Telefónica tardó 21 horas en ofrecer una explicación oficial de lo que ocurría. Y encima, cuando reacciona, cuando manda un parco comunicado, lo hace con un desprecio por sus clientes digno de mejor causa. Llega a afirmar que se trataba de “anomalías transitorias”, que el servicio se repuso a las 11 de la mañana (hora peninsular), cuando fue a las 14.00; no explica en qué consistió el problema, y en lugar de hablar de lo grave de la afección, utiliza un insultante lenguaje minoritario para referirse a “la red IP (tráfico de Internet)”, o sea lo que utilizamos el común de los mortales. Encima confiesa que los servcicios técnicos de esa presunta compañía, “especializados en supervisión de la red IP (...), pudieron observar una ralentización inhabitual de la navegación de algunos usuarios que intentaban acceder a algunos dominios”. Otra falacia: los problemas empezaron a las 17.00 horas de Canarias y fueron gravísimos, como muchos lectores observaron. Nosotros subimos la noticia a eso de la medianoche, y los demás diarios no lo hicieron hasta 20 horas después, esperando quizá una explicación.