Cuchillos de Vigán: Una visión de Fuerteventura en vertical

Faro de la Entallada.

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El tramo de costa que va desde Gran Tarajal hasta la Salinas del Carmen muestran un paraje que no se corresponde al imaginario habitual que se tiene de la isla de Fuerteventura. En esta pequeña porción de isla, la costa pica hacia arriba creando un verdadero muro de piedra de color oscuro que se encuentra con el mar alternando grandes acantilados y salvajes desembocaduras de barrancos. Es uno de los trozos de isla más salvajes que existen: la ausencia de esas inigualables playas majoreras ha mantenido a los turistas lejos de estas costas: esto es un lugar para el viajero. Un lugar dónde se pueden rastrear alguno de los símbolos de identidad más auténticos. Una comarca que queda fuera del asfalto en buena porción, lo que amedrenta a muchos y a muchas. Aquí, por ejemplo, se encuentran algunos de los restos prehispánicos más importantes de toda Fuerteventura. Y también viejas aldeas de pesadores, playas de piedra y paisajes sorprendentes.

Los Cuchillos de Vigán son una sucesión de lavas volcánicas castigadas por el viento y el paso del tiempo. Este es un lugar especial por varios motivos: el primero es el geológico. Aquí se combinan viejas montañas erosionadas, algunas de las muestras de vulcanismo reciente más importantes de la isla y verdaderas maravillas como la costa de Jacomar (una serie de coladas que llegan hasta el mar y que son un paraíso de charcones, pequeñas playas de arena y humedales) o El Jablito, una mancha de arenas blanquísimas situada en los cantiles que se encuentran en las inmediaciones del Faro de La Entallada (acceso por FV-511 desde Las Playitas). Y este es el mejor lugar para iniciar la visita a este espacio. El faro preside un cantil de algo más de 200 metros de caída sobre el mar. El faro es bonito y el lugar es espectacular: es el punto de Canarias más cercano a África y durante más de medio siglo sirvió de guía no sólo para los barcos, sino para los aviones que iban desde el antiguo Sáhara Español hasta la isla de Gran Canaria. El lugar es precioso (al amanecer es imponente). Desde aquí puedes ver la configuración de esta parte de la isla: una sucesión de valles y montañas que caen a plomo hasta las espumas. Una maravilla.

Una ruta por los Cuchillos de Vigán.- La propia configuración geológica de este Monumento Natural (esta es su denominación administrativa) hace que para ver cada uno de los valles haya que volver a las inmediaciones de la FV-4 para ir internándose en las más de 6.000 hectáreas de Los Cuchillos. ¿Qué ver? Nosotros te recomendamos centrar la visita en dos de estos valles. Son los que, a nuestro juicio, tienen más interés y los que te van a dar más motivos de asombro. Pero para empezar hay que volver a la carretera principal para ver las inmediaciones de la Caldera de Los Arrabales. Desde aquí arrancan los malpaíses que forman parte de los paisajes de Vigán. En esta parte de la isla hay varios conos volcánicos que escupieron lava hacia el mar rellenando con materiales nuevos los viejos valles que iban hasta el mar. Malpaís. El nombre es una de esas maravillas del español que se habla en Canarias. Más gráfico imposible: un país malo. Un lugar dónde no se puede cultivar ni dar de comer a los animales. Esto no quita para que en la zona haya un par de queserías donde puedes adquirir los famosísimos quesos majoreros, de los mejores del mundo (y no estamos exagerando). Los quesos de Rosa La Madera (Ezquén) son famosos por sus muchos premios internacionales.

Los valles que te recomendamos visitas son los de Valle de Jacomar, el Valle de La Cueva y el Valle de Pozo Negro. Los dos primeros tienen acceso a través de pistas de tierra (que están en buen estado) mientras que para llegar hasta la Playa de Pozo Negro puedes ir tranquilamente por asfalto. Pero hasta la Playa de Jacomar tienes que llegar sí o sí. El premio por llegar hasta el mar es encontrarse con uno de los paisajes costeros más insólitos y bonitos de la isla. La playa, en sí, no tiene nada del otro mundo, la verdad. Hay un pequeño poblado de pescadores y, a partir de ahí, una verdadera maravilla. Cuando bajes por la pista de tierra verás que a un poco más de la mitad del trayecto, un cono volcánico aparece aupado a la vieja montaña como si fuera una verruga de piedra. La Caldera de Jacomar vomitó hacia el valle de al lado (Valle de La Cueva) creando un río de piedra que se encontró con el mar creando un lugar de belleza surrealista. Aquí puedes ver un paraje de charcones, pequeños humedales y manchones de arenas blancas que contrastan con el rojizo oscuro de la roca. Una maravilla. Eso sí, para llegar aquí debes dejar el coche en la playa y hacer una pequeña caminata.

El otro punto de acceso a este lugar increíble es por la pista que baja por el Valle de La Cueva. Aquí, además, tienes otro aliciente: acercarte al Poblado Prehispánico de Los Toneles. Aquí puedes ver multitud de estructuras de piedra seca que en sus tiempos fueron casas, corrales, muros, senderos… En la costa también tienes buenos accesos a ese trozo de costa volcánica creada por la Caldera de Jacomar. Si tienes tiempo y puedes permitirte el lujo de pasar aquí una jornada entera y volver otro día para ver Pozo Negro (otro imprescindible). Y aprovechar para hacer una buena ruta por este trozo de litoral mágico. Ir y venir. Bañarse en los charcos. Y tratar de acercarte a la propia Caldera de Jacomar. Es un lugar bestial. De los más bonitos e insólitos de la isla. Y también un gran desconocido.

Terminar en Pozo Negro.- Antes de ir hacia la costa date una vuelta por el Malpaís Grande (acceso directo desde la FV-2) para ver uno de los campos de escorias volcánicas más impresionantes de la isla. Una legua de piedras negras y rojas que se derramó por el Valle de Pozo Negro creando una gran superficie de ‘suelo inútil’ que, en un alarde de pragmatismo llevado al extremo fue utilizado por los antiguos majos (así se denomina a los habitantes pre europeos de la isla) para construir uno de sus ‘ciudades’ más importantes. Visitar La Atalayita es uno de los imprescindibles de cualquiera que se interese lo más mínimo por la cultura y la historia. Aquí se pueden ver corrales, muros y las llamadas casas hondas, espacios abovedados a través de falsas cúpulas de piedra seca, que en algunos casos forman verdaderos ‘patios de vecinos’. Es un yacimiento ‘musealizado’, lo que ayuda a comprender el espacio y su papel en la sociedad prehispánica insular. La visita por los caminos de Vigán termina en la Playa de Pozo Negro donde hay un pequeño pueblo de pescadores con varios restaurantes de pescado fresco más que aceptables (nosotros comimos una vez en Los Pescadores y la verdad es que nos gustó bastante.

Fotos bajo Licencia CC: Alistair Young; Francisco Javier Toledo

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