Un hospital de Barcelona incorpora a estos perros a una terapia para adolescentes con trastornos de salud mental

Se llaman India, Musa, Odette, Opala y Xata. Y no son cinco perros cualesquiera. Porque son dos golden retrievers y tres jack russells que, desde hace meses, acuden a un centro hospitalario de Barcelona para aportar su granito de arena, un granito de grandes dimensiones, a un programa de terapia para adolescentes de entre 14 y 16 años de edad con trastornos de salud mental.

Estos cinco perros desarrollan su ya imprescindible labor en la planta de hospitalización de salud mental para niños y adolescentes del Hospital Universitario Vall d’Hebron. Estos “terapeutas” pasan tiempo con los pacientes ingresados en esta unidad, que reciben una nueva terapia que complementa el tratamiento habitual y que incorpora el contacto con perros para aprender a identificar y regular las emociones. Además de reducir la ansiedad y mejorar la autoestima, la interacción con los perros proporciona información clínica y ayuda a romper el muro de desconfianza con el que llegan muchos de los jóvenes pacientes.

La iniciativa es un proyecto conjunto de la Cátedra de Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos, dirigida por la profesora Nuria Máximo, y de la Sección de Hospitalización del Servicio de Psiquiatría Infantil y Juvenil, coordinado por el doctor Marc Ferrer. Se trata de una iniciativa financiada íntegramente por la Fundación Dingonatura y que cuenta con la colaboración de la entidad Perruneando, especializada en intervenciones asistidas con animales.

Quieren verles más

Los primeros resultados ya son palpables. Las sesiones se realizan una vez por semana, los viernes, en grupos de entre dos y cuatro pacientes. Pero, al parecer, a los jóvenes les parece poco ese contacto con India, Musa, Odette, Opala y Xata: “Los miércoles algunos chicos y chicas ya preguntan por los perros”, comenta Merche Rodríguez, supervisora de Enfermería del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Vall d’Hebron.

En cada sesión trabajan dos de los cinco perros mencionados, que acuden al hospital acompañados de sus guías que, además, son sus cuidadoras. Llegan a las 10:45 y siempre siguen el mismo recorrido para no alterar la rutina del hospital. Antes de entrar en la planta, se reúnen con la psicóloga clínica y el equipo de Enfermería, que les informan sobre los pacientes con los que trabajarán. “Combinamos chicos y chicas con trastornos diferentes para formar grupos lo más heterogéneos posible en cuanto a características y síntomas; de este modo conseguimos un equilibrio que nos ayuda a evitar descompensaciones clínicas durante las sesiones”, explica Bàrbara Citoler.

Además de las guías y los perros, en cada sesión hay siempre una enfermera que recoge información. Las intervenciones tienen un carácter lúdico y están guiadas. Comienzan con una presentación en la que las guías especializadas en terapia asistida con animales, Andrea Galofré y Laia Portolés, explican cómo comunicarse con los perros, qué les gusta y qué no. Al principio, los perros pasean, huelen y exploran, pero pronto llegan las caricias, que los relajan.

“Cuando están tranquilos, trabajamos las emociones a través de los perros”, explica Andrea Galofré. “Por ejemplo, si organizamos un circuito y un perro no te entiende, no es capaz o no quiere hacer un juego, podemos hablar de qué pasa cuando te sientes incomprendido, cuando no tienes ganas de hacer algo o cuando no te sale”, describe. “También hacemos juegos con premios o dinámicas en las que los pacientes deben preparar materiales, lo que les da un rol activo. Dejan de ser solo pacientes para convertirse en cuidadores”, continúa. “Las sesiones guiadas nos proporcionan mucha información clínica y nos permiten observar a los chicos y chicas tal como son y cómo se sienten”, añade.

Según indica la Organización Mundial de la Salud, uno de cada siete jóvenes de entre 10 y 19 años padece algún trastorno mental. La depresión, la ansiedad y los trastornos de conducta son las principales causas de discapacidad en esta franja de edad. “Cada trastorno tiene sus particularidades: unos presentan dificultades para controlar los impulsos y otros para comunicarse, pero todos tienen en común una desregulación emocional, una dificultad para gestionar las respuestas emocionales. Y eso es precisamente lo que trabajamos con la terapia asistida con perros”, explica el Doctor Ferrer. La terapia asistida con animales contribuye a reducir la ansiedad, mejorar la autoestima y controlar la frustración y la impulsividad, cuatro características propias de la desregulación emocional.