casas de ladrillo visto y hasta la basura que se acumula en calles, campos y orillas.

QUÉ VER EN PUNO .- La ciudad tiene poco que ver. Eso sí, es una muy buena base de operaciones para explorar las orillas del lago del lado peruano. La Plaza de Armas es el centro de la ciudad histórica y, también, el espacio que aglutina a los edificios más notables de la antigua San Carlos de Puno colonial. Justo al lado de la Catedral Basílica Menor (una preciosa construcción barroca del XVIII) se encuentra la Casa del Corregidor que alberga al Museo Carlos Dreyer Museo Carlos Dreyer (con una muy buena colección de arqueología) o el curioso Museo de la Coca. Museo de la Coca Media hora de callejeo basta para ver todo lo que hay que ver en esta ciudad. Todo lo que, de verdad, nos interesa está más allá de las orillas del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo. Un espejo de agua que más allá de sus números (8562 kilómetros cuadrados; 3.810 metros sobre el nivel del mar; dos países; 33 islas; 25 ríos…) es uno de los espacios culturales más intensos del mundo y una verdadera gozada para los viajeros y viajeras de verdad.

El Titicaca es mucho más que una muy buena porción de agua que rellena una antigua falla tectónica en el altiplano andino. Es un espacio cultural intensamente humanizado; desde hace siglos. Hasta un imperio se hizo hacer aquí su acta de nacimiento para entroncarse con el mismísimo sol, la mismísima luna y, de paso, erigirse como heredero de viejos pueblos como el que construyó la imponente Tihuanaku. Un imperio que dejó restos impresionantes de su ingenio en las orillas e islas. Culturas vivas, que aún sorprenden. Desde Antes de abandonar Puno. A pocos kilómetros de puerto se encuentran Los Uros, un pequeño pueblo de islas artificiales fabricadas con totora dónde algunas familias de pescadores siguen manteniendo esta costumbre ancestral aunque sea sólo como una manera de atraer a los viajeros. Otra visita imprescindible desde Puno es la Isla de Taquile, famosa por sus terrazas de cultivo, sus antiguos santuarios incaicos, sus viejas construcciones de piedra y sus famosos bordados, que fueron reconocidos por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Si tienes tiempo date una vuelta por Juliaca para ver su Iglesia matriz de Santa Catalina, una de las obras maestras de barroco indigenista; y de paso, parar en Sillustani, otra de las joyas arqueológicas del lugar que ya era muy antigua cuando los incas estuvieron por estos vecindarios.

De Puno a Copacabana.- El paso fronterizo de Yunguyo es una alternativa menos masificada que Desaguadero. Y, también, la manera más rápida de acercarse hasta Copacabana, la pequeña ciudad boliviana que sirve de base para visitar las islas del Sol y de la Luna. El pueblo, en sí, es bastante anodino: pero que ahí esté la enorme Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria de Copacabana no es casualidad. Estamos en uno de los epicentros sagrados de la cultura andina. Un lugar que sirvió de centro de peregrinación para los incas y los que los precedieron. En las inmediaciones de la población hay algunos restos incaicos (como el llamado La Horca del Inca –en realidad un antiguo observatorio astronómico bastante anterior a la fundación del imperio-), pero los viajeros y viajeras que llegan hasta aquí lo hacen para visitar las islas.

La Isla del Sol es un lugar especial. Lo primero que sorprende del lugar es la claridad de las aguas y el aspecto casi ‘mediterráneo’ de sus playas. El agua gélida está mucho más limpia que en la orilla peruana. Es un lugar tan especial que no extraña que tenga un halo sobrenatural. Aquí nacieron Manco Capac y Mama Ocllo por orden del dios Inti (sol). La primera pareja real incaica nació para enseñar a los hombres las bases de la civilización: la agricultura, el respeto al Dios Sol y la vida en común. Y Eligió el sol un lugar bonito. El sendero desde Challapampa hasta las Escaleras del Inca (en Yumani) supone un esfuerzo moderado: el camino tiene 14 kilómetros y transcurre por cotas cercanas a los 4.000 metros (4.006 en el cerro Chaycorpata). Entre medias, viejos pueblos, ruinas alucinantes y algunos de los mejores paisajes que vimos jamás. Si vas a pasar el día, apenas tendrás tiempo para hacer un par de paradas en los principales puntos del camino (Chinkana, Roca Sagrada y el propio camino). Lo ideal es pasar aquí al menos una noche y aprovechar para visitar algunos lugares fuera de ruta (como el Templo del Sol o Japapi). La Isla de La Luna suele quedar fuera de los circuitos habituales. Si puedes permitirte el lujo de algún día extra puedes ir a ver el Templo de la Luna, el yacimiento más notable de la isla.

Una visita a Tihuanaku .- La manera habitual para viajar por cuenta propia a Tihuanaku es desde La Paz o las inmediaciones de El Alto. Desde Copacabana debes tomar el bus local y decirle al chofer que vas a bajarte en el lugar dónde paran las combis que van hasta el pueblo de Tihuanaku. La opción cara es tomar un tour en alguna de las agencias de Copacabana o La Paz. Tihuanaku es uno de los complejos arqueológicos más singulares y espectaculares de América. La antigua capital del imperio tihuanaco es una de las mejores muestras de urbanismo preincaico de la región. Una maravilla arquitectónica construida con enormes bloques de piedra labrados que aún asombra por su complejidad (los grandes templos están orientados de forma astronómica por ejemplo).

Fotos bajo Licencia CC: Viajar Ahora Viajar Ahora ; Diego Tirira

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