Historia compartida, memoria compartida

Profesora de Historia del IES. Proyecto Aulas de Memoria Democrática | Profesor de Ciencia Política UCM —

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El 5 de mayo de 1945 los aliados liberaban el campo de Gusen-Mauthausen, un nodo de una tupida red concentracionaria tejida por la barbarie nacionalsocialista en toda Europa para explotar y exterminar a todas aquellas personas que consideraban enemigos raciales, políticos y morales. Las autoridades nazis lo catalogaron como un campo de categoría III, con condiciones extremadamente duras para un tipo de prisionero evaluado como altamente peligroso. En sus cinco años de vida, la matriz ensayada inicialmente en Gusen expandía este dispositivo a otros campos, para someter a condiciones extremas de trabajo esclavo y a diversas formas de ejecución sistemática de la población recluida. Se estima que pueden haber sido entre 120.000 y 320.000 las víctimas por fusilamientos, enfermedades, extenuación, agotamiento o electrocución en las vallas de unos campos oscurecidos por el humo incesante de sus hornos crematorios.

El campo de Gusen-Mauthausen fue en el que los nazis recluyeron a la mayoría de los españoles que huían exiliados de la represión franquista, encerrados ya en campos de refugiados franceses, o después apresados como parte de la resistencia clandestina a la que se habían alistado al estallar la II Guerra Mundial. Se estima que de los 7.000 españoles que pasaron por estas instalaciones de la muerte, solo sobrevivieron 2.000 compatriotas. 

Dentro de las miles de historias conmovedoras de resistencia colectiva a una estrategia de dominación deshumanizadora, cabe recordar la protagonizada por el fotógrafo español Francisco Boix y la valiente vecina de Mauthausen Anna Pointner por su singular trascendencia política y jurídica. Lograron sustraer, a la implacable vigilancia del campo, suficientes negativos fotográficos del servicio de identificación en el que trabajaba el joven fotógrafo con otros republicanos españoles. Estos negativos fueron utilizados posteriormente como pruebas en los Juicios de Núremberg, tanto de las atrocidades del nazismo como de la presencia de los jerarcas de las SS en los propios campos que decían desconocer. Esta historia ha sido reconstruida con estudio, mimo y detalle por el profesor Benito Bermejo, que inspiró la conocida película 'El fotógrafo de Mauthausen'.

Desde los primeros años de la liberación, antiguos presos y familiares de las víctimas comenzaron a rendir homenaje cada 5 de mayo a las personas que perdieron la vida en el campo. A finales de los años 50, el gobierno de Austria habilitó un espacio memorial en el campo donde diferentes países han levantado monumentos a los compatriotas que sufrieron su reclusión, espanto y muerte. A partir de esta fecha, la resistencia al horror y la victoria aliada sobre el proyecto supremacista nazi-fascista ha sido un elemento constitutivo de la identidad europea contemporánea, hoy fundamentada en la democracia y los derechos humanos. 

La celebración conmemorativa, retomada este 5 de mayo tras los años de pandemia, pone de manifiesto el arraigo de los valores de la solidaridad, dignidad y fraternidad entre actores institucionales y civiles de los diferentes países participantes. Miles de personas de diferentes nacionalidades acuden cada año a celebrar el triunfo sobre el fascismo y repudiar el horror de cualquier solución final. Se comparte una intensa jornada de reflexión racional y emocional, visitando las instalaciones educativas del memorial y participando de los homenajes recíprocos de las comitivas nacionales hermanadas en diversos episodios de solidaridad ante la voluntad genocida desatada en Europa. 

Es necesario reseñar el papel de educación de la ciudadanía de esta jornada de inmersión en vivencias y conocimientos sociales, históricos, éticos y políticos, trasmitidos entre generaciones y entre naciones. Resulta esperanzador ver centenares de caras de escolares adolescentes procesando íntimamente estos datos y sentimientos trágicos, en comitivas donde conviven abuelos y nietos, madres, hijas, estudiantes y profesores, alcaldes y autoridades de toda Europa. En Alemania, los actos de Mauthausen se retrasmiten en directo por la televisión pública cada 5 de mayo, y los estudiantes de instituto tienen visitas de estudio obligadas a los campos. 

Rescatamos tres elementos de reflexión en torno la experiencia vivida en la celebración más reciente, hace pocos días, en el viaje organizado desde Madrid por la El Triángulo Azul (marca distintiva que recibían los prisioneros españoles en los campos) y la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica, con gran esfuerzo y sensibilidad para el recuerdo de nuestros deportados compatriotas en el complejo Gusen-Mauthausen.

El primero es el protagonismo del estudiantado de países europeos, que toma la palabra en los homenajes y visita con sus profesores las instalaciones del memorial durante la celebración de la liberación del campo. Histoire partagée, mémoires partagées era el mensaje de la pancarta portada por estudiantes de un liceo francés en el homenaje de su panteón conmemorativo. Historia compartida, memorias compartidas, un diálogo que supera barreras lingüísticas y extiende comunidades de reconocimiento y solidaridad. La memoria colectiva europea recuerda la lucha de sus ciudadanos asesinados cantando en distintas lenguas el O bella ciao o compartiendo la Marsellesa y se reafirma con nuestros jóvenes el juramento de Mauthausen: nunca más.

En una coyuntura de crisis, donde la división, el enfrentamiento y el odio identitario vuelven a ser la estrategia de las fuerzas reaccionarias, conocer la historia y trabajar la memoria de la deshumanización fascista y del triunfo aliado es una herramienta ineludible para reforzar la cultura de derechos humanos y la ciudadanía democrática ante el ruido negacionista.

En España, se dan pasos para superar años de olvido y silencio, y el apoyo a estas visitas señala una senda de normalización europea en este campo de exterminio que padecieron tantos compatriotas. Frente a los centenares de jóvenes italianos, franceses, polacos y austriacos, las y los estudiantes españoles eran algunas decenas, que llegaron con enorme esfuerzo con profesores particularmente comprometidos con la memoria democrática de la ciudadanía más joven. Las visitas a los campos de concentración y espacios memoriales son una herramienta educativa normalizada en países como Italia o Francia, un hecho arraigado e institucionalizado en sus sistemas educativos, que también debe adoptarse en nuestros planes anuales con mayores subvenciones y recursos. Es en el diálogo entre memoria e historia donde el pasado y el presente se interrogan para proyectarse como respuesta hacia el futuro. La educación ciudadana en memoria democrática y en derechos humanos, forma parte de un proceso de trasmisión de conocimiento histórico fundamental hacia las generaciones más jóvenes, imprescindible para establecer cordones intelectuales y éticos frente a una ultraderecha de tendencia siempre totalitaria.

Una segunda cuestión para la reflexión ciudadana es nuestra presencia institucional. El comité organizador internacional es un espacio de encuentro y trabajo de entidades de la sociedad civil con responsables institucionales en la materia, que coordinan la participación en cada comitiva nacional en el desfile conmemorativo de la liberación del campo. Las representaciones de países se ordenan alfabéticamente junto a los colectivos cívicos sociales, intercalándose según su denominación. Podemos encontrar no sólo representantes sindicales o partidarios, sino colectivos de derechos humanos, club de motoristas y colectivos ciclistas desfilando con banderas y pancartas conmemorativas. Dentro de la comitiva española solo reconocimos al secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez, y al senador Josep María Reniú. La representación de la memoria democrática a nivel ministerial abre un interesante campo de colaboración e intercambio para potenciar la representación española en este acto conmemorativo europeo, junto a entidades sociales, cívicas y educativas. 

Un aspecto adicional a considerar es la presencia de las instituciones armadas, en el marco de la promoción de la educación y cultura en derechos humanos, elemento central del desarrollo de medidas y garantías de no repetición previstas en el derecho internacional. Esta presencia institucional acompaña a los homenajes de las comitivas de países como Francia, Italia, Polonia, Bélgica, muchos de ellos con representación de las tres armas; sin duda, una simbólica presencia del compromiso de los institutos armados con los derechos humanos y la ciudadanía democrática.

Un último tema que merece reflexión es el propio memorial como dispositivo, tanto para demarcar un lugar de memoria, como para promover una adecuada educación en memoria y derechos humanos. En los últimos años, los propios responsables del complejo han advertido y denunciado comportamientos inapropiados en el marco de la nueva cultura del selfie y un circuito de turismo de memoria, con excesos que puede terminar banalizando las atrocidades nazis. Sin duda, un tema preocupante y para la reflexión sobre la reproducción del conocimiento sociohistórico en el nuevo contexto digital. Sin lugar a duda, el sistema educativo debe ganar protagonismo en la promoción de conocimiento crítico sobre el pasado, y también los sistemas mediáticos tienen que regularse para cumplir cabalmente una función educadora contra la polarización y el negacionismo político (sobre todo, aquellos de titularidad pública y en las plataformas educativas multimediales). 

No obstante, desde las coordenadas del debate en España, es muy necesario seguir avanzando y consolidar una innovadora estrategia memorialista, que bajo ningún concepto puede considerarse una etapa a saltarse en nuestro país cómo pretende la derecha reaccionaria. Cabe señalar la especial significancia de esta conmemoración europea para las comitivas de países que mantienen gobiernos iliberales y negacionistas, que constatan la dificultad de sustraerse a este marco de legitimidad moral y democrática trabado en Europa para todo el mundo tras la barbarie nazi.

Compartir historias y memorias entre ciudadanías libres es un primer paso necesario para que los promotores de la desigualdad no consigan profundizar en sus objetivos de división social e ideológica.