Hoy he recibido la carta. Es del Hospital.
La miro, y espero unos minutos antes de abrirla. Es una carta que espero con nervios, pero a la que intento no darle importancia, tratando de quitarle el poder de zarandear mi rutina. Y con este ánimo, la abro y leo: “…no presenta usted ninguna imagen sospechosa de cáncer de mama en el momento actual”. Respiro aliviada, y guardo la carta entre las páginas de mi agenda. Sé que no durará más de un mes allí, que pronto haré “limpieza” y acabará en la papelera, pero durante ese tiempo me recordará la fragilidad de la vida y la importancia de la prevención.
Prevención. Qué gran palabra, y más en estas semanas, al escuchar con perplejidad lo que está pasando en Andalucía. Más de 2000 mujeres que participaron en el cribado de cáncer de mama andaluz no fueron avisadas de su situación, no recibieron una llamada, una carta, con la información adecuada y precisa que permitiera tomar decisiones diferentes, a tiempo. De nuevo, la salud no es una prioridad política.
Pero de todo este cúmulo de despropósitos, lo que más me aterra es que nadie sabía nada, que nadie se dio cuenta de nada. Nadie. Tuvieron que ser las propias mujeres las que dieran la voz de alarma, las que salieran a la calle a gritar que sus vidas no pueden esperar.
Pero el tema no queda aquí, pues entre reproches y cortafuegos aún podemos cerrar en falso esta crisis, ya que remover los cimientos de un sistema como el sanitario implica remangarse, armarse de paciencia y trabajar en equipo. Y a menudo, entre los que están “de paso”, y los que no quieren problemas o complicaciones, nada cambia, aunque pueda parecerlo.
Por otro lado, me parece de interés traer a colación, voces como la de Carmen Valls Llobet, médica y especialista en género, que afirma que las mujeres somos invisibles para la medicina, y alerta sobre la escasa investigación en medicina “femenina”. De hecho, las mujeres han sufrido las consecuencias de tratamientos surgidos de estudios donde no han sido modelos de investigación.
Recuerden el caso de la talidomida que trataba la ansiedad, el insomnio y las náuseas de las mujeres embarazadas. El laboratorio alemán que lo introdujo en el mercado mundial en los años 50 aseguró que el medicamento no tenía efectos secundarios. Sin embargo, la talidomida provocó graves malformaciones en los fetos. Teresa Ruiz Cantero, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante, recordaba hace algunos meses en Radio Nacional de España (RNE), que el ensayo que había hecho la empresa farmacéutica para comprobar si había efectos secundarios se hizo con 27 sujetos, 25 de ellos hombres, cuando (además) era un tratamiento dirigido a las mujeres.
En definitiva, hablamos de sentido común, trabajo, coordinación, seguimiento, perspectiva de género, interés general. Hablamos de hacer lo que haga falta para reforzar el sistema de salud público, contando con quiénes llevan años señalando sus grietas. Nos va la vida en ello.
Nota al pie:
Se estima que en 2022 fallecieron 670.000 personas por cáncer de mama en todo el mundo. El cáncer de mama fue el cáncer más común entre las mujeres de 157 de los 185 países examinados (Organización Mundial de la Salud, 2024).
La talidomida provocó el nacimiento de más de 10.000 niños y niñas con malformaciones graves en casi 50 países, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
Se diagnostican en mayor medida los problemas de salud relacionados con las enfermedades cardiovasculares en hombres que en mujeres, a pesar de que ellas fallecen más por estas patologías (Informe closingap, 2018).