En este país se puede conducir a 154km/h sin incumplir ninguna ley

Cuando se comparan las políticas de movilidad dentro de la Unión Europea, hay un tema que siempre reaparece: los límites de velocidad. Cómo se regulan, por qué cambian de un país a otro y, sobre todo, cuál es la cifra más alta que se puede alcanzar sin infringir la ley. Y sí, existe un lugar en Europa donde es perfectamente legal —de forma indirecta, pero legal— conducir a 154 km/h sin que el sistema de vigilancia registre una infracción. Ese país es Polonia, y la explicación es tan sencilla como reveladora sobre cómo funciona el control de velocidad en el continente.

Mientras España mantiene un máximo de 120 km/h en sus vías rápidas, varios países elevan ese tope. Pero solo uno alcanza la cifra que permite, sumando el margen de error aplicado a los radares de tráfico, circular a más de 150 km/h sin penalización. En un continente donde la seguridad vial avanza hacia la contención, este detalle convierte a Polonia en un caso singular.

El único país con 140 km/h como velocidad máxima real y estable

Polonia encabeza la lista de países con la velocidad máxima en Europa más alta en autovías y autopistas: 140 km/h. Bulgaria también aplica ese límite, pero en Polonia se ha mantenido de forma continuada y generalizada, convirtiéndolo en un rasgo propio de su red de movilidad. Esta cifra, que puede sorprender a quienes circulan habitualmente por carreteras más restrictivas, responde a un modelo que combina modernización de la red viaria, tolerancia histórica y una interpretación particular del concepto de seguridad.

A esto se suma un hecho técnico clave: durante años, los radares de tráfico aplicaban un margen de error del 10 % para calibrar con precisión las mediciones. ¿Qué significa? Que en una vía limitada a 140 km/h, el vehículo podía ir a 154 km/h antes de que el radar marcase infracción. Aunque la tecnología sea cada vez más precisa, ese margen ha permitido durante décadas que miles de conductores circulasen a conducir a 154 km/h sin problemas legales por culpa del ya archiconocido “margen del 10% de error”

Esta situación no implica vía libre absoluta. El conductor asume riesgos evidentes: una frenada repentina, una maniobra inesperada o un tramo mojado pueden convertir una leve diferencia de velocidad en un peligro real. Pero, técnicamente, la ley lo permitía.

Un continente dividido entre límites altos

Fuera de Polonia, la foto del continente cambia. La velocidad máxima en Europa se reparte en bloques muy diferentes. Francia, Italia, Austria, Dinamarca, Países Bajos, República Checa o Eslovaquia mantienen 130 km/h como máximo. Alemania es un caso especial: su límite genérico también es 130 km/h, pero existen tramos sin límite fijo —las famosas Autobahn— donde la cifra recomendada no es obligatoria. Aun así, la idea de que en Alemania se puede circular siempre sin límite es más mito que realidad: la mayoría de su red sí tiene restricciones claras.

En el otro extremo están los países que comparten la cifra española: Bélgica, Portugal y Suecia mantienen los 120 km/h. Más abajo, países como Reino Unido, Estonia o Letonia sitúan el límite entre 110 y 112 km/h. Y en el grupo más restrictivo aparecen Noruega o Islandia, con máximos de 100 km/h en sus autopistas europeas, donde las condiciones climáticas explican buena parte de esa prudencia.

Estos contrastes no se limitan a las vías rápidas. En carreteras convencionales también existe un mosaico regulatorio: desde los 100 km/h permitidos en Alemania, Austria o Irlanda hasta los 70 km/h de Suecia, el límite más bajo del continente. La fragmentación revela la dificultad de armonizar criterios en un espacio con geografías, climas y modelos de movilidad muy diferentes.

El papel del margen de radar

El margen de tolerancia de los radares de tráfico es una de esas cuestiones técnicas que pocos conocen y que, sin embargo, marcan la experiencia real de conducción. Durante años, el estándar aplicado en muchos países fue del 10 % en radares antiguos y un margen fijo de varios kilómetros en los más modernos. Esto se traduce en una situación clara: un conductor que excedía ligeramente el límite podía seguir dentro del umbral permitido por la máquina.

En el caso de Polonia, la combinación entre ese margen y su límite de 140 km/h es lo que hizo posible conducir a 154 km/h sin que el sistema lo considerase una infracción. Ese detalle, más técnico que político, ha alimentado la fama de que Polonia tiene el límite “más alto” de la Unión Europea, incluso por encima de países mucho más asociados al automóvil como Alemania.

Con la modernización de los sistemas, ese margen tiende a reducirse. Los nuevos radares son más precisos, más rápidos y menos tolerantes a desajustes. Pero la percepción sigue ahí: Polonia es el país donde el límite oficial más alto ha permitido, durante años, una conducción a velocidades que en la mayoría de Europa serían sancionadas de inmediato.