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Gregorio Alonso: “La mejor adulación es que a los niños les guste”

En la cafetería de la residencia Nuestra Señora del Refugio, en la esquina de Corredera Baja con Pez, se encuentra el mejor belén de cuantos podemos ver en el barrio, una delicia realizada por Gregorio Alonso, un vecino de 75 años al que le encantan las manualidades y anda sobrado de ingenio.

“La mejor adulación es que a los niños les guste”, afirma Gregorio nada más hacerle ver lo mucho que nos ha sorprendido su belén, una propuesta diferente en la que prima la iluminación y el carácter narrativo del montaje.

Sin embargo, los que no somos niños también hemos quedado fascinados por su creación: una cascada de agua con un río en el que nadan peces de verdad, hogueras humeantes, agua hirviendo en calderos, estrellas que sólo brillan al caer la noche, casas que se iluminan sucesivamente conforme llega el final del día y una sorpresa final en forma de aparición en el interior de una cueva; un ángel anunciador que surge de la nada y queda suspendido en el aire mientras las bocas de quienes contemplan la escena se abren y sueltan 'oes' de admiración.

Todo esto es lo que ofrece este belén, que puede visitarse hasta las 20:30 horas de la tarde cada día y que permanecerá expuesto hasta pasar Reyes.

Nueve meses de trabajo

El belén de Gregorio se contempla como si estuviéramos viendo una película de  seis o siete minutos de duración, durante la que se observa el ciclo de un día en la Belén de hace más de 2.000 años.

Gregorio Alonso ha desarrollado su vida profesional en cine y en TVE como iluminador. La experiencia acumulada es la que aplica a su montaje, que realiza desde hace tres años. Cuando Gregorio levanta 'las faldas' de su belén para mostrarnos los mecanismos del ingenio y nos deja ver la parte de atrás del escenario -plagada de cables y de resistencias- todavía nos gusta más su trabajo.

Cada problema que se le plantea lo resuelve con muy pocos medios, con la imaginación del autodidacta formado en la vieja escuela: latas de coca-cola actúan como focos, para el humo de las hogueras, humo de discoteca. Generoso, Gregorio incluso nos desvela cómo hace aparecer el ángel en la cueva, aunque este misterio lo mantendremos en secreto: como espectador, buena parte del encanto del belén es imaginar cómo lo consigue.

Gregorio ha trabajado desde el mes de marzo en el belén, montándolo en el gimnasio de la residencia -en la que vive desde hace un lustro- con la ayuda de Miguel.

Exhibición de ingenio versus exhibición de dinero

“Yo no es que sea muy religioso, sólo que me gustan las manualidades y esto me sirve como gimnasia mental, me motiva y, además, veo que la gente lo agradece”, afirma Gregorio, quien dice que el suyo es un belén modesto, que no puede competir con otros que se montan y muestran en Madrid a golpe de dinero.

“Sin embargo -continúa- a mí no me gustan los belenes llenos de figuritas que se mueven de forma repetitiva, ni otros con imágenes cargadas de oro y realizadas por escultores famosos. Muchos de esos son mera exhibición de dinero”.

Para disfrutar verdaderamente de este belén no basta con admirarlo a través de los cristales de la cafetería de la residencia, sino que hay que entrar y verlo de cerca. El acceso, por la calle del Pez. La amabilidad de las recepcionistas y de todo el personal del centro es un plus.