¿Puede haber un 'tiro al hipster' en Malasaña?

El pasado sábado 26 de septiembre las redes sociales aparecieron sembradas con las fotografías de una protesta anti gentrificación en Londres. Ese día se había organizado una marcha bajo el nombre Fuck Parade, durante la cual el establecimiento Cereal Killer fue atacado con bombas de humo y se hicieron pintadas en él. Los manifestantes marcharon, además, ruidosamente por la calle, protestando ante otros negocios que consideraban gentrificadores y fijando su atención también en una inmobiliaria.

Cereal Killer fue tomado como un ejemplo de la gentrificación (encarecimiento artificial de barrios en una ciudad que acaba echando a su vecindario tradicional). El local vende tazones de leche a tres libras. Despachan exclusividad y un surtido internacional de cereales. Desde que abrió, el pasado diciembre, ha sido objeto de debate en Londres: se ha convertido en sinónimo de hipsterización, algo así como en Malasaña ha sucedido con los cupcakes.

Pocos días antes, el 23 de septiembre, un pequeño conflicto al otro lado del Atlántico, en Brooklyn (Nueva York, Estados Unidos) fue centro de debate público fuera de sus fronteras. En esta ocasión, el objeto de la controversia fue un vistoso mural en hilo de cuatro metros y medio de altura.

El imponente yarmbombing venía a decorar un moderno mercado, pero estaba en la pared de un edificio a cuyos dueños no se había pedido permiso y un grupo de vecinos, agrupados en el Brooklyn Solidarity Network y sensibilizados con el tema de la gentrificación, lo tomó como un avasallamiento de la narrativa hipster. Finalmente, el mural tuvo que ser retirado.

Para entender el trasfondo de la historia hay que conocer que los niveles de expulsión vecinal a inquilinos en el barrio de Bushwick, donde se situaba, es tremendo: en la asociación Bushwick Housing Independence Project (BHIP) atienden 50 o 60 casos de desahucio al mes, en gran medida ocasionados por las subidas de los alquileres.

El activismo anti gentrificación, que toma como objetivo a los hipsters o a los turistas, no es nuevo. A principios de 2014, en San Francisco, grupos de vecinos llegaron a bloquear los autobuses de Google, acusando a la compañía de las subidas de precios de la ciudad. Por las mismas fechas, las convocatorias de manifestaciones que acabaron en disturbios en Hamburgo tras el cierre del Centro Social Rote Flora clamaban, además de contra el racismo y la represión policial, contra la gentrificación del barrio de St. Pauli. En el multicultural barrio de Brixton los precios de los pisos subieron en 2014 casi un 40% y muchos de sus vecinos organizaron un nutrido movimiento de protesta contra la gentrificación. En Berlín las pintadas contra los turistas y los hipsters –incluso en el interior de algunos bares- se hicieron tan frecuentes que surgió un anecdótico, pero sintomático, grupo de defensa de los hipsters.

¿Puede suceder en Malasaña?

Año 2015, Malasaña. Alguien dijo hipsters y el nombre del barrio vino a resonar en la cabeza de todos: M A L A S A Ñ A. ¿Existe en Madrid, y alrededor de Malasaña, un movimiento antigentrificación? Por supuesto que existe, pero no da la sensación de que, a día de hoy, presente características de conflicto abierto similar al de algunos de los casos que hemos visto.

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Ya en 2008 surgió una campaña llamada Anti Triball, creada por el colectivo Todo Por la Praxis, que señalaba con el dedo al proceso de gentrificación que, a su entender, suponía la irrupción de la marca Triball en la trasera de la Gran Vía. Una de sus acciones fue el diseño de carteles críticos. Este mismo años se produjo una acción aislada que podría recordar a la de Londres de estos días: dentro de las jornadas reivindicativas Rompamos el silencio se tapió el local de Triball. Desde entonces ha habido distintas iniciativas, como paseos por el barrio o la creación del grupo de trabajo Gentrisaña pero, sobre todo, ha destacado la centralidad que el concepto ha adquirido en el discurso público de El Patio MaravillasEl Patio Maravillas que, en casi cualquier comunicado, incluye la lucha por la ciudad y contra la gentrificación como uno de sus ejes de lucha prioritarios.

Precisamente, en el contexto de reivindicación de El Patio se han producido un par de rondacañas por establecimientos con solera del barrio, que pretendían visibilizar el bar tradicional frente a la creciente ola gastro. Manifestaciones reivindicativas de tono festivo muy alejadas de la confrontación directa, y que han preferido señalar comercios antes que posicionarse contra nuevos establecimientos comerciales.

Aunque el estereotipo hipster tiene que aguantar frecuentemente chistes y críticas, no parece que –más allá de alguna pintada solitaría- aquí sea necesario armar ningún grupo de defensa a la berlinesa.

Tampoco los turistas son blanco de ninguna ira generalizada. Si bien es cierto que el centro de la ciudad podría estar inmerso en un proceso de turistificación –el centro como espacio comercial turístico era una de las líneas rectoras de diseño del anterior Ayuntamiento- Madrid, sencillamente, no es hoy una ciudad tan turística como Barcelona, donde el modelo de sobre explotación derivó en un conflicto social y se convirtió en tema estrella de las últimas elecciones municipales.

Cereal Killer, la tienda hipster de la discordia, está en Brick Lane, junto al distrito de Tower Hamlets, donde la mitad de los niños viven en situación de pobreza. Algunos barrios de Brixton están en niveles de paro del 60% Los negocios excéntricos y caros son, pues, una provocación mayor que en Malasaña, que se sitúa en un distrito cuyas tasas de renta y paro distan de ser las peores de la ciudad.

Con todo, no son pocos los negocios que se están viendo abocados a cerrar. Lo hacen por diferentes causas, pero la presión inmobiliaria ha sido un hecho incontestable, por ejemplo, en la calle de Fuencarral. Además, como vienen a demostrar algunas investigaciones, la estructura residencial del barrio ha cambiado mucho a lo largo de los años, aunque el proceso no es el torbellino de renovación étnico-económica de algunos barrios de Brooklyn.

Con frecuencia, las modas llegan a Malasaña provenientes de Nueva York, Londres o Berlín ¿Conoceremos aquí un recrudecimiento en el conflicto contra la gentrificación? A falta de una bola mágica, y a tenor de las descripciones que hemos hecho de aquí o allá , la posibilidad no se adivina cercana.