Esperanza Aguirre, esa vecina fantasma de Malasaña

A Esperanza Aguirre solo se la ve por Malasaña el día que toca votar. Entonces, desde el palacete de la calle Jesús del Valle en el que habita procesiona a pie, escoltada y acompañada por su perro Pecas, hacia el colegio electoral que le corresponde, el Pi i Margall de la plaza del Dos de Mayo. En su recorrido saluda a diestro y siniestro a cuanto vecino se le acerca y cuando en las elecciones municipales y autonómicas, que son siempre en mayo, a su paso por la Iglesia de las Maravillas coincide con quienes van a tomar su primera comunión, no duda en fotografiarse con ellos a petición de sus familiares. En ese paseo está permitido que la ahora alcaldable de Madrid por el PP sea piropeada por el respetable; las críticas, que también las hay, entran en conflicto con la Ley Electoral y no proceden.

Así pues, a Esperanza Aguirre se la ve a pie por las calles de Malasaña cada dos años, más o menos, entre comicios locales, generales y europeos. También se la ve de forma puntual cuando después de huir de unos agentes de movilidad en la Gran Vía tiene que dar explicaciones a la policía ante la puerta de su casa. El resto de sus epifanías por el “gueto” en el que vive, que es como definió al barrio de Universidad hace poco en unas declaraciones públicas, bien pueden formar parte de una suerte de fantasmagóricas apariciones sin confirmar: un colaborador de este periódico asegura que hace unas semanas alguien le dijo que la vio cerca de su vivienda llevando dos bolsas de plástico en las manos, como volviendo de comprar.

No podemos por menos que constatar que Aguirre nos trata poco y nos mima menos y ahora que llegan las elecciones ni siquiera ha plantado su flamante Chester inflable de 1.165€ sobre los desgastados adoquines de nuestras calles para que sus vecinos se sienten en él y le cuenten sus preocupaciones y desvelos, tal y como ha hecho en otras zonas de Madrid.

Para ver a la candidata popular a la Alcaldía los malasañeros debemos encender la televisión. Ahí nos la hemos podido encontrar estos días hasta cantando un chotis en inglés junto a Pablo Motos. Debe pensar que es importante que los votantes sepan de las dotes artísticas de los alcaldables a la hora de acudir a las urnas, mucho más importante que que conozcan lo que haría en caso de llegar a Cibeles en relación a los problemas concretos que preocupan a los habitantes de Malasaña. Este apartado podría haberlo dejado resuelto concediendo a este periódico la entrevista que en su día le solicitamos -tal y como han hecho sus rivales Carmona, Carmena

Carmena y Villacís- y de la que nunca más supimos. Nos quedamos con las ganas, lo mismo -suponemos- que los 74.000 lectores únicos que tuvimos en abril, audiencia que bien conocerá Aguirre, puesto que nos sigue en Twitter, quizá para tener contacto con el día a día del lugar en el que asegura morar cuando quiere presumir de ser parte de una 'marca Malasaña' a la que se le presuponen valores con los que a ella, a priori y con razón, no se la relacionan.

A la vista de esta realidad que exponemos, no es de extrañar entonces que, a fuerza de pisar tan poco la zona en la que más que vivir se podría decir que sólo pernocta, cuando un medio de comunicación 'de los grandes' le pregunta por sus 10 sitios favoritos de la ciudad de Madrid sólo incluya en el listado uno de Malasaña con casi 400 años de historia, la iglesia de San Antonio de los Alemanes. Esto sucedió el pasado fin de semana y lo más cerca que se quedó de una recomendación contemporánea de algo próximo a su barrio fue en las terrazas de la plaza de Santa Bárbara. Está claro que si no hay roce, que surja el cariño resulta más complicado. ¿Será consciente la alcalcable de la reciprocidad de esta sentencia?