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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Algo pasa con Soria

El ministro de Industria, Energía y Turismo y presidente del Partido Popular (PP) de Canarias, José Manuel Soria (d) junto a Asier Antona (i). (Efe/Cristóbal García).

José Miguel Bravo de Laguna tiene otros cálculos de mucho más largo recorrido que los que se pueden apreciar a primera vista. Su decisión de enfrentarse abiertamente al que históricamente ha sido su partido político, y constituirse en verso suelto con una candidatura que puede dañar seriamente las posibilidades electorales del PP en la isla de Gran Canaria, y de rebote, en el contexto regional, no es un berrinche de niño chico ni una pataleta de político imberbe y ambicioso. El presidente del Cabildo de Gran Canaria no es ninguna de esas dos cosas: tiene la suficiente edad y una dilatada experiencia política como para saber hasta dónde puede llegar esta aventura. Sus cálculos ni siquiera abarcan toda una legislatura, la que comenzará tras las elecciones de mayo, son mucho más limitados y concretos. Sabe que el deterioro político de José Manuel Soria, el presidente del PP canario, comenzó justo en el momento en el que alcanzó el mayor grado de su incompetencia, momento que podemos situar en su nombramiento como ministro de Industria, Energía y Turismo del Gobierno de Mariano Rajoy. Su estrella refulgía mucho más que nunca, alcanzaba el cielo y hasta, ya puestos, llegó a soñar estos últimos cuatro años con ser el sustituto presidencial, ¿por qué no? El poder siempre ha cegado a Soria hasta llevarlo a cometer los atropellos más infames que se recuerdan en la historia política de Canarias y a comportarse como si las instituciones por las que ha pasado fueran de su estricta propiedad. Cuando Bravo (y todos los demás) empezó a ver los primeros gestos de Soria contra Canarias supo que su declinar político había comenzado, y esta vez de modo definitivo. Todo empezó seguramente con el petróleo. El ministro quiso pasar a la historia como el que logró convertir a Canarias en una potencia productora mundial, sin medir ni respetar el rechazo político y social de esa ocurrencia. Y, sobre todo, sin calcular las salidas que tomar en el caso de que los hidrocarburos no aparecieran por ninguna parte, como así ha sido. Su fracaso –también en esto- le condujo desquiciado a culpar a Paulino Rivero de ser él el fracasado por haberse opuesto a las prospecciones, cuando hasta la petrolera Repsol y sus accionistas no ocultaron jamás su disgusto por la pésima gestión que el ministro hizo de este asunto.

Próximos hitos petroleros

El desgaste de Soria (y de Repsol) en este culebrón petrolero todavía tendrá nuevos y suculentos capítulos políticos, administrativos y judiciales. De manera inminente el Ministerio de Industria, Energía y Turismo tendrá que revocar de manera definitiva las autorizaciones a Repsol en aguas de las Islas Canarias. La compañía del compadre Brufau ha incumplido flagrantemente las condiciones de los permisos al negarse a probar suerte en el segundo pozo, Chirimoya, tras fracasar en el primer intento de Sandía. Pronto se tramitará ante los juzgados de Madrid una querella contra el secretario de Estado de Medio Ambiente, Federico Ramos, por la presunta comisión de varios delitos en la tramitación de esas autorizaciones en Canarias puestas en relación con las que en distinto sentido se tramitaron en las Islas Baleares. Apuesten lo que quieran a que este alto cargo del ministerio de Tejerina, antes de Arias Cañete, no querrá comerse el marrón de una imputación penal en solitario, lo que significa que tendremos más cuerda, y para rato, con el caso petrolero. En el frente estrictamente político, las secuelas al terremoto del petróleo que Soria se empeñó en imponer en Canarias, tienen pendientes de resolución algunas iniciativas muy suculentas en la Unión Europea, unas en un sentido puramente energético y otras por la vía ambiental, donde dará mucho juego la última ocurrencia del Gobierno de Rajoy en torno a la declaración patatera del Lugar de Interés Comunitario en las islas de Lanzarote y Fuerteventura.

Retar tiene castigo; robar, tiene premio

Pero volvamos a Bravo de Laguna y sus cálculos. Al desgaste de Soria (y del PP canario) por el asunto de las prospecciones, hay que sumarle otros factores de riesgo político que Soria ha asumido como un machote. La política de designación de candidatos para las elecciones de mayo, detonante último de la estampida del presidente del Cabildo de Gran Canaria, ha servido para evidenciar la deriva hacia el suicidio político del presidente del PP canario. Sin embargo, todo está dentro de su lógica habitual: aquel o aquella que se enfrenta al líder, mueve el polvo y aquel o aquella que tenga una imputación por corrupción obtenida en el ejercicio de su cargo, tiene premio. Que Águeda Montelongo (caso Patronato), Mari Carmen Castellano (caso Faycán), Paquirrín González (caso Góndola), todos ellos con juicios seguros en los próximos meses, sigan en las listas del PP es un soberano desprecio por la sensibilidad social ahora imperante. ¿Y los retos? Bravo de Laguna retó a Soria en más de una ocasión y ahora paga las consecuencias. Lo retó con el BIC del Oasis de Maspalomas al perjudicar los intereses de la poderosa cadena RIU, con hilo directo histórico con el Ministerio de Turismo. Lo retó cuando en presencia de Rajoy se quejó con razón de que el Estado incumpliera su compromiso con la financiación del Gran Canaria Arena. Y lo retó con sus amistades y sus apoyos, entre otros el del periódico Canarias7, convertido desde unos meses a esta parte en el enemigo público número 4 de José Manuel Soria (en el top tres ya había otras tantas personas, incluidas dos periodistas). Falta dilucidar hasta qué punto era consciente Bravo del tamaño de su desafío y de las consecuencias (ahora conocidas) que aquello podía entrañar. Lo que está claro es que el desprecio que sufrió al ser desplazado de la candidatura al Cabildo puso en marcha el Plan B que Bravo tenía que poner en práctica si ocurría lo que siempre temió.

El Niño Bravo como escudo humano

Nada se ha dejado al azar en esta operación que ahora lleva el nombre de Unidos por Gran Canaria, la última aventura política de José Miguel Bravo de Laguna. Conocedor como pocos de las cabras que guarda, este veterano de mil batallas estiró la tensión todo lo que pudo hasta obligar a los voceros de Soria a pedirle –suavemente al principio, y algo más ácidamente después- que se ciñera a la disciplina del partido que él mismo presidió. De manera muy hábil, hizo que su hijo Lucas, con más ansiedad política que él, se desmarcara de su operación. Había que dejar claras las diferencias y evitar el uso que Australia Navarro quiso hacer de él como escudo humano cuando le dijo, antes de pasar de ser candidata de una cosa para irse a la otra, que si su progenitor seguía con aquellas, él se quedaba fuera. Y en una pirueta final propia de quien tiene el colmillo más afilado que sus rivales más inmediatos y sin embargo compañeros, Bravo abandonó el PP voluntariamente por el muy vanguardista método del correo electrónico para frustrarle a Soria el gustazo de abrirle un expediente de expulsión y el inmenso placer de humillar al Niño Bravo con la obligación de ser quien lo tramitara. No queda claro cómo quedará el actual consejero de Deportes en el nuevo mapa del PP grancanario, ni si le concederán la petición de continuar para volver a ocupar esa cartera que tanto le gustó. Lo que sí será divertidísimo es ver desenvolverse al actual grupo de Gobierno del Cabildo, formado por Bravo echado al monte y por una amalgama compuesta por otros dos tránsfugas y trece consejeros nativos del PP -entre los que se encuentra Lucas Bravo- arrodillados todos ellos ante la dirección del PP para que quede claro que son indios buenos. Porque una moción de censura resulta imposible precisamente porque la existencia de tres tránsfuga multiplica exponencialmente los votos que necesitaría el censurante que quiera contar con ellos. Hasta eso lo tenía bien calculado Bravo de Laguna, a ver con quién creía Soria que se jugaba los cuartos.

Clavijo, el único que no lo sabe

José Miguel Bravo de Laguna es consciente de sus posibilidades electorales. En el más idílico de los casos, si consigue que a su proyecto se sumen más movimientos municipales, podría alcanzar los cinco consejeros en el Cabildo de Gran Canaria. Los estudios más realistas le otorgan tres que, evidentemente, perdería el PP, lo que ya sería todo un éxito de la operación. En cualquiera de los dos extremos se podría convertir en una pieza clave en la configuración de una mayoría de gobierno que mandara al PP a la oposición los próximos cuatro años, con lo que ya nos contarán ustedes qué demontres de negocio ha hecho José Manuel Soria con esta nueva excentricidad suya. Pero aun siendo grave perder el único Cabildo en el que el PP tenía posibilidades de repetir gobierno, peor es el efecto arrastre que pueda tener Unión por Gran Canaria en las candidaturas al Parlamento regional y al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Ese descosido podría incluso echar por tierra el pacto de gobierno que tiene cerrado José Manuel Soria con Ana Oramas para hacer presidente a Fernando Clavijo y vicepresidenta a Australia Navarro. Un pacto del que todo el mundo parece haberse enterado ya menos el candidato nacionalista a la presidencia, que lo niega cada vez que le preguntamos. Las últimas encuestas conocidas (al menos por nosotros) son de hace meses y no contemplan estas últimas escaramuzas. Allá por final de año hablaban de que la confluencia PP-CC podría sobrepasar levemente los 31 diputados necesarios para la mayoría absoluta (15+17), pero ya empiezan a filtrarse resultados sin cocinar que amenazan con unas matemáticas que podrían frustrar el primer intento de Clavijo por ser presidente, al menos apoyado por su acólito José Manuel Soria.

Y empeorando

El desgaste del Partido Popular canario, y más concretamente de Soria, podría no haber terminado aún. Por primera vez desde que se hizo cargo del partido, en 1999, ha abandonado a sus correligionarios a su suerte, no sin antes imponerles unas listas absurdas para jugar al pierde y un pacto con ATI que lastra de entrada sus ya de por sí escasas expectativas. Luego está él, moviéndose según su habitual arrogancia. Antes, cuando era el mandamás en Canarias gracias al reparto del poder que hizo con Coalición Canaria, apenas un par de periodistas canarios se atrevían a denunciar sus comportamientos, casi siempre alejados de la normalidad democrática y el respeto por el ordenamiento jurídico vigente. Pero, como les hemos venido insistiendo a lo largo de estos últimos tres años y pico, su ascensión a los contaminados cielos de Madrid lo ha dejado expuesto ante otros colegas y otros medios de comunicación que ni le tienen miedo ni estás dispuestos a dejarse comprar por una campaña publicitaria institucional. Sus esfuerzos por mantener en Madrid el mismo tono y la misma intensidad propagandística que desplegó en Canarias han resultado casi inútiles porque no pasa un día sin que reciba un sonoro rebencazo por su nefasta actuación al frente del Ministerio de Industria, Energía y Turismo. Nos saltamos ahora todas las polémicas que le han acompañado a lo largo de su mandato ministerial para resaltar las dos últimas, conocidas en el breve espacio de una semana. La primera, el descubrimiento de que mintió como un poseso cuando anunció al mundo que el recorte de las primas a las energías renovables se fundamentaba en dos sesudos informes encargados por él a otras tantas consultoras de reconocido prestigio. Leche de cacharro. Uno de esos informes llegó después del decreto y el otro, ni siquiera llegó. La destitución de una responsable de Turespaña por haberse atrevido a criticar una millonaria campaña por extemporánea e inútil, ha puesto de manifiesto el ambientazo que debe reinar en ese ministerio. Tocarle a Soria los cachivaches con las campañas publicitarias en vísperas electorales es ser muy atrevido y, por lo tanto, tener todos los boletos para el pasaporte.

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