Si lo que pretende José Manuel Soria es defender su marchito honor, por emplear sus propios términos, este jueves volvió a equivocarse. Se presentó de nuevo en la comisión de investigación de la trama eólica con el muy venerable propósito de merendarse al ciudadano Alberto Santana, como intentó sin éxito hace una semana con el ciudadano Francisco Cabrera. La semana pasada se empachó, y esta se quedó con las ganas. Pero en ambas ocasiones el presidente del PP canario ha dilapidado buena parte de su crédito político confiando su honor, su verdad y la de su partido al resultado de su cruzada personal ante unos comparecientes llamados por el muy democrático mecanismo que impone un Parlamento, la sede de la soberanía popular. Soria volvió a ser protagonista y volvió a ponerse perretoso.