Sobre este blog

Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

EL PROTECTOR (THE EQUALIZER)

Todo esto se puede aplicar a Robert McCall, un ex-agente de operaciones especiales, retirado de toda actividad, que trata de vivir una vida normal, corriente y, casi diríamos, aburrida. Lo malo es que los fantasmas del pasado le ocasionan un insomnio crónico, el cual le obliga a visitar la misma cafetería todas la noches a la misma hora, lugar que también frecuenta una joven prostituta eslava llamada Alina. En principio, esto no debería suponer ningún problema, si no fuera porque Alina tiene de proxeneta a un sociópata que la trata como si la joven fuera un saco de boxeo…

Tal y como es lógico pensar, tratándose de un personaje como Robert, llegará un momento en el que pierda la paciencia y decida hacer aquello que mejor sabe; es decir, acabar con los monstruos que, noche tras noche, le impiden dormir. El problema es que, una vez que se abre la caja de Pandora, el monstruo es como la mitológica Hidra que, cuando le cortas una cabeza, surgen dos, un hecho que tampoco parece disgustar demasiado a la personalidad estoica de McCall.

El Protector (The Equalizer) no es solo una película de acción real y tremendamente violenta, la violencia es una moneda de cambio mucho más habitual de lo que la gente se puede llegar a pensar, sino una crítica contra la impunidad que demuestran los grandes grupos organizados de crimen, a nivel mundial, que pueden comprar voluntades, placas, gobiernos y todo lo que se les ponga por delante. Dichos grupos lo mismo asesinan periodistas a las puertas de su casa, que estudiantes en una manifestación, o campesinos en una plantación de adormideras, mientras amasan enormes cantidades de dinero ante la pasividad de quienes deberían velar por la justicia.

Habrá quien piense que el personaje de Robert McCall es una exageración cinematográfica, o televisiva –el personaje está basado en una serie de televisión, del mismo nombre- pero quienes piensan así tienen una visión demasiado naif del mundo en el que vivimos. La violencia es la peor de las soluciones, pero tratar de dialogar con quienes asesinan, mutilan, decapitan o descuartizan a sus adversarios, tal y como sucede en buena parte del mundo, resulta tan loable como baldío, dado que la única forma de acabar con un monstruo es enfrentarlo a un monstruo mayor que él y dotado de mejores recursos, tal y como dijo Guillermo del Toro.

Quienes sólo sean capaces de ver la violencia plasmada por Antoine Fuqua dirigiendo al magnífico Denzel Washington otra vez y no sean capaces de darse cuenta de que lo que se cuenta en la película es, tristemente, real –me atrevo a decir que, en la realidad, es mucho peor- mejor que se queden en casa y se ahorren el dinero. Para el resto, les recomiendo encarecidamente que vayan a verla y disfruten con ella. No se sentirán nada defraudados.

© 2014 Columbia Pictures, LStar Capital, Village Roadshow Pictures, Escape Artists, ZHIV Productions, Mace Neufeld Productions & Lonetree Entertainment

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Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

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