Les hemos demostrado que somos capaces de alegrarnos de las cosas buenas que le pasan a empresarios como Santiago Santana Cazorla, que ha logrado que le quitaran de encima la prohibición de contratar obra pública en seis meses por una sanción a todas luces desmesurada y producto de una persecución. Pero también saben que cuando ha tocado criticar a ese empresario lo hemos hecho sin complejo alguno. Por ejemplo, hemos dicho que el hecho de que le haya tocado en suerte uno de los dos lotes del concurso más cuantioso de la historia del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria tenía mal color. Y lo fundamentamos en el hecho incontestable de que las empresas del Grupo Santana Cazorla jamás se han dedicado a la jardinería, objeto de dicho concurso, tanto que hasta el último minuto pedía presupuesto y rastrillos a sus competidoras. Pero ya han aprendido a plantar.