Noticia servida automáticamente por la Agencia EFE

Pepa Arteaga y Editorial Morata, el pasado más presente de la Feria del Libro

Madrid —

0

Madrid, 15 sep (EFE).- A la librera Pepa Arteaga le da “vértigo” pensar que lleva más de 40 años en la Feria del Libro de Madrid, pero nunca ha dudado en acudir porque el balance “es muy positivo”, como “buenas” fueron también las 2.661 pesetas que ganó la editorial Morata en la edición de 1935, compuesta por 39 casetas, como recuerda su editor Paulo Cosín.

La primera Feria del Libro de Madrid se celebró en 1933 dentro de los actos de la Semana Cervantina, del 23 al 29 de abril, una edición a la que acudieron librerías y editoriales que ofrecían sus catálogos en casetas pintadas de diferentes colores que se situaron en el madrileño paseo de Recoletos.

Y aunque Cosín no había nacido en esta fecha, su trayectoria profesional junto a la familia Morata desde 2005, y su posterior compra de la editorial en 2016, le hacen poseedor de una memoria que sirve para entender por qué desde 1935 siempre ocupan una de las casetas (este año la 23).

“Nosotros sobrevivimos porque publicamos en castellano y el público especializado no está solo en España, sino en Latinoamérica. Por eso la feria para nosotros es muy importante, no por el dinero, sino porque nos conocen”, dice a Efe este editor al frente de Ediciones Morata, galardonada con el Premio Lealtad por la organización de la Feria, y que publica libros especializados en Ciencias Sociales (Sociología, Filosofía, Política, Género y Justicia Social).

Por eso Cosín no solo es un editor entregado a esta feria, sino también el poseedor de una memoria histórica que le hace sonreír al describir un documento de 1935 en el que se detalla lo que ganó cada una de las 39 casetas de la segunda edición de la feria: Ediciones Morata ganó 2.661 pesetas y el total de la recaudación de todas fue de 280.084 pesetas.

Según cuenta además, para su editorial el hecho de estar muy especializada le hace vivir situaciones muy curiosas, anécdotas que colecciona a pares todos los días.

“Hay un libro, 'La educación infantil de 0 a 3', que en la portada salen mis hijos cuando tenían 3 años, y ahora tienen 23 y 24 y se sigue vendiendo. El otro día me vino una chica que quería ese libro porque lo tenía fotocopiado y destrozado de cuando era universitaria y ahora lo quería comprar porque ya tenía dinero y de alguna manera ha limpiado aquella culpa de fotocopiar un libro”, relata.

UN PASADO MUY PRESENTE

La historia de la Feria del Libro de Madrid nos obliga a mirar a un pasado de 80 años, pero son pocos los que pueden decir que la llevan viviendo como observadores privilegiados desde hace más de cuarenta. Es lo que le sucede a la librera Pepa Arteaga, de la librería madrileña Miraguano, quien recuerda cómo en sus inicios las casetas eran “arcaicas y malas, con mucha humedad”.

“Nos llovía y había barro, y estábamos en el Retiro a lo largo de la tapia de la Casa de Fieras”, rememora al tiempo que destaca cómo en esos años de inicio (finales de los años 70) también se vivieron en la feria momentos de protestas a favor de la libertad de expresión.

Según afirma a Efe, son muchas las veces que ha pensado en estas décadas, y aunque le da “vértigo” pensar en ello, la conclusión es de “satisfacción” porque ha vivido muchas cosas, se ha divertido y ha trabajado, un balance “muy positivo”.

Por eso, aunque cuando se acerca la fecha del arranque de la feria piensa “qué horror” por el trabajo que significa, luego concluye que “hay que estar” y estará“ siempre.

Lo hará porque Arteaga es consciente de que las casetas de las librerías en la feria “son casas abiertas”, para charlar y verse, para disfrutar y que disfruten autores y público.

Escritores como los que han pasado por su caseta, algunas que ya no están como Carmen Martin Gaite, a la que ha “adorado”, o Emilio Lledó, “una persona maravillosa, todo un humanista, excepcional” y Marcos Ana.

Y otros vivos a los que Arteaga quiere, como Almudena Grandes, Rosa Montero, Elvira Lindo, Juanjo Millás y otros tantos de los se olvida, según lamenta y concluye.

Pilar Martín.