Estudiantes atacan con material pirotécnico un autobús escolar en Cartagena: “Venid, que os vamos a reventar”

Elena Ortuño

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La madrugada del pasado viernes 24 de junio, en la noche de San Juan, un grupo de jóvenes atacaron un autobús en las inmediaciones del Instituto de Educación Secundaria Santa Lucía -Cartagena-, al que regresaban veintiocho alumnos y cuatro profesores tras un viaje de estudios. El vehículo, que los había trasladado desde Barcelona, fue hostigado por artefactos explosivos: primero fue un cohete carretilla -petardo propulsado por chispas que acaba en una detonación- que terminó explotando bajo el autocar. Seguidamente, una multitud de adolescentes, en parte formada por alumnos no identificados del instituto, comenzó a tirarles explosivos de fabricación casera -cajas de varios petardos-, provocando un deterioro importante en el bus.

Los pasajeros aseguran que desde el interior del vehículo “la sensación era la de un bombardeo”: luces, gritos, ruidos y cristales rotos. Ante semejante situación, el conductor aceleró al autobús, dejando atrás el ataque. Al llegar a la puerta del edificio, los padres de los alumnos recibieron a sus hijos muy nerviosos. Algunos aseguraron que habían intentado avisar al grupo de que había una pandilla de jóvenes “esperando para reventarlos”, algo que, según un miembro de la comunidad docente, es común en noches de celebraciones. “En Cartagena, durante las fiestas, se estila mucho el vandalismo. Creo que ni siquiera son conscientes de la envergadura de lo que hacen; se creen con licencia para actuar de esa manera, porque al final nunca les pasa nada”, explica dicho miembro.

Una vez vacío, el autocar fue escoltado por la policía -a la que avisaron inmediatamente después del encuentro-, ya que el vehículo tenía que pasar por el mismo lugar, aún transitado por el grupo de provocadores. El profesorado, en la misma situación que el conductor, asegura que le prometieron otra patrulla de protección, pero nunca llegó. A las llamadas de los docentes -que, llegados a ese punto, aseguran haber entrado en pánico-, la policía indicó que “estaban muy ocupados y volverían cuando pudieran”. Los afectados señalan que “ni siquiera fueron capaces de acercarse a tomar datos a los críos. Eso demuestra su falta de recursos”.

A las 3:00 de la madrugada los agresores se aproximaron a la entrada del instituto Santa Lucía y comenzaron a gritar amenazas a los profesores. Varios testigos han asegurado a este diario que los gritos iban desde “Maestros, hijos de puta, venid que os vamos a reventar” a “Pedro, maricón, te estamos esperando”, en referencia a un docente. Movida por el miedo de una nueva acometida de los atacantes, una madre que aún no había regresado a su casa llamó a su hijo mayor, que los escoltó a todos por una calle segura hasta alcanzar la autovía.

Un historial conflictivo

No es la primera vez que el profesorado del centro educativo se queja del trato recibido por los alumnos. En 2015 se canceló la celebración de Santo Tomás de Aquino debido a la situación 'límite' que estaban viviendo los docentes, por la violencia física y verbal con la que eran tratados los profesores a diario. Ese mismo año se le concedió al instituto la categoría de Centro de Atención Educativa Preferente -único establecimiento de educación secundaria con tal calificación en la Región-. La nueva condición implicaba la concesión de recursos especiales al instituto con el objetivo de evitar la fuga de profesores y lograr así una plantilla fija, cuestión que, según la jefa de estudios del centro educativo, es la base del problema. “La mayoría de miembros del claustro son interinos, lo que significa que cada año tenemos que empezar de cero en nuestros planes de formación de profesores -programas para saber enfrentarse a los problemas en el aula-. Esa inestabilidad no beneficia a nadie”, denuncia.

A pesar de la distinción, el centro considera que desde la Comunidad Autónoma se les debería dotar de más recursos. Señala que a Santa Lucía nunca va la policía -a no ser que sea por algo muy grave- y que no actúan de manera preventiva. Los docentes cuentan que en el instituto hay peleas prácticamente todos los días y que a veces se trasladan a enfrentamientos entre los familiares a las puertas del edificio. “Los profesores no podemos dejar que se peguen, nos tenemos que meter en medio y es a nosotros a quienes dan la leche. Es ahí cuando los cuerpos de seguridad sí pueden acudir, pero a nosotros ya nos han agredido”, denuncian, comparando el centro educativo con una cárcel en la que nadie se quiere quedar para impartir clase.

Los miembros de la comunidad educativa también achacan el problema a los constantes cambios políticos en la Consejería de Educación, ahora en manos de Mabel Campuzano, diputada de extrema derecha expulsada del partido Vox. Explican que se les ha prometido en varias ocasiones que se les va a dotar de más recursos y a dejar de tratar como a un centro ordinario, pero, “a la hora de la verdad y debido al constante cambio de personal, las promesas caen en saco roto”. Los docentes advierten de que la situación no puede continuar así: “Cuánto más tiempo pasa, más secuelas psicológicas vamos arrastrando”.