La portada de mañana
Acceder
Una denuncia de la extrema derecha lleva al límite al Gobierno de Sánchez
Crónica - El día que Sánchez se declaró humano. Por Esther Palomera
Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder

El único cineasta ruso en Cannes, opositor preso en libertad condicional, revisita a Chaikovski

Javier Zurro

Cannes (Francia) —

0

El nacionalismo se construye en torno a mitos. Hombres sin fisuras, leyendas pétreas, heroicas, que ensalzan los valores que quiere vender el país. En Rusia los mitos son, cómo no, hombres rudos, genios absolutos que llevaron la cultura y el espíritu del país por todo el mundo. Uno de ellos es el compositor Pyotr Ilyich Chaikovski, que nació en Rusia el 7 de mayo de 1840 y que es uno de los grandes emblemas rusos. La historia oficial vendida por las autoridades del país ha creado una leyenda que nada tiene que ver con la verdad. 

Rusia ha olvidado un detalle importante en su retrato del artista, su homosexualidad. Cualquier biografía oficial ignora este aspecto, y hasta el ministro de Cultura de Rusia en 2013, Vladimir Medina, llegó a decir en el 120 aniversario de su muerte que todos eran inventos, “una patraña”, dijo exactamente para proteger su mito. Todo ello en un país homófobo, que persigue al colectivo LGTB y que incluso tiene una ley contra la propaganda homosexual que busca “proteger a los niños de la información que aboga por la negación de los valores familiares tradicionales”.

El cineasta disidente ruso Kirill Serebrennikov ha decidido que es hora de destruir el mito. De contar su historia, la de un genio atormentado porque su país no le permitía vivir su condición sexual en libertad. Lo hace en Tchaikovsky’s wife (La mujer de Chaikovski), que también cuenta las consecuencias que su actitud tuvo en su única esposa, Antonina Miliukova. Una película —presentada en el Festival de Cannes— visualmente imponente, que utiliza el pasado para atacar las políticas nacionalistas y reaccionarias de Putin desde la inteligencia, golpeando a los mitos fundacionales.

Serebrennikov acudió al Festival de Cannes donde pudo asistir a la rueda de prensa de su filme. Es la tercera vez que compite por las Palma de Oro, pero la primera que puede estar presente. Hasta el año pasado estaba condenado a arresto domiciliario, y solo cuando le dieron la libertad condicional pudo escapar del país y ponerse a trabajar fuera de Rusia. Un cineasta disidente, que siempre ha alzado la voz contra Putin y que lo ha demostrado en sus anteriores filmes, Leto y Petrov’s flu. Por si quedaba alguna duda de su compromiso, tras la premiere del filme dijo delante de todos los espectadores “No a la guerra”. Pocas horas antes, concedía una entrevista a AP donde aseguraba sentirse desolado porque su “patria esté destruyendo a otro país”.

Serebrennikov realiza una película compleja, con una puesta en escena que compone cada plano como si fuera un cuadro, y donde las rupturas musicales aportan dinamismo y magia a un filme que se sitúa en un estado mental, el de su protagonista, una mujer oprimida por una sociedad patriarcal donde el matrimonio era la única opción. Un estado febril, casi enfermizo, como el amor de ella hacia el genio. Es ahí donde la película falla, en la simpleza de su retrato femenino. No entendemos de dónde nace su amor, su locura, su pasión. Ella queda reducida a ese sentimiento irracional que sirve para radiografiar a Rusia, pero que como desarrollo de personaje es demasiado simplón. Por el camino quedan varias escenas que se quedan grabadas en la retina, como el retrato que se hace de la pareja, aquella que muestra a un piano descendiendo de un edificio o el número de baile final. Todo comandado por una enorme interpretación, la de Alyona Mikhailova.

Es el único director ruso en Cannes, un festival que prohibió la presencia de delegaciones oficiales rusas y que permitió que aquellos directores que hubieran mostrado su rechazo a la guerra y a las políticas de Putin pudieran competir. Su rueda de prensa era una de las más esperadas, y él comenzó subrayando de nuevo que el momento actual es “una gran tragedia para todos”. “Saber que están cayendo bombas en Ucrania sobre la gente hace que no pueda estar contento de presentar la película en Cannes. Es un festival que siempre me ha acogido y se lo agradezco. Justo antes de la guerra, fui puesto en libertad condicional y me propusieron trabajar fuera y pude salir del país. Soy consciente del dolor que estamos causando. Tengo amigos ucranianos y sé que viven una situación dramática”, ha dicho el realizador.

La gente que desata guerras y lanza a otros a las trincheras no está interesada en la vida ni en el dolor, la palabra guerra y la palabra cultura son antagonistas

También se ha mostrado contrario al veto a la cultura rusa. “Me gustaría comenzar diciendo que comprendo a la gente que exige ese boicot, porque lo que está ocurriendo es extremadamente doloroso e insoportable. La cultura imperialista debe cesar”, dijo Serebrennikov que opinó que el boicot de una cultura solo por su nacionalidad no era ya tan entendible: “Hay que evitar boicotear la lengua, a Dostoeivsky, Chaikovski, el cine, el teatro… porque eso es lo que hace sobrevivir a la gente. La gente que desata guerras y lanza a otros a las trincheras no está interesada en la vida ni en el dolor, la palabra guerra y la palabra cultura son antagonistas y la cultura seguirá luchando por defender valores. La cultura rusa es antimilitar y antibelicista”.

La presencia de su película no ha estado exenta de polémica. Uno de los productores del filme es el oligarca Roman Abramovich, lo que hizo que se pidiera que no fuera incluido en la sección oficial del festival. Serebrennikov no ha eludido el asunto y ha recordado que incluso “Zelenski pidió a Biden que no metiera a Abramovich en la lista de sanciones, pidió que fuera una de las personas clave en llegar a la paz”. “Creo que hay que levantar las sanciones contra él”, dijo el director, que opinó que “ayuda al arte moderno, gracias a él tenemos cine de autor en Rusia”.

El productor de la película, Ilya Stewart, contestó incluso si pensaban donar parte de los beneficios del filme a las víctimas ucranianas de la guerra. “Estamos muy lejos de ganar dinero”, dijo revelando que la película ha sido financiada con donaciones. Serebrennikov apoyó “ayudar a las víctimas”. “Hay una cantidad de refugiados de Ucrania y Rusia... la gente ya no puede trabajar, han dejado sus vidas anteriores y eso es traumatizante en Rusia. Es importante ayudar a todas las víctimas y a aquellos que son enviados por las familias a luchar y ya no tienen ingresos. Los artistas tienen que hacerlo. Lo hago yo mismo”, dijo Serebrennikov en una de las primeras películas que apuntan al palmarés de Cannes.