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Los farmacéuticos, el otro colectivo sanitario en crisis

“Ayer tuvimos que despedir a una trabajadora, cobramos el sueldo con retraso y tenemos que endeudarnos para poder comprar los medicamentos que suministramos a nuestros clientes”. Esta es la situación de la farmacia Albert Tous, del barrio de Sant Martí de Barcelona, ​​según explica la hija del propietario y empleada Núria Tous. Su padre ni siquiera se ha pagado un sueldo este mes. Y es que hace cuatro meses que los farmacéuticos catalanes no cobran la parte del precio de los medicamentos a cargo de la Generalitat.

La movilización de los médicos, enfermeras y administrativos de la sanidad pública contra los recortes desde hace más de dos años ha tenido mucho eco a nivel mediático y social, pero el colectivo de farmacéuticos no ha hecho sentir todavía su voz. “Mucha gente cree que somos privilegiados”, dice Núria. “Pero ahora, la percepción de la sociedad comienza a cambiar, la gente se da cuenta de nuestras dificultades”.

Según el Consejo del Col·legi de Farmacèutics de Catalunya, la deuda de la Administración hacia el sector asciende a 302,7 millones de euros. Esta entidad explica que cobran actualmente a 120 días vista, aunque el concierto firmado en abril de 2010 con la Administración obliga a la Generalitat a pagar a 35 días. Es decir, se cuadruplican los plazos reales de pago. El Consejo alerta así de las “graves dificultades para continuar disponiendo de medicamentos”. “Los farmacéuticos estamos asumiendo el coste de los fármacos dispensados ​​con nuestros propios recursos, cuando ésta es una responsabilidad de la administración pública”, añade en un comunicado.

“Yo conozco compañeros que han tenido que vender su propio patrimonio para hacer frente a los gastos”, afirma Núria. “Nosotros de momento conseguimos créditos por parte de los bancos pero no sabemos hasta cuando podremos financiarnos. Es cierto que se trata de un negocio privado, pero hacemos todo lo posible para suministrar medicamentos a nuestros pacientes, es un deber ético”.

Medidas de presión

Los farmacéuticos ya hicieron huelga el pasado 25 de octubre, con un 80% de seguimiento, pero el impago reiterado por parte de la Administración hace que se planteen ahora nuevas medidas de presión. Una asamblea celebrada el 5 de marzo acabó con la formulación de cinco propuestas de acciones sometidas este martes a votación entre los más de 3.000 titulares de oficinas de farmacia de Cataluña. Iniciar acciones legales, convocar una manifestación unitaria, recoger firmas para pedir al Parlamento que la Administración priorice el pago de los medicamentos ya dispensados, el cierre de oficinas y la denuncia del concierto son las medidas que los farmacéuticos podrían emprender a partir de la votación de ayer. Los resultados se conocerán este miércoles.

El consejero de Salud de la Generalitat, Boi Ruiz, respondió hace unos días a la petición de los farmacéuticos: “No tenemos dinero y aunque todos vengan a llamar a la puerta de la Generalitat difícilmente podremos dar respuesta”. Insistió que la Administración catalana no tiene dinero ya que el Gobierno central no paga el dinero pendientes e invitó a los farmacéuticos a sumarse a su petición: “Si vamos todos juntos a picar donde hay dinero, nuestra reclamación será más fuerte”.

“Ayer tuvimos que despedir a una trabajadora, cobramos el sueldo con retraso y tenemos que endeudarnos para poder comprar los medicamentos que suministramos a nuestros clientes”. Esta es la situación de la farmacia Albert Tous, del barrio de Sant Martí de Barcelona, ​​según explica la hija del propietario y empleada Núria Tous. Su padre ni siquiera se ha pagado un sueldo este mes. Y es que hace cuatro meses que los farmacéuticos catalanes no cobran la parte del precio de los medicamentos a cargo de la Generalitat.

La movilización de los médicos, enfermeras y administrativos de la sanidad pública contra los recortes desde hace más de dos años ha tenido mucho eco a nivel mediático y social, pero el colectivo de farmacéuticos no ha hecho sentir todavía su voz. “Mucha gente cree que somos privilegiados”, dice Núria. “Pero ahora, la percepción de la sociedad comienza a cambiar, la gente se da cuenta de nuestras dificultades”.