Naranjas, mandarinas y limones ocupan estos días buena parte de las fruterías. Están en su apogeo y más de un consumidor puede leer en las cajas en las que llegan que la procedencia suele estar asociada al Levante de nuestra geografía. De ahí que a más de un agradecido viajero le sorprenda el valle de Lecrín, en la provincia de Granada, una zona que atesora un recorrido inolvidable conocido como la ruta del azahar. Ubicado al sur de la Vega de Granada y en la vertiente suroccidental de Sierra Nevada, este valle es famoso por el intenso cultivo de naranjos y limoneros. Una ruta, en definitiva, esta ruta que invita a los amantes de la naturaleza, la cultura y la gastronomía a sumergirse en un paisaje singular.
Con una extensión que puede variar desde un sendero circular de corta distancia hasta un trazado de más de 550 kilómetros, este fértil y cálido valle fue habitado desde tiempos prehistóricos. Concretamente, fue escenario de la edad de oro de la cultura musulmana. De hecho, los musulmanes lo ‘bautizaron’ como el “Valle de la Alegría”. La influencia islámica sigue siendo patente a día de hoy, especialmente en la ingeniería agrícola y el cultivo de cítricos que aún hoy definen el paisaje. Además, la comarca fue el lugar de retiro definitivo para la familia real nazarí. Por eso no extraña que la historia del valle de Lecrín esté entretejida con leyendas románticas. La más conocida es la del “Suspiro del Moro”, que relata el lamento de Boabdil, el último rey musulmán, al despedirse para siempre de su amada Granada, justo en esta zona.
El valle debe su riqueza y microclima único a la acción combinada de millones de años de deshielo en la cercana Sierra Nevada y a los vientos procedentes de la costa, factores que llenan de vida la región. El nombre actual de la ruta, ruta del Azahar, hace alusión a la primavera, periodo en el que los naranjos y los limoneros están en flor, tiñendo el paisaje de blanco y haciendo que la fragancia dulce e intensa del azahar embriague cada rincón del valle. Pero la belleza del lugar también es practicable en cualquier época del año debido a la dulzura de su clima, incluso en días de duro invierno. El sendero circular más popular es de baja dificultad, ideal para toda la familia y con una longitud que oscila entre 5 y 6 kilómetros, que pueden recorrerse en torno a las 2 horas.
El recorrido, apto para realizar a pie, en bicicleta o a caballo, está bien señalizado con marcas verdes y blancas. La travesía comienza habitualmente en Melegís, conocido por ser uno de los pueblos más pintorescos del Valle de Lecrín. El punto de inicio puede ser el Mirador de las Alvirillas (o Alvinillas), que ofrece una vista panorámica privilegiada del valle, con Restábal en primer plano y la cola del embalse de Béznar al fondo. En Melegís, el sendero permite visitar lugares emblemáticos de arquitectura morisca, como el antiguo lavadero y la iglesia de San Juan Evangelista, un edificio del siglo XVI que fue declarado Bien de Interés Cultural.
Una vez que la ruta abandona el núcleo urbano de Melegís, desciende hacia el campo, adentrándose en un paisaje dominado por numerosas huertas y plantaciones de naranjos y limoneros. Eso sí, estos cítricos no es lo único que se puede observar a lo largo del camino, ya que también se pueden encontrar plantaciones de granados, higueras y parras. El recorrido clásico de la Ruta del Azahar desciende hasta el embalse de Béznar, bordea el pantano y luego se dirige a Restábal, siguiendo en todo momento la orilla del río Ízbor. Al visitar las distintas poblaciones, el viajero puede apreciar el legado cultural musulmán y cristiano, como el jardín nazarí de la Casa Morisca de Restábal, que ejemplifica la tradición de jardinería árabe.
Y una rica gastronomía
Otros pueblos notables más que dignos de visitar en esta zona de Andalucía son Albuñuelas, famoso por sus cascadas, barrancos y restos de una antigua fortaleza árabe, y Nigüelas, donde se puede visitar el antiguo molino de aceite. Si se quiere optar por una ruta más extensa, la conocida como el Sendero Valle de la Alegría, hay que tener en cuenta que es de dificultad moderada, que se puede tardar unas cuatro horas en recorrerla y que a lo largo de sus 12 kilómetros se transita por las localidades de Chite, Lecrín y Murchas. Al finalizar la caminata, eso sí, la gastronomía local invita a una parada obligatoria, con manjares que lógicamente están elaborados con naranjas o limones.
Alguno de los platos autóctonos que se pueden degustar son el remojón de naranja o el puchero de cardos e hinojos, aunque también uno se puede decantar por su deliciosa repostería local, como los famosos ‘borrachuelos’ y las tortas de manteca de Melegís. Toda una generosa oferta para recuperar las fuerzas empleadas en una ruta que es, en definitiva, un tributo al sistema defensivo musulmán y a su ingeniería del agua, cuya influencia es visible en el paisaje y la arquitectura. Una opción para descubrir en Granada pueblos pintorescos de arquitectura morisca de esos que no aparecen siempre en las guías turísticas más famosas pero que forman parte de un paisaje lleno de alegría gracias a, entre otros elementos, sus innumerables naranjos y limoneros.