Una ruta por el oriente asturiano: playas, pueblos monumentales, arte rupestre e indianos a los pies de los Picos de Europa
Asturias abarca todo un universo. Desde la costa hasta las alturas de los Picos de Europa atesora un caudal inmenso de atractivos en los que cabe casi cualquier cosa: hay verdaderos playazos (eso sí para valientes más allá de los meses centrales del verano); pueblos preciosos; cantiles; historia para parar un tren (con un catálogo que va desde los albores de la Humanidad en Europa hasta antes de ayer); lugares para disfrutar del turismo más urbanita; naturaleza en mayúsculas… Por eso es uno de los destinos turísticos más importantes del norte de España. Hay tanto que ver que no bastan tres, cuatro, cinco o seis viajes. Y por eso lo mejor es ir picando para descubrir, poco a poco, los rincones más importantes y todos los matices. Entre Ribadesella, desembocadura sublime de uno de los ríos más famosos del país (por sus piraguas y por sus salmones), y la frontera con Cantabria (donde desagua otro mito delo norte; el Deva) hay apenas 55 kilómetros por autopista. Pero hay de todo. Y da para mucho. Aquí nos centramos en esta ocasión.
Empezamos por Colombres.- Recién acabamos de cruzar el Deva y ya tenemos que hacer la primera parada. Y la hacemos en el pequeño pueblo de Colombres. Y aquí te vas a encontrar con dos hitos históricos de primer orden que abarcan más de 10.000 años de presencia humana en el lugar. El más antiguo es la Cueva del Pindal (Camino Fimango Alfaro; Tel: (+34) 608 17 52 84) una de las muchas estaciones con arte rupestre paleolítico de la cornisa cantábrica (forma parte del catálogo de yacimientos que fue declarado Patrimonio Mundial de la Unesco). La cueva está en una zona de cantiles costeros cubiertos de bosque de gran belleza. Sólo por eso merece la pena. Pero entrar aquí (hay que ir hacer reserva previa porque sólo entran 15 personas al día) es hacer un viaje en el tiempo de más de 10.000 años hasta el Paleolítico a través de pinturas y grabados en los que se representaron ciervos, caballos, peces, mamuts y los omnipresentes bisontes. En las inmediaciones de la cueva tienes dos edificios religiosos medievales, la Ermita de San Emeterio (muy bien conservada pese a ser del siglo XIII) y el antiguo Monasterio de Santa María de Tina (apenas unas ruinas). Todo en un paisaje dominado por los bosques costeros y los cantiles. SI tienes ganas de caminar un poquito vete a ver la Cascada de Santa Tina.
El otro retazo de historia vinculado a Colombres es mucho más reciente y remite al siglo XIX. La emigración española a tierras americanas llevó a miles de asturianos hasta el otro lado del Atlántico. Algunos triunfaron y volvieron a casa llenos de riquezas y pusieron de manifiesto el éxito a través de magníficas casonas y palacetes que, en esta parte de España, reciben el nombre de Casas Indianas. Colombres se distingue por el número y la calidad de estos palacetes de gran calidad arquitectónica. Por eso aquí está el Archivo de Indianos y el Museo de la Emigración (Manuel Ibáñez y Posada, sn; Tel: (+34) 985 41 20 05) que como no podía ser de otro modo, ocupa una de estas casas palacio –la Quinta de Guadalupe-. Si te gusta la historia es un lugar que merece la pena ver. Así como el paseo por el pueblo para ver las otras casas indianas que hay en la localidad: Las Raucas; Villa Manola; La Casa Roja; la Casona de Íñigo Noriega; La Casa de los Leones; La Palmera… Gracias al dinero de los indianos, el pueblo vivió una verdadera edad de oro que quedó de manifiesto en grandes edificios como el Ayuntamiento o en las obras de mejora de Santa María de Colombres, que pasó de sencilla iglesia rural a parroquia con cierta monumentalidad. Colombres fuera de ruta.- Tierra adentro hay varias cosillas que ver. La más importante es el pequeño pueblo de Panes, una localidad muy bonita a los pies mismos de las primeras rampas de Picos. Otros lugares de interés son la Torre de Noriega (Acceso As-343), una pequeña fortaleza medieval del siglo XV con una ermita adosada y la Cueva de La Loja (Pago de El Mazo –N-621-), dónde puedes ver algunas pinturas rupestres.
Llanes.- El puerto de la Villa de Llanes es uno de los rincones más pintorescos de la costa asturiana: el mar penetra literalmente en el casco histórico de la ciudad ofreciendo una de esas fotografías clásicas de cualquier visita al Principado. Pero Llanes es mucho más que ese puerto, aunque sea él el eje sobre el que gira toda su historia pasada y su presente. Población de importancia desde el siglo XIII, Llanes fue uno de los puertos más activos del Cantábrico. Y de ahí las murallas y los edificios importantes como Santa María del Concejo (Cristo Rey, 1), una preciosa iglesia gótica que conserva algunos elementos románicos del siglo XIII (la puerta occidental). El casco histórico es un conjunto abigarrado de callejones y cortadas donde puedes ver viejas casonas con grandes balcones acristalados, algunos palacios medievales, renacentistas y barrocos (destacan la Casa de Juan Pariente y el Palacio de San Nicolás –ambos en la Calle Mayor-; la Casa de Posada Herrera –Posada Herrera, 4-; la preciosa Casa del Cercaú –Cristo Rey, sn- y el Palacio de los Duques de Estrada –en ruinas- ) y ermitas como la de Santa Ana (siglo XIII), que está junto a la llamada Casa de la Ballena (Santa Ana, sn), antigua lonja de pescadores dónde se subastaban los productos que se sacaban de la industria ballenera local. Y el puerto; y las playas; y el Casino Modernista (Castillo, 3); y algunas casonas de Indianos (las más importantes son el Palacio de Partarríu y la Casa Mijares).
Camino de la mítica Gulpiyuri.- El trozo de litoral de esta parte del Principado es bellísimo. Domina el cantil, pero de vez en cuando, los prados terminan en playas de arenas finas y blanquísimas que contrastan con ese ambiente norteño en el que el verde domina de manera absoluta. Gulpiyuri es una playa singular en todos los sentidos: es, literalmente, un boquete en medio del pasto en el que hay una pequeña playa comunicada por el mar a través de una cueva. Una maravilla. Pero no es la única. En esta parte del camino, conviene alejarse de la autopista (la E-70) y pegarse a la costa para ir descubriendo esas playas y cantiles. Y también algunos lugares de interés histórico, como el Monasterio de San Antolín (Acceso por LLN-11) un cenobio del siglo XII que es de las muestras de románico cisterciense más antiguas de España. Justo aquí tienes unas de las mejores playas de la comarca: Torimbia y San Antolín. Un anticipo de lo que nos espera un poquito más adelante: Gulpiyuri.
Los bufones y el Acantilado del Infierno.- Poco después de Gulpiyuri, las playas desaparecen del paisaje. Y queda el cantil puro y duro que apenas deja espacios para acercarse al mar: como la cala de Cuevas de Mar o la curiosa La Canal, una grieta en la que apenas caben tres o cuatro personas sin estorbarse. Más allá, sólo grandes acantilados en los que el mar bate con fuerza creando un verdadero espectáculo de espumas y bramidos que tiene su punto culminante en los llamados Bufones de Pría (Acceso desde el pago de Llames de Pría), una zona con multitud de cuevas submarinas, pozos y grietas que hacen que el mar salte sobre la costa bufando furioso. Un poco más allá están los Acantilados del Infierno, un lugar que merece la pena verse.
Y, al fin, Ribadesella.- Es un destino en sí mismo. El Portiellu es el núcleo histórico de un pueblo que, como otros de la comarca, nació y creció gracias a su cercanía al mar. En este caso una preciosa ría que alterna una gran zona de bajíos (que quedan al descubierto con la marea baja) y de playas (playazos). Del pueblo hay6 que destacar varias cosas. La primera es el bonito conjunto histórico del Portiellu, dónde volvemos a ver casitas tradicionales con grandes balconadas acristaladas, algunos palacios con varios siglos encima y otros edificios de interés (como la Iglesia de Santa María Magdalena o el Torreón medieval). Y más allá hay que caminar por el Paseo de la Grúa (no dejes de ver el mural pintado por el inmortal Mingote que recorre la historia de la localidad) y subir hasta la Ermita de la Guía desde donde vas a tener preciosas vistas. Pero la joya más importante que custodia esta ciudad está escondida bajo la tierra.
La Cueva del Tito Bustillo (Av. Tito Bustillo, sn; Tel: (+34) 902 30 66 00) es una de las grandes joyas del arte rupestre europeo y en su panel principal se representaron más de un centenar de animales que representan un amplio catálogo de la mega fauna del Paleolítico: bisontes, ciervos, uros, caballos, renos, cabras... A esto hay que añadir signos, dibujos que no se han podido determinar y otras huellas interesantísimas de la presencia humana en el lugar entre los 20.000 y los 12.000 años antes del presente. Otro lugar muy cercano a Ribadesella que merece la pena ver es La Cuevona, un túnel natural que sirve de único acceso por carretera a la aldea de Cueves del Agua. Este pequeño pueblo, encerrado entre montañas, es famoso por la gran cantidad de molinos de agua que aún se conservan.
Fotos bajo Licencia CC: David Ceballos; David Pérez Solís; Maria TC
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