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El ministro de AAEE de Mongolia afirma que los lazos con Rusia y China “son prioritarios”

EFE

Ulán Bator —

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Un antiguo imperio ahora “encerrado” entre dos gigantes, así se podría definir Mongolia, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, Tsendiyn Munkh-Orgil, en una entrevista con Efe reconoce que los lazos con Rusia y China aún son los prioritarios, pese a que -subraya- Ulán Bator también mira a EEUU y la UE.

Jurista formado en Moscú y Harvard dirige desde julio de 2016 la diplomacia mongola desde su despacho en la sede del ministerio, uno de los muchos edificios de arquitectura soviética que aún conserva Ulán Bator.

Una Mongolia que a principios de esta década, apoyada en su principal industria, la minera, llegó a crecer hasta un 17 por ciento anual, pero que como le ha ocurrido a otras naciones dependientes de sus materias primas, ha entrado en crisis debido a los bajos precios internacionales.

“Es un secreto a voces que afrontamos una difícil situación económica y fiscal”, admite el ministro, quien no sólo culpa de ello a la caída de precios de las materias primas sino a “una falta de gestión estratégica constante, y de reformas estructurales que deberían haberse hecho antes”.

Munkh-Orgil ocupa la cartera de Exteriores desde la victoria electoral el año pasado de su formación, el excomunista y ahora socialdemócrata Partido del Pueblo de Mongolia, que estuvo en la oposición los cuatro años anteriores.

“Heredamos un grave déficit presupuestario, deudas crecientes” y una economía “insostenible”, subraya el canciller, para añadir que el Gobierno del primer ministro Jargaltulgyn Erdenebat intenta enderezar el rumbo con recortes de gastos y la negociación de asistencia financiera internacional.

“Soy optimista y creo que en los próximos días Mongolia y las instituciones financieras (entre ellas el Fondo Monetario Internacional) podrán anunciar resultados positivos” de esas negociaciones, señala.

Munkh-Orgil recuerda con orgullo que “no sólo Mongolia fue sojuzgada por superpotencias, también hubo tiempos muy extendidos en los que fuimos el actor dominante”, referencia a la época de Gengis Khan, el fundador del segundo mayor imperio de la Historia, cuya estatuilla le “observa” desde la estantería del despacho.

Aunque desde la caída del régimen comunista mongol en 1990 se ha reafirmado la independencia tras 50 años en la órbita soviética, Munkh-Orgil reconoce que “desarrollar relaciones de amistad con China y Rusia es nuestra prioridad”.

No ha de ser sin embargo exclusiva, subraya el ministro, quien también cita los lazos con Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y Turquía como muy importantes para Ulán Bator en un mundo globalizado.

“Las relaciones con la UE son excelentes, este mes se espera que el Parlamento Europeo ratifique el acuerdo de asociación con Mongolia”, afirmó el ministro, quien recordó que en la segunda mitad de este año los Veintiocho abrirán Embajada en Ulán Bator.

Con EEUU “hay compromiso claro de la nueva Administración (del presidente Donald Trump) de que continuarán los proyectos de cooperación”, que, según recordó, no sólo se circunscriben al campo político y económico sino que también tocan lo militar, ya que un contingente de soldados mongoles opera en Afganistán.

Esta casi simbólica cooperación ha sido vista en ocasiones por observadores como una forma de Mongolia de contrarrestar la influencia china y rusa, algo que Munkh-Orgil analiza con un toque de “realpolitik”: “No hace falta, por fortuna, pero si alguna vez hiciera, lo tendríamos en mente”.

Aunque Moscú tuvo una influencia sobre Mongolia que hoy día aún se ve en el aire moscovita de Ulán Bator o en el uso del alfabeto cirílico, lo cierto es que actualmente es China, destino del 90 por ciento de las exportaciones mongolas, el foco de atención para el país centroasiático.

El desequilibrio del comercio exterior “es una seria incomodidad”, reconoció Munkh-Orgil, quien precisamente estos días aumenta los contactos en aras de corregirlo (acaba de regresar de Rusia y la próxima semana visitará China).

Los lazos chino-mongoles temblaron en noviembre, cuando el Dalai Lama visitó Mongolia -donde el budismo tibetano es la religión dominante-, lo que originó protestas y presiones desde Pekín.

“Pese a la naturaleza puramente religiosa de su viaje, causó tensiones en las relaciones”, reconoció el ministro, quien confirmó que de resultas del conflicto diplomático Pekín paralizó algunos contactos y negociaciones bilaterales.

Finalmente, él y su homólogo chino, Wang Yi, acordaron a través de contactos telefónicos que “durante el actual Gobierno no habrá más visitas del Dalai Lama en Mongolia”, reabriendo la puerta a que se reanuden negociaciones comerciales y económicas que el propio Munkh-Orgil continuará la próxima semana en Pekín.