Malasaña, ¡qué de mierda tienes!

La porquería como patrimonio de las calles de Madrid podría ser protagonista de algún paseo turístico-temático de los que abundan en la ciudad y Malasaña, en especial antes de la hora de comer de cualquier día de fin de semana, el escenario perfecto de esta ruta que analizaría cultural y sociológicamente los usos y costumbres de los habitantes y usuarios de la zona, atendiendo a los desechos de todo tipo esparcidos aquí y allá.

Para disfrutar de una propuesta de este tipo, no carente de riesgo, los participantes recorrerían el barrio pertrechados con máscaras antigás y calzado a prueba de vidrios rotos, aunque se recomendaría a los amantes de las experiencias extremas hacerlo a pelo y con chanclas, al modo en el que lo transitan a diario los vecinos del lugar, fauna autóctona que genera desde su más tierna infancia una inusitada resistencia al vómito y que sólo en situaciones de extrema gravedad puede llegar a padecer esporádicas arcadas.

Cada vez que denunciamos lo sucia que está Malasaña surgen voces desde los más diversos puntos de Madrid invitándonos a dar una vuelta por sus respectivas zonas para comprobar que, efectivamente, la porquería, lo mismo que la deuda municipal, pertenece a todos los madrileños.

Nos negamos a jugar al “y tú más” pero, como periódico de Malasaña que somos, no podemos más que barrer para casa y reivindicar nuestra supremacía en estas lides: a la falta de civismo de muchos de los que vivimos en el barrio -se puede ser ‘cool’ y guarro a la vez- se suma la ingente aportación de inmundicia que genera la gran cantidad de visitantes de la zona. Si a esto se le añaden ‘handicaps’ sufridos como la supresión mensual de la recogida de muebles viejos, el fin del badeo de las calles -los hay que ya ni se acuerdan de cuando era práctica habitual los fines de semana-, el escaso número de contenedores de reciclaje que tenemos y la  insuficiente frecuencia de vaciado de los que hay, el liderazgo malasañero en un hipotético ‘top asco’ sólo podría verse amenazado, de manera temporal y en fechas muy puntuales, por la pujanza de zonas vecinas como la Chueca en estos días de exaltación del Orgullo.

Visto lo visto, no nos cansaremos de reivindicar ante los responsables municipales de turno la necesidad de un plan especial de limpieza para el área, que tenga en cuenta las especiales características de la zona: Malasaña república independiente tanto para lo bueno como para lo malo.  Ríos de orines saludan a los vecinos nada más poner por la mañana el pie en la calle, justo antes de iniciar el eslalon ininterrumpido con el que tratarán de evitar todo tipo de desperdicios a lo largo de la jornada, fracasando a menudo en el intento de salir ilesos y, la verdad, no hay derecho. Los turistas, según encuestas de satisfacción de hoteles de la zona, sólo ponen al barrio la pega de la suciedad, cosa que, sin embargo, perdonan por sus bondades y porque están de paso. Quienes vivimos aquí no tenemos el consuelo del viajero y la desesperación nos lleva incluso, en contra de nuestra naturaleza, a escandalizarnos cuando la nueva alcaldesa afirma que es más partidaria de educar que de multar, cuando se le cuestiona sobre aplicar la ley vigente y sancionar, entre otros, a meones y a esos dueños de mascotas que abandonan las deposiciones de sus amados ‘bichos’ en la rúa. ¡En el mejor de los casos, deberíamos esperar 20 años más viviendo entre bazofia hasta que la política de concienciación de las nuevas generaciones tuviera efectos positivos! Cualquier día nos encontraremos con patrullas ciudadanas de castración sumarísima contra quienes sean sorprendidos ‘meando fuera de tiesto’, al estilo de los reprobables grupos anti-drogadictos que patrullaban Malasaña no hace tanto tiempo atrás.

“Las calles están en estado calamitoso”, ha espetado Inés Sabanés, la nueva delegada de Medio Ambiente y Movilidad, a las cuatro concesionarias de la limpieza viaria de Madrid (FCC, OHL, Sacyr y Urbaser). El nuevo Consistorio no niega la mayor, tal y como hacían los anteriores gestores municipales, y pedirá una mayor exigencia de calidad a las concesionarias, mientras unos y otros achacan la actual situación a los recortes presupuestarios de Gobiernos anteriores. Al ciudadano de a pie le importan bien poco las causas de la mierda entre la que vive, algo que genera al año no menos de 180.000 quejas oficiales por suciedad, la mayoría de ellas de distritos distintos a Centro, donde al parecer hemos asumido la realidad que nos rodea. Lo que quiere, lo que queremos, son soluciones.

Ahora Madrid dice tener preparado un plan de choque para toda la ciudad que hará que se note un cambio gradual en la limpieza a partir ya de julio. Ana Botella licitó en 2013, por 10 años y 1.944 millones de euros, la contrata de la limpieza de Madrid ahorrándose un 23,7% con respecto al presupuesto anterior. Sin embargo, ese ahorro trajo una disminución de personal en las calles y, finalmente, un ERTE obligatorio de 45 días anuales para cada trabajador.