Algunos lectores lo apreciaron en la noticia que publicábamos este miércoles, aquella en la que dábamos cuenta de la sentencia por la que se estimaba una demanda contra José Rodríguez Ramírez y la empresa editora de El Día por insultar gravemente al director de CANARIAS AHORA. La pieza era informativa, por lo tanto ajena a cualquier elemento subjetivo, pero es aquí donde la vamos a comentar apasionadamente. Como les decíamos, a algunos lectores les llamó la atención el pasaje de la sentencia del magistrado José Antonio Morales Mateo en la que se rebaja sustancialmente nuestra petición de condena (300.000 euros) hasta unos exiguos 10.000 euros alegando que tenemos un medio informativo “con el que contrarrestar los efectos nocivos derivados de los ataques sufridos y así amortiguar sus consecuencias”. Desgraciadamente, su señoría no explica en su sentencia cómo se amortiguan o contrarrestan insultos personales e intromisiones en el honor y en la intimidad personal y familiar (como concluye el juzgador en su resolución) a través del medio que dirige la persona injuriada. Nos tememos que con iguales o superiores insultos, lo que automáticamente habría de desembocar en que el mayor agraviado sea finalmente el que cometió la primera intromisión y que, por tanto, termine siendo el que aplica la legítima defensa el que pague las indemnizaciones y las costas judiciales. Claro que en la misma sentencia el mismo juez nos afea que nos hallamos dirigido a José Rodríguez Ramírez con lo que él llama “el mote de Don Pepito”, lo que a su entender debería también tender a rebajar la indemnización. Es una lástima que no se haya leído la sentencia firme que desestimó la demanda interpuesta por el dueño de El Día por ese concreto motivo, sentencia que fue incorporada a la causa por nuestros abogados. Por lo tanto, si te insultan y tienes un periódico, date por jodido porque tienes que defenderte insultando con tu periódico. Y si te defiendes con las mismas armas, es decir, insultando, exponte a que seas tú finalmente el malo de la película y el que pague. Y, de remate, por tener un periódico con el que defenderte, te rebajan la petición a menos de lo que pedía el Ministerio Fiscal (14.000). Imposible encajarlo sin que todo chirríe. Hay jueces que tienen verdadera aversión a los periodistas, como la magistrada de la Audiencia Provincial de Las Palmas Margarita Hidalgo Bilbao, que hace unos pocos años recibió una queja formal de varios periodistas por desalojarlos de la sala de vistas cuando se celebraba un juicio en el que actuaba Soria como acusador contra el testigo de cargo del Grupo Europa, Benítez Cambreleng. Alegó Hidalgo Bilbao que no quería que aquello fuera un circo mediático, llevándose por delante el principio de publicidad de la justicia. En una reciente sentencia suya -también sobre don Pepito- la misma magistrada volvió a mostrar su desprecio por la prensa, al reducir a la condición de rifirrafe los insultos del dueño de El Día al director de CANARIAS AHORA, y como “siempre el daño moral es muy difícil de determinar”, rebajar la indemnización al insultado de 70.000 (condena de primera instancia) a 20.000 euros por considerar, entre otras cosas, que “la lesión causada no es grave, pues si bien atenta a su condición personal, no a la profesional y que las circunstancias (sic) tampoco imprimen al mismo ni gravedad ni relevancia especial en cuanto a la entidad de la intromisión”. Todo ello después de dedicar dos folios de los doce de su sentencia a relatar, sin puntos y aparte, la retahíla de insultos proferidos por el demandado a lo largo de más de un centenar de artículos. Desprecio puro. Puestos a ponderar, ponderaremos los sabios consejos de estos jueces sobre la legítima defensa del insulto.