Silenciosa obra maestra

Cartel de la película Marie Heurtin

Gara Santana

Las Palmas de Gran Canaria —

No se puede añorar un don que nunca se ha tenido aunque ese don sea la vista o el oído, pero si se pueden sufrir las consecuencias de vivir en un mundo oscuro y silencioso donde todos parecen moverse más deprisa y con más determinación. Esta es la historia de Marie Heurtin, cuya biografía ha llevado al cine el director francés Jean-Pierre Améris y que está basada en hechos históricos reales.

Desde el silencio y la oscuridad

A finales del siglo XIX un matrimonio de campesinos decide delegar la educación de su hija Marie (Ariana Rivoire), sorda y ciega, a un convento de monjas que en Francia se encarga de la educación de niñas con alguna de estas dos características. Pero esta joven es especial: además de no poder ver ni oír absolutamente nada no ha adquirido en su vida ningún hábito esencial como bañarse o peinarse sola porque sus padres no han logrado encontrar la forma de comunicarse con ella y poder educarla. Es una suerte que en ese convento se encuentre la hermana Marguerite (Isabelle Carré) que sabe ver más allá de las sombras…

Lo del silencio es a posta

Una cosa que puede impresionar al espectador es la ausencia de música y ruido a lo largo de la película. Acostumbrados como estamos a una sobre estimulación sonora, nos sorprenderemos atendiendo al ruido de las hojas, el agua, a los sonidos diarios de un convento, al sonido de las manos al tocarse (yo hasta que vi esta película no sabía que las manos podían hacer ese sonido al tocarse). Matizando el valor de los sonidos banales el director quiere hacernos caer en la cuenta de lo importantes que pueden ser para una persona que no puede percibirlos. Esta ausencia de estímulos sonoros está compensada con una banda sonora bellísima de Sonia Wieder-Atherton.

Una temática que llega al espectador

Las dos películas que anteriormente se habían llevado al cine que tratasen una temática parecida, La historia de Helen Keller (1954) y El milagro de Ana Sullivan (1962), estuvieron basadas en la vida real de la sordo ciega estadounidense Helen Keller, que gracias también a la perseverancia de su institutriz Ana Sullivan pudo descodificar el mundo de tinieblas en el que había nacido. Ambas producciones se llevaron premios de la Academia y hoy Helen Keller tiene una página oficial en Facebook que gestionan sus admiradores y donde la lucha por visibilizar a la comunidad sordociega continúa. En España son unos 18.000, según la Federación Española de Sordoceguera. Piden donaciones y hablan de la importancia de la figura de los mediadores, que se comunican con los sordosciegos mediante la lengua de signos táctil.

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