Opinión: De los fuegos artificiales a la resignación por no poder apagar las luces

A los actuales gobernantes de la ciudad no le gustan las fiestas de Malasaña. Lo afirmamos así de rotundos, mientras tenemos entre las manos el programa de festejos del año 1986, tan lujosamente editado como rico en contenidos. Hasta fuegos artificiales había y la Junta Municipal del Distrito figuraba a la cabeza de los organizadores, junto con la Asociación de Vecinos Malasaña, Agrupación Los Castizos, Colectivo Avala, Comerciantes de Hostelería, Colectivo de Músicos y el hoy raquítico Centro Cultural Clara del Rey. Eran otros tiempos.

Tras la más que comprensible suspensión de los festejos en 2004, por el luto de los atentados de marzo de aquel año, el Ayuntamiento hizo todo lo posible por no resucitar una celebración más que centenaria, no sólo dejando de aportar dinero para su realización sino poniendo pegas y trabas para quienes quisieron, desde la modestia vecinal, que la alegría del Dos de Mayo volviera a las calles de su barrio.

El entonces alcalde, Ruiz-Gallardón, no fue el primero en intentar finiquitar la fiesta. Sin ir más lejos, al mismísimo Arias Navarro, en su época de primer edil de la ciudad, se le atragantaron los festejos y también trató de eliminarlos. Por fortuna, ambos fracasaron. Arias Navarro, en su día, puso la excusa de problemas de tráfico en la zona para tratar de apagar las luces, Gallardón -y sucesores- ni tan sólo se dignó a dar explicaciones de por qué en Malasaña no podía haber fiestas mientras el Consistorio seguía apoyando, en todos los sentidos, las de otros barrios del distrito Centro y de Madrid, en general.

Desde 2008 los vecinos han retomado el mando de la organización de las fiestas del Dos de Mayo en Malasaña, saltando obstáculos administrativos, y este año son más de 30 los colectivos y agentes culturales del barrio implicados en su organización, además de vecinos individuales y algunos comerciantes del barrio (pocos todavía para los que podrían animarse a participar, pero importantes como representantes de todo su gremio). Como no hay mal que por bien no venga, cuando por exigencias de la crisis económica el Ayuntamiento ha reducido, e incluso retirado, las ayudas a las fiestas populares de otros sitios de Madrid, haciéndolas peligrar, ese cierre del grifo público ha pillado vacunadas a las del Dos de Mayo en Malasaña: no hay dinero, pero sí ganas, ilusión y organización.

Orgullo y autogestión

El pregón de las fiestas de este año volverá a recordar el carácter autogestionado de la celebración y el hecho de que el Ayuntamiento ni está implicado ni se le espera. Cierto es que este año el Centro Cultural Conde Duque se ha sumado a la fiesta, pero lo ha hecho como un vecino más que se ha acercado a la Plataforma Maravillas con ganas de colaborar; cierto es también que la Junta del Distrito ha dado su visto bueno, sin rechistar, al programa de actividades que se van a celebrar (¿podían actuar de otra forma?)

Desde que la Plataforma Maravillas dio un paso al frente en la organización de la fiestas, tras el golpe en la mesa de 2008 del Centro Social Okupado del Patio Maravillas, que ejerció de motor de la recuperación de la celebración, los responsables municipales han pasado de recibir con recelo al comité organizador a darle un aprobado en confianza. El viaje no ha sido sencillo y el peaje que los vecinos han debido pagar ha sido el de demostrar, año tras año, que conflictividad y disturbios -que en ocasiones se habían hecho presentes sin estar invitados- no figuran en el programa de fiestas y que las actividades son eminentemente diurnas.

Recordamos cómo en 2009, en las primeras reuniones de diálogo, fue difícil lograr que los responsables municipales aceptaran que se sentaran a la mesa como interlocutores representantes del Patio Maravillas y lo importante que fueron los avales de otros miembros de la plataforma como la asociación vecinal ACIBU, las AMPAS de los colegios públicos de la zona y Cruz Roja. En ocasiones, el acuerdo entre las partes se hiló tan fino que hasta la palabra pregón debió ser retirada del programa de actividades vecinales que obtenía el beneplácito de la Junta porque, según los responsables municipales, tenía implícito vaya a saber usted qué germen subversivo y de oficialidad. Más datos significativos: en todos estos años de tira y afloja no se ha logrado el permiso municipal para celebrar -dentro de las fiestas- una carrera popular por las calles del barrio, tradicional prueba deportiva que se ha tratado de recuperar y que este Ayuntamiento, tan empeñado en ser olímpico, sigue sin querer aprobar.

El hecho de que ayer, día 2 de mayo de 2013, en la plaza del Dos de Mayo no hubiera celebración alguna que recordara los acontecimientos históricos que en ella se vivieron hace 205 años -hasta los de los voluntarios de la Recreación Histórica fallaron este año- viene a confirmar la afirmación con la que comenzábamos este artículo: al Ayuntamiento no le gustan las fiestas de Malasaña. Los vecinos han decidido que las celebraciones tengan lugar entre el 7 y el 12 de mayo. La decisión de retrasar unos días las fiestas solo obedece a la intención de sortear este largo puente y tratar así de que el mayor número de vecinos esté en Madrid para poder disfrutar de las actividades. Sin embargo, el inocente baile de fechas ha dejado con el culo al aire a los responsables municipales: ¿cómo es posible que Madrid no organice nada un 2 de mayo en el lugar donde los Daoiz, Velarde y compañía se las tuvieron con los franceses hace dos siglos?

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