Análisis

El entrevistado cuestionable: la TV, ante los dilemas de dar voz a personajes como El Pequeño Nicolás

El Pequeño Nicolás, en un fotograma de '(P)Ícaro'

Lorenzo Ayuso

Diez años después de convertirse en una rutilante estrella mediática de la manera más insospechada, Francisco Nicolás Gómez Iglesias, popularmente conocido como El pequeño Nicolás, regresa a televisión con una docuserie propia. En la recién estrenada (P)Ícaro. El Pequeño Nicolás, el joven, condenado en hasta cuatro ocasiones por varios delitos de falsedad, estafa y usurpación de identidad así como por urdir una trama para conseguir información confidencial de bases policiales, narra en primera persona su rocambolesca historia.

Una historia que, por otro lado, se ayudó a desarrollar en la televisión desde el primer momento. En su día, Un tiempo nuevo se llevó la primera entrevista que el joven, que entonces contaba con apenas 20 años, concedía en un plató de televisión. Mientras, las cadenas y programas se peleaban por conseguir las declaraciones del aspirante a político. “El Pequeño Nicolás no viene aquí por lo que no viene. Por que aquí no pagamos”, llegó a proclamar Antonio García Ferreras en Al rojo vivo, al hilo de la alta demanda que había en torno al personaje, que terminó siendo estrella de GH VIP en 2016.

Mucho ha pasado desde entonces. Entre otras cosas, la primera condena en firme para el joven, por falsificación de DNI. Su tiempo de frenesí mediático se ha disipado y ahora su figura apunta a nuevos interrogantes sobre lo que había tras él y quedó opacado por el ansia de fama. Su relato en retrospectiva es, como mínimo, estimulante, aunque haya que ponerlo siempre en cuestión, en tono crítico. Los primeros, quienes lo entrevistan.

Esta nueva docuserie aterriza en el catálogo de Netflix amparada por el equipo que la auspicia, con experiencia en relatos sensibles. Su principal responsable es el periodista Tomás Ocaña, actual mánager de no ficción de la compañía. Llegó a este puesto procedente de la productora CAPA España, perteneciente al Grupo iZen y dedicada a la investigación, y que produce este formato de 3 entregas. El currículo del laureado Ocaña es una garantía para el producto: ahí están, por ejemplo, el formato Crónicas subterráneas para Telemadrid, donde entre otros temas abordó el #MeToo en la industria del cine español mucho antes de que saliesen a la luz las acusaciones contra Carlos Vermut; y más recientemente el podcast GAL, el triángulo, producción por la que ganó un Premio Ondas en 2022.

El resultado que pueden ver los suscriptores de Netflix es el fruto de más de un año de investigación, con margen para revisar los numerosos procedimientos en los que Gómez Iglesias ha estado involucrado, y de un centenar de horas de entrevistas y conversaciones con protagonistas. El primero de ellos, el propio Nicolás, cuyas afirmaciones son contradichas o refutadas por el entorno y demás fuentes.

Aunque el tratamiento que se hace en (P)Ícaro esquiva la exaltación del personaje y permite conocer o al menos intuir el entramado de poder que este joven permitió vislumbrar -con la presencia de otros sujetos de interés como el comisario José Manuel Villarejo o el investigador jefe de la Operación Nicolay, Carlos Mier- sí que sirve para preguntarse por los conflictos inherentes a trabajos que dejan que estos mismos tomen la palabra, y cómo salvarlos. También para recordar otros casos en los que estas dudas se han resuelto desfavorablemente.

El precio que pagó 'La Noria' y el valor real de Julián Muñoz

Cabe preguntarse: ¿Cómo sortear los peligros? ¿Cuánto apostar por un testimonio cuestionable, aun sabiendo de su potencial interés? La ética traza una fina línea sobre lo que se considera justificable, sobre la que se han tambaleado programas y docuseries en el pasado. Algunos formatos se han dado directamente de bruces en su empeño por aprovechar oportunidades y llegar antes que los demás.

Uno de los casos recientes de mayor calado en ese aspecto fue el de La Noria en octubre de 2011. Producido por La Fábrica de la Tele y presentado por Jordi González en la noche de los sábados de Telecinco, el programa dominó la conversación mediática y social al concertar una entrevista en plató con Rosalía García, madre de “El Cuco”, implicado como encubridor en el caso de Marta del Castillo.

Esta cadena es partidaria de la libertada de expresión y la de hoy es una de las entrevistas más buscadas”, afirmó el presentador, que defendió el interés informativo de contar con dicho testimonio. Pero lo que enervó no fue ya lo que la mujer tenía que aportar sobre el suceso, sino el hecho de haber percibido una importante cantidad económica (que llegó a cifrarse en cerca de 10.000 euros para unas versiones, 7.000 según otras) por personarse en plató. Tal y como se conoció en su día, García estableció como condiciones para comparecer en el programa, primero, que no se mostrase su rostro, y segundo, que no se mencionase que lo hacía previo pago.

Con un 15.1% y 1.935.000 espectadores, La Noria consiguió su segundo mejor dato de aquella temporada, que sería la última. La indignación que surgió del hecho de haber pagado por la entrevista al entorno de “El Cuco” dio pie a una crisis de imagen sin igual en Telecinco: una llamada al boicot de la audiencia que derivó en una fuga de anunciantes que dejó al espacio sin apenas publicidad que lo sostuviese y en el final de la marca en abril de 2012, seis meses después.

Conseguir preciados testimonios tasando su valor es un dilema recurrente. Telecinco volvió a verse señalada en 2022, con el caso de No es la hora de la verdad, es la hora de la venganza. Esta docuserie daba altavoz al exalcalde de Marbella Julián Muñoz, condenado por diversos delitos de cohecho, malversación de fondos públicos, prevaricación urbanística y fraude en el “caso Malaya”.

En pleno tercer grado, obtenido debido a su delicado estado de salud, dictaminado por los médicos, Muñoz concedía una amplia entrevista a Paloma García-Pelayo donde el interés estaba no tanto en la trama de corruptelas por la que fue juzgado, sino en lo que tenía que decir sobre Isabel Pantoja, con la que vivió un sonado romance y que igualmente estuvo implicada en el caso. En ese momento, la particular “guerra” de Mediaset contra la tonadillera estaba en auge, después de especiales como Cantora. La herencia envenenada, que había antecedido a este nuevo formato semanas antes. Sin embargo, el proyecto también captaba el interés ajeno precisamente por lo que tenía que ver con las condiciones del entrevistado.

Días antes de la emisión, Ángela Portero confirmó el pago al expolítico por hablar ante las cámaras, lo que llevó a la Audiencia Nacional a embargar cualquier remuneración o retribución que recibiese aquel. Muñoz tenía adeudados 46,2 millones de euros en concepto de responsabilidad civil por el caso 'Saqueo II', sobre el desvío de dinero público del Ayuntamiento en la etapa de Jesús Gil como alcalde. Después de que Muñoz afirmase no haber recibido contraprestación alguna por la docuserie, el órgano judicial pidió dirimir si habría incurrido en delitos al simular una cesión gratuita de sus derechos.

Los problemas con las 'cintas' de Netflix

Otra polémica similar sacudió a Netflix en el último cuatrimestre de 2023, con Rosa Peral como principal protagonista. Junto al lanzamiento de El cuerpo en llamas, ficción que dramatizaba el mediático crimen de la Guardia Urbana, la plataforma estrenaba Las cintas de Rosa Peral, un largometraje documental donde la expolicía, principal condenada junto a Albert López por el asesinato de Pedro Rodríguez, pareja de ella, tomaban la palabra.

Ante la circunstancia del doble estreno, y a petición del abogado de la víctima, la Audiencia de Barcelona ordenó embargar todo posible pago a los condenados por estas producciones. En paralelo, la Conselleria de Justicia, Derechos y Memoria de la Generalitat abrió un expediente a Peral por conceder entrevistas desde prisión, y restringió sus llamadas a la prensa por hacer “mal uso” del régimen de comunicaciones desde la cárcel.

Pero las polémicas no se restringen al potencial valor monetario. Sin llegar a conocerse si hubo o no algún tipo de retribución en este caso específico, la plataforma que la streamer facilitó a Peral fue ampliamente cuestionada. Así fue, por ejemplo, por parte del fiscal Félix Martín, así como de otros participantes, como los periodistas Toni Muñoz y Mayka Navarro, que aseguraron sentirse engañados por uno de los directoresCarles Vidal, quien admitió no haber informado del enfoque que pretendía dar al largometraje.

Este último dijo entender “que haya gente que se haya podido molestar” con el producto completo, y explicó que la razón de ser del documental era descubrir “quién era esa mujer detrás del monstruo que se había querido crear, quién era la madre, la hija, la hermana... y cuestionar cómo los juicios paralelos pueden influir en un juicio con jurado popular”. “El problema no es sólo no decirnos que saldría Rosa Peral, sino decirnos que el enfoque del documental sería imparcial”, respondió Muñoz a ese respecto.

Las cintas de Rosa Peral venía a reutilizar al menos parcialmente una marca ya establecida en Netflix, en este caso a nivel internacional. Nos referimos a Conversaciones con asesinos: las cintas de..., un formato documental creado por el especialista en true crime Joe Berlinger e iniciado con Las cintas de Ted Bundy. La docuserie se armaba en torno a las entrevistas con el infame asesino en serie grabadas por los periodistas Stephen Michaud y Hugh Aynesworth en 1980; sus declaraciones no aportaban detalles sobre sus múltiples crímenes, y de hecho resultaban un tanto intrascendentes, lo que generaba una extraña sensación de turbiedad al espectador: sus divagaciones eran ciertamente humanas y mundanas, lo que generaba no poca incomodidad en la escucha.

Las críticas más duras a la propuesta señalaban esa sensación de vacío, de falta de motivación para escuchar un testimonio directo de un criminal del calado de Bundy, con más de una treintena de asesinatos de mujeres admitidos. Cabe decir que el proyecto servía como acompañamiento a un largometraje, Extremadamente cruel, malvado y perverso, dirigido por Berlinger y con Zac Efron como Bundy, donde se abundaba en el efecto del maníaco en el entorno, por lo que su análisis era más apropiado en ese contexto, como un refuerzo. No obstante, Netflix optó por proseguir con el sello dedicando ulteriores segmentos a otros dos asesinos en serie americanos, Joe Wayne Gacy y Jeffrey Dahmer.

En estos casos, el dilema no está en la forma de conseguir las entrevistas, pues se trata de materiales de archivo a los que accedieron los criminales estando cumpliendo pena en prisión; sino en la línea entre el interés y el morbo de escuchar las voces de personajes así, especialmente en casos como Bundy, tan congraciados por la atención que recibían de los medios. Ahora bien, también podían entenderse estos trabajos como una forma de psicologizar, o de probar la imposibilidad de hacerlo, a sujetos como estos.

¿Hasta qué punto es admisible, o aceptable, acceder a según qué condiciones? ¿Qué aporta? El true crime, como género en auge, se enfrenta a estas cuestiones. Casos como Tiger King, también en Netflix, generaron un efecto ambiguo: por un lado, llamaron la atención sobre las bestialidades, nunca mejor dicho, cometidas por propietarios de zoológicos en Estados Unidos, y expusieron terribles realidades; pero a la vez, encumbraron a protagonistas de dudosa reputación como iconos de la cultura pop.

La segunda temporada de Tiger King, en buena medida innecesaria, se fundaba sobre la popularidad de Joe Exotic, una vez encarcelado, y en los afanes por conseguir salir de prisión y reclamar sus 15 minutos de fama. El título se convertía en una suerte de irónico metadocumental que extrapolaba la falta de ética de sus protagonistas siguiéndoles el juego. Nada que ver con un spin-off estrenado cuando el interés por Exotic se desvaneció, Tiger King: La historia de Doc Antle, que expuso, ahí sí, la trama de abusos protagonizada por una de estas rutilantes estrellas de la docuserie matriz, el entrenador de animales Doc Antle.

Su testimonio, como en el caso de (P)Ícaro. El Pequeño Nicolás, sirve para desentrañar la realidad de un personaje cuestionable (cada uno por motivos drásticamente diferentes) y todo el ecosistema que les ha permitido operar. La labor de los periodistas está en saber manejarse en equilibrio entre interés y morbo, entre oportunidad y ética, para que el rédito de verlas quede siempre claro.

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