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Jaume Arias, una lección de periodismo

Josep Carles Rius / Josep Carles Rius

Barcelona —

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Las redacciones son, o deberían ser, la verdadera universidad del periodismo. La maestría entre generaciones es lo que ha hecho grande este oficio. Jaume Arias (Barcelona, 1922-2013) ejerció esta tarea toda la vida. Ahora hacía muchos años que estaba jubilado, pero mientras tuvo fuerzas iba muy a menudo a La Vanguardia, y sus conversaciones eran siempre verdaderas lecciones de periodismo. Cuando las redacciones pierden los referentes, él, de una forma humilde, discreta y, quizá sin proponérselo, siguió haciendo este papel hasta el final de su vida. Todos los que lo escuchamos tantas veces echaremos de menos su mirada honesta y crítica sobre la realidad.

Quizás el único día de su vida que decidió escenificar públicamente su maestría y además levantar la voz fue durante el golpe de Estado del 23- F. En aquellos momentos de desconcierto e incertidumbre, los que estaban en la redacción recuerdan como Jaume Arias asumió el liderazgo y alcanzó la capacidad de reacción que necesitaba el diario cuando la democracia estaba en peligro. Precisamente, la falta de liderazgos positivos en la política y también en el ámbito mediático era una de sus grandes preocupaciones cuando observaba la realidad actual en Europa, en España y en Cataluña.

Tuve el honor de sustituir a Jaume Arias como subdirector de La Vanguardia cuando se jubiló en 1993. Y catorce años después, en 2007, como decano del Colegio de Periodistas, pude reconocer su trayectoria haciéndole entrega del galardón Ofici de Periodista. En su parlamento pidió a los periodistas “respeto, universalismo y responsabilidad”. Tres principios que han marcado su vida. Junto con las convicciones democráticas y un cosmopolitismo que le llevó a hacer de corresponsal en España de numerosos medios internacionales.

Parte de esta trayectoria quedó reflejada en una serie del Magazine de La Vanguardia que después, en 2009, se convirtió en el libro Tal como los conocí. El titular se refiere a los numerosos personajes de primera fila del cine, la cultura, la política y la economía que a lo largo de su vida profesional trató Jaume Arias. Su lectura es, también, una magnífica lección de periodismo. Y de lucha discreta y constante en defensa de la democracia y Europa, dos conceptos que para Arias estaban íntimamente unidos. Comenzó a ejercer el periodismo en 1939 y toda su vida trabajó para un día su país fuera una democracia de pleno derecho en una Europa unida. Vio cómo su sueño se hacía realidad desde la subdirección de La Vanguardia, y desde allí contribuyó a la consolidación de las libertades.

Jaume Arias encarnaba la mejor cara de La Vanguardia. Todos los diarios, a lo largo de su historia , suman luces y sombras. Y Jaume Arias ocupa un papel destacado en el capítulo de las luces que representaban la voluntad de independencia, neutralidad, coherencia, radicalidad democrática y equidad que es imprescindible en un diario central en una sociedad. Y, por encima de todo, porque era una persona de una profunda bondad. Cuando Jaume Arias veía que todos estos valores se tambaleaban, sentía una gran tristeza, que compartía con quien tenía más confianza. Pero nunca se rindió. Nunca perdió la esperanza. Hasta el último día de su vida luchó por sus principios, que el periodismo y la política seguro que, un día, recuperarán.