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Sangomas LGTBI desafían los prejuicios desde la tradición ancestral africana

EFE

Katlehong (Sudáfrica) —

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“Antes de convertirme en sangoma era lesbiana”, explica con franqueza Badanile Maci, previamente a encender incienso y arrodillarse para llamar a los ancestros. Es una joven curandera tradicional sudafricana que, al igual que otros de su generación, ha decidido vivir su sexualidad con naturalidad.

En su habitación de consultas, situada en el antiguo gueto negro de Katlehong (al este de Johannesburgo), Maci recibe a aquellos que buscan de su consejo o de su ayuda, siguiendo tradiciones milenarias de la cultura bantú en el sur de África.

Allí, rodeada de sus instrumentos y plantas medicinales, Maci se convierte en una especie de medium, en un canal de comunicación, que conecta el mundo terrestre, y el plano de los ancestros y de lo divino.

“Tenía 15 años cuando sentí la llamada, era muy joven”, cuenta a Efe Maci, o Gogo Mpumelelo, según se la denomina por su nombre ancestral.

El saber de los sangomas -figuras aún hoy muy comunes y frecuentadas en las comunidades negras del África meridional- abarca desde temas de salud a adivinación e interpretación de sueños.

Pero, por supuesto, no cualquiera puede convertirse en sangoma. Es una respetada posición que está reservada para aquellos que nacen con un “don” y sienten la “llamada” para instruirse en los secretos de la medicina tradicional, y aprender a invocar y a comunicarse con el mundo ancestral.

Cuando Maci sintió su llamada, en plena adolescencia, tenía ya otra cosa clara sobre sí misma: que no le gustaban los hombres, una situación difícil en África, especialmente en muchos sectores de la sociedad negra, que tiende a ser conservadora respecto a la sexualidad.

Incluso en Sudáfrica (donde la discriminación sexual está prohibida constitucionalmente), las posturas más reaccionarias -las que llegan incluso a extremos brutales como las violaciones correctivas- son a veces más comunes que la tolerancia y la aceptación.

Sudáfrica, pese a todo, está a la vanguardia en el continente respecto a los derechos LGTBI (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales).

No muy lejos, en Zambia, la homosexualidad es delito. Lo es también en otros muchos lugares de África subsahariana, donde incluso jefes de Estado afirman que es algo que no tiene cabida en las sociedades africanas o que su aceptación es una imposición de Occidente.

Entre los sangomas, sin embargo, hay una alta prevalencia de gays y lesbianas, según explica a Efe la propia Maci. Lo secunda también en primera persona Sphiwe, un sangoma gay y el “hermano espiritual” de Maci -es decir, ambos se iniciaron juntos-, que ha venido para asistirla en los ritos y compartir también su historia.

“A mí me encantaría ayudar a la gente que querría ser del modo en el que yo me expreso (...). Naces gay y debes estar orgulloso de quien eres”, apunta a Efe Sphiwe.

“Incluso nuestros tatara tatara tatara tatara tatara abuelas y abuelos eran gays y lesbianas. Es solo que lo escondían. Los tiempos han cambiado”, recalca, por su parte, Maci.

Para esta joven, ver a otras sangomas lesbianas en su entorno hizo que se sintiera “libre”.

“Hay gente que piensa que quizás, si eres gay o lesbiana, tienes un mal espíritu. No es así. Esto son sentimientos. Es el modo en el que te sientes y todo el mundo debería tener derecho a sentir lo que quiera y nadie debe juzgarlo”, subraya.

Sin embargo, que la homosexualidad sea común entre los sangomas también fomenta otra idea negativa contra la que tienen que pelear: la creencia de que, cuando una persona se convierte, se vuelve homosexual por culpa de ello o de que al menos hay una correlación entre la orientación sexual y la probabilidad de sentir esa llamada.

“Mucha gente piensa que si eres gay serás sangoma. No. Hay gente heterosexual y los hay que son gays y lesbianas, pero la gente debe tener en cuenta que ser gay no es una enfermedad, no es algo que adoptas, ni es un 'unirse al equipo'”, argumenta Sphiwe (o Gogo Sarah, según su nombre ancestral).

Ni ser sangomas les libra del peligro de la homofobia ni su orientación sexual interfiere, según recalcan ambos, en sus prácticas. Son simplemente dos realidades que coinciden.

“Ser lesbiana no afecta mis caminos ancestrales ni nada en ese lado. Mis ancestros no son lesbianas y no confundo las dos cosas (...). La gente viene a mí como viene a cualquier sangoma. Cuando vienen a mi habitación de consulta, no vienen a saber sobre mi vida personal. Acuden buscando ayuda”, subraya Maci.

Nerea González