Dice Aznar que él, dechado de virtudes donde los haya, ha cumplido “siempre de manera escrupulosa” con sus obligaciones en materia de incompatibilidades y que “jamás” ha realizado negocios privados relacionados de manera directa o indirecta con sus responsabilidades públicas. Lo publicaba este miércoles la edición digital de El País y todavía nos hemos quedado más a cuadros que antes de que se le descubriera junto a Murdoch en plan yo no fui. Vamos a ver: ¿cómo se puede hablar de escrupuloso cumplimiento cuando es incompatible cobrar cuatro meses después de dejar de ser presidente del Gobierno? Y no sólo eso, sino que desde abril de 2005 hasta este mismo mes, el presidente de honor del PP ha venido cobrando de Murdoch y del Consejo de Estado, del que es miembro nato gracias a una modificación de la ley que él mismo tramitó para encontar un echadero a los ex inquilinos de La Moncloa. Con comportamiento tan escrupuloso y ejemplar, nada es de extrañar que la fauna pepera de estos peñascos se conduzca de la manera en que lo hace, contrate al yerno topógrafo o se instale tan ricamente en el chalet del casero al que benefician las instituciones que controla. Que vivan los escrúpulos, oiga.