Alquézar nació a los pies de un castillo de origen islámico, convertido en la colegiata de Santa María tras la reconquista cristiana. Ahí quedan algunos tramos de muralla, la torre albarrana, las ruinas de una torre cuadrangular y algún fragmento de la iglesia románica integrado en el claustro del siglo XIV, aunque la mayoría de visitantes se paran a admirar los capiteles y las pinturas que lo adornan.
Más allá de su patrimonio, este pequeño pueblo oscense, localizado en la comarca Somontano de Barbastro, mira a la montaña. En concreto, al Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, del que forma parte. Aquí, se completa una ruta singular y que permite contemplar el último tramo del cañón del río Vero a través de unas largas pasarelas, un espectáculo natural del que pocos municipios pueden presumir.
Un paseo por las pasarelas de Alquézar
El origen de las pasarelas de Alquézar no se puede desvincular de la actividad de la central hidroeléctrica que se comenzó a construir en el año 1909 y cuyas obras acabaron en 1913. Los primeros pasos se construyeron para facilitar el acceso desde la central hasta la entrada de agua de la acequia, para limpiar la misma de broza que la taponaba y contribuía a la disminución de la eficiencia de la turbina, detalla el consistorio.
Al margen de la utilidad de estas pasarelas, en la década de los 80, comenzó el interés por el barranquismo. Las autoridades empezaron a detectar más seguidores de este deporte, atraídos por la belleza del paraje perteneciente al Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara.
El resultado: una ruta que parte desde el mismo pueblo, que se prolonga durante 3 kilómetros de longitud, con 180 metros de desnivel positivo y que deja una estampa totalmente singular, donde el visitante disfruta de formaciones kársticas y el agua del río Vero al fondo. En palabras del consistorio, se trata de un paseo que recoge las “esencias paisajísticas, culturales y medioambientales” del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara.
Inconfundibles pasarelas metálicas
Los interesados en recorrer estos pasillos infinitos parten cerca de la plaza Rafael Ayerbe, justo al lado del ayuntamiento de la villa, donde se les indicará a dónde tienen que dirigirse para comenzar la ruta, que comienza con un descenso. En total, hay que recorrer siete tramos de pasarelas de madera, que facilitan el descenso hasta el Vero.
A partir de ahí, es posible disfrutar de la belleza del Barranco de la Fuente, caracterizado por sus numerosos covachos y una vegetación adaptada a la humedad y frescura propia de estas gargantas. También pueden visitar la Cueva de Picamartillo. A continuación, comienzan las inconfundibles pasarelas metálicas. Al llegar a la antigua central hidroeléctrica de Alquézar, pueden seguir el recorrido o volver a este municipio que hace gala de su naturaleza.