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¿Reciclarías una botella si tardaras 11 minutos en llevarla al contenedor?

En Madrid, tirar envases, papeles o vidrio al cubo de basura normal -el de la tapa naranja- está prohibido. La ordenanza de limpieza (aquí, en PDF), aprobada por Ana Botella cuando era concejala de Medio Ambiente y todavía vigente, prevé multas de hasta 750 euros por no reciclar adecuadamente.

Para cumplir la ley, el vecino o comerciante de Malasaña está obligado a caminar -en muchos casos- hasta 300 metros con sus bolsas de papeles, envases y botellas. Once minutos para reciclar, contando la ida y la vuelta a casa. Es lo que sucede en algunas zonas del barrio, desprovistas de contenedores cercanos después de varios años de desaparición de las islas de reciclaje.

En el gráfico que se muestra sobre estas líneas se indica la ubicación de cada una de las islas de reciclaje en Malasaña. En el que mostramos a continuación se pueden apreciar las zonas del barrio en las que hay más disponibilidad de contenedores (en rojo, naranja o amarillo) y las que no cuentan con suficientes islas de reciclaje cercanas a las viviendas (zonas en morado o sin colorear).

Las áreas más perjudicadas por esta desigual distribución son la parte de Espíritu Santo más cercana a la Corredera y la de Libreros con Gran Vía. Por el contrario, zonas como los alrededores del Instituto Lope de Vega cuentan hasta con cuatro islas de reciclaje en solo 100 metros:

“Nadie quiere tener un contenedor frente a su casa o comercio”, admiten desde el área Medio Ambiente del Ayuntamiento. Este es el motivo principal de esta desigual distribución de islas de reciclaje: los vecinos o comerciantes que tienen la isla de reciclaje enfrente solicitan el cambio de ubicación y los contenedores se van moviendo hasta llegar a un lugar donde no molestan. Este sitio suele coincidir con traseras de edificios públicos (entorno del citado Lope de Vega o Ministerio de Justicia) y algunas plazas (Carlos Cambronero).

Los cubos de reciclaje se van moviendo hasta que ya no molestan y provocan situaciones absurdas, como que en San Vicente Ferrer su isla haya ido bajando por la calle, después de sucesivas quejas e instancias al Ayuntamiento, hasta encontrarse a solo 30 metros de la siguiente, en la calle San Bernardo.

Por otro lado, algunas islas de reciclaje han ido desapareciendo paulatinamente, especialmente en plazas, donde las terrazas de locales (algunas legales, otras no) han ido ocupando el espacio vacío. Fue lo que sucedió en San Ildefonso, por ejemplo. En los pasados presupuestos participativos varias propuestas ciudadanas pidieron soterrar contenedores en plazas del barrio como Juan Pujol o Luna, pero no salieron adelante por falta de apoyos.

El mapa de distribución no cambiará con el inicio del nuevo contrato de reciclaje, que entra en vigor el 1 de noviembre y en Malasaña está adjudicado a la empresa FCC. Podrían modificarse el diseño de los contenedores, pero el Ayuntamiento seguirá marcando la ubicación de los lugares de recogida. Una localización actualmente muy desigual que podría exigir un replanteamiento si lo que se desea es que aumente el porcentaje de basura reciclada en el corazón de Madrid.