Qué ver en Béarn; la comarca francesa de los Pirineos Atlánticos

Salies de Béarn, uno de los muchos pueblos medievales de los Pirineos Atlánticos.

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La frontera entre España y Francia ofrece muchísimas posibilidades para hacer auténticos viajazos. Los Pirineos son una frontera clara pero también muy permeable. A un lado y a otro. Estamos hablando de siglos de idas y venidas que fue moviendo las fronteras de norte a sur hasta crear la línea que, en la actualidad, divide a los dos países. Pero está claro que algunas de estas comarcas fronterizas, las identidades se confunden dando lugar a realidades mucho más complejas de las que marcan los planos. Y Béarn es una de estas regiones peculiares. Tanto que durante casi dos siglos fue una entidad más o menos independiente a caballo de su pasado como parte del Reino de Navarra y un presente de lealtad más que difusa con Francia. Durante estos años de fueros propios, Béarn no conoció ni el hambre, ni la peste, ni la guerra. Y se conformó como uno de las comarcas históricas francesas con más personalidad. Béarn está encajada entre las cumbres pirenaicas y el valle del Río Ousse. Es una región montañosa que incluye algunos y una estrecha franja de planicies y campiñas en torno al río y a la ciudad de Pau. Es una comarca histórica de primera magnitud: está plagada de viejos castillos, preciosas abadías y pueblos medievales divinos (bastidas).

Pau y Lescar; dos capitales en una.- La ciudad de Pau se encuentra en pleno valle de Ousse y sirve como capital del departamento de los Pirineos Atlánticos y, por lo tanto, como cabeza administrativa de la región bearnesa. Pau es una ciudad de importancia histórica. Formó parte, durante siglos, del Reino de Navarra (como Baja Navarra) y sirvió de refugio a la dinastía pamplonesa tras la conquista del territorio al sur de la Cordillera por parte de los castellanos y los aragoneses. Y en este periodo de desconexión se produjo el despegue de la ciudad. El viejo Castillo de Pau (Rue du Château), de origen medieval, se convirtió en una magnífica residencia palaciega renacentista en la que nació un personaje clave para la historia local: Enrique IV, el primero de los reyes de la Casa de Borbón de Francia. Él, que también era rey navarro, unificó las dos coronas. Pero hasta la Revolución Francesa, el reino navarro tuvo sus propias cortes, que se celebraban en el Parlamento de Navarra (Rue Henri IV), un palacio soberbio que hoy es la sede del gobierno regional de los Pirineos Atlánticos. Pau es pequeña, comparada con otras plazas históricas del Sur de Francia.

Su pequeño casco medieval apenas alcanza un par de cuadras más allá de su castillo articuladas en torno a las calles Rue Joffre, que conecta el castillo con la Plaza Clemenceau y la Rue Henry IV, que llega hasta la Plaza Real. Todo está concentrado aquí dentro. Otros lugares notables son el Boulevard de los Pirineos (con vistas increíbles hacia la Cordillera), el Funicular del siglo XIX y el Palacio Beaumont (Alfred de Musset, sn) y sus preciosos jardines. Y poco más. Aunque sólo por visitar el interior del castillo (que es museo nacional y tiene una de las mejores colecciones de tapices del país) y dar un paseíto por el centro merece la pena. Porque Pau creció en torno a ese castillo y en tiempos más bien tardíos. La Iglesia de San Martín, por ejemplo, es grandiosa, pero su gótico es de finales del siglo XIX y principios del XX. Para ver piedras más ilustres hay que irse hasta Lescar, una pequeña población que dista apenas 15 kilómetros de Pau y que hoy se confunde con los barrios más alejados del centro de la actual capital. Aquí está, por ejemplo, la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción (Plaza Real, sn), una sencilla pero monumental construcción románica que también sirvió como panteón a los últimos reyes navarros. A su alrededor hay un pequeño núcleo de calles medievales encerrado por los restos de una muralla en el que aún pueden verse torres fuertes como la Tour de l'Évêché que atestiguan la importancia pasada de un lugar que cedió el protagonismo a Pau tras la reforma de su antiguo castillo.

Los tesoros de Béarn.- Lo mejor de Béarn es adentrarse en los valles y acercarse hasta los picos pirenaicos. Aquí alternaremos parajes de escándalo y algunos pueblos medievales impresionantes. Y entre bastida y bastida, encontrarnos con lugares increíbles como el Hospital de Saint-Blaise (Acceso D-25). Uno de los atractivos de la región es su vinculación con la ruta Jacobea. Uno de los muchos ramales del Camino de Santiago pasa por aquí camino del puerto Somport, punto de inicio del Camino Aragonés. Saint-Blaise son cuatro casas a los dos lados de la carretera, pero su complejo hospitalario del siglo XII es de los más bonitos de toda la región. El pueblo es una pequeña lección de arquitectura medieval de montaña con varios edificios notables y un viejo molino de agua del siglo XVI. Estos detalles se encuentran por toda la región. Iglesias románicas, viejos castillos, una infinidad de monumentos megalíticos prehistóricos… Un viaje por estos parajes da para mucho y no es buena idea limitarse a los pueblos.

Si tienes que ser selectivo por cuestión de tiempo, hay tres bastidas que tienes que visitar sí o sí: Savatierre de Béarn; Navarrenx y Salies de Béarn. La primera mirada a Salvatierra de Béarn debe hacerse desde el truncado Puente de la Leyenda. Desde aquí, el pueblo es una verdadera fortaleza de muros de piedra del que sobresalen torres y los tejados de grandes edificios medievales como la Torre Monréal o la mole románica de la Iglesia de San Andrés. En Navarrenx destaca sus imponentes murallas y bastiones, que pone de manifiesto su carácter de punto estratégico en los caminos que van hacia el otro lado de los Pirineos. Y Salies de Béarn ya es un poco más que un pequeño pueblo y cuenta con un museo de interés –El Museo de la Sal y las Tradiciones Bearnesas- y varios edificios de interés en un casco histórico de origen medieval más que interesante cuajado de casas de piedra con tejados puntiagudos y grandes balconadas de madera. Esta pequeña ciudad es una pasada; y con la ventaja de ser mucho más tranquilo que algunos de sus vecinos. Caminar por sus calles es una delicia con sorpresas como Les Saleis, una piscina de aguas salobres que ejerce de plaza mayor y que es el principal activo económico del burgo desde tiempos medievales: sus aguas curativas son famosas desde hace varios siglos.

Una excursión hacia los altos pirenaicos.- La otra opción para explorar la región es alejarse de los valles bajos y buscar las alturas de Los Pirineos. Y para ello usamos la N-134, la carretera que ocupa el lugar del antiguo camino medieval que sube hasta la mítica estación de Candanchú, ya en España. El camino no sólo nos va a acercar a la montaña, también nos va a permitir descubrir algunos pueblos preciosos y probar el famoso Ossau-Iraty, uno de los quesos de oveja más sabrosos de esta parte de la frontera. El Valle del Aspe ofrece un rosario de pequeñas poblaciones que se vinculan a ese antiguo camino medieval del que te hablábamos con anterioridad. Así que cada una de las poblaciones es una pequeña joya dónde hay algo que ver. En Sarrance hay un pequeño museo antropológico y está el Monasterio medieval de Notre Dame de la Pierre; en Bedous hay que acercarse al viejo Molino hidráulico; Lescun es una pequeña joya enclaustrada entre montañas y Borce presume de sus casas de los siglos XIV y XV. Poco antes de llegar al Túnel de Somport puedes darle un vistazo al Fuerte de Portalet, una pequeña fortaleza artillera de montaña que anuncia la cercanía de la frontera.

Fotos bajo Licencia CC: zacharydunnam; Falcon® Photography; Gaël Chardon; Eric de Redelijkheid; Frédérique PANASSAC

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