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‘Lolita Pasión’. Historia de una melancolía

Elsa López

Lolita Pasión, más que una historia de amor y de aventuras, es una historia donde triunfan la razón, el progreso y la libertad y podría resumirse como el triunfo de la libertad por encima de todo. Narrarnos ese triunfo es lo que agradecemos a su autora, Julieta Martín Fuentes, autora novel que ha comenzado su andadura con toda la energía y la fuerza interior que la caracterizan. Julieta Martín Fuentes nace en Las Palmas de Gran Canaria en 1976. Es Licenciada en Historia por la Universidad de Las Palmas. En 1999 comienza a ejercer como periodista y como jefa de prensa en diferentes gabinetes de instituciones públicas y empresas privadas. Ha escrito guiones de cine y codirigido uno de ellos. En el año 2006 decide dedicarse a la literatura y el cine. Actualmente vive en La Palma y trabaja en ‘El Festivalito de La Palma. Festival Internacional de Cine de Las Estrellas’.

Tengo que comenzar diciendo que odio las novelas largas. No me gustan. No consigo concentrarme y si tengo que recurrir al bolígrafo para apuntar nombres, lugares y referencias que me coloquen en el lugar en el que debo estar a cada comienzo de la lectura, pues ya no digamos. Cierro el libro y dejo de leerlo. Y si la novela se alarga a base de ensanchar las historias con otras historias que se montan y superponen, pues aún peor. Y si ya para remate cuando intento volver a la historia me han cambiado de espacio y tiempo, entonces comienzo a sentir el hormiguillo de la desesperación. ¿Qué piensan, que voy a decir: que esta novela es precisamente todo lo contrario? Pues no. Se equivocan. Es tal y como las odio: larga, muy larga; con historias que se enlazan unas a otras; con personajes que nos cuentan sus vidas y las vidas de sus parientes; con fechas y lugares que hay que recordar cada vez que la coges y vuelves a ella. ¿Qué pasa entonces? ¿Qué decir sobre ella en estos momentos cuando ya he rechazado todo lo que ella es? Pues bien. Ese es el extraño suceso que me ha sucedido y del que quiero hablarles.

La he leído no de un tirón que sería falso decirlo. Al principio la he leído despacio y solo varios capítulos al día. Pero sucedía algo especial cada vez que volvía a ella la retomaba con gusto, deseaba acercarme a sus páginas, recoger el marcador y seguir, seguir, seguir…. Me enganchó la historia y la capacidad narrativa de quien la contaba y, poco a poco, me di cuenta de que ya no podía soltarla. Esa capacidad es la que hace que lo que allí se cuenta, lo que allí está sucediendo, se apodere, poco a poco, de la voluntad del lector, lo lleve a su terreno y le obligue a ocupar toda su atención. Lolita Pasión se va adueñando de nosotros; sus convicciones y sus principios se van haciendo nuestros. El amor a su pueblo, su deseo de hacerlo libre y buscar su independencia por encima de sus propios intereses; su manera de amar y su lucha entre el amor y el deber, es lo que nos atrapa y nos va haciendo partícipes de lo que se narra. Lolita Pasión es todo un símbolo. Lo que ella representa es para nosotros lo más atractivo: un país joven y hermoso que se enfrenta al poder de otro ya envejecido que lo ha dominado durante siglos.

Me engancharon sus personajes y la historia que cada uno me contaba. Y, sobre todo, me enganchó Amanda. Su fuerza, su capacidad de lucha, sus crisis, sus altibajos, su determinación y sus tristezas. Amanda es la fuente alrededor de la cual giran los personajes y beben de ella. Su amor al padre, sus decepciones, sus coqueteos con la vida y su distanciamiento de ella me conmovieron desde el comienzo. No es Lolita Pasión la que me atrae de esta novela aunque la novela gire alrededor de ese nombre y de esa mujer. Es otro nombre, el de Amanda, el que va cobrando fuerza conforme avanza la novela. Ella es la verdadera protagonista. La única quizá. Amanda es una realidad. Ella, con sus dudas, sus fracasos y sus miedos, es quien tiene el valor de emprender la búsqueda de la verdad; es la que a pesar de esos miedos y de todos los lastres que debe acarrear en esa búsqueda y de los que poco a poco deberá irse desprendiendo, es quien irá al centro de los interrogantes: buscará a Lolita Pasión y se adentrará en una Cuba real donde encontrará los fantasmas de un pasado que la ayudará a descubrirse a sí misma.

Lolita Pasión es una maravillosa historia de dos mundos que se complementan y se enriquecen mutuamente: España y Cuba, La Palma y Cuba; pero también es la historia de un viaje interior emprendido para buscarse uno a sí mismo. Un viaje real a una Cuba real donde Amanda encontrará más de una respuesta a sus dudas familiares, históricas y personales. El presente se llama Amanda. El pasado es Lolita Pasión. La una y la otra se entremezclan a lo largo de las historias hasta llegar a ser un complemento la una de la otra. Amanda se presiente cercana a todo ese mundo que la rodea en La Habana y el lector tiene la sensación de que ese mundo le es menos ajeno que el que la rodea en Las Palmas donde vive y trabaja, o en La Palma donde tiene familia y recuerdos. Leer los caracoles, comer en un paladar, son momentos, situaciones y lugares que te colocan en un país vivo, cercano.

Amanda tiene la fortaleza necesaria para enfrentarse a sí misma y a los acontecimientos que parecen pueden llegar a aplastarla. Conocer su propia fuerza («Tiene su fuerza, aunque usted no la vea. También diría que es usted el espíritu más libre con el que me he encontrado.»), y su poder («De pronto sintió la certeza del poder que poseía»), es algo que no tarda en percibir y en comprender la magnitud que puede llegar a alcanzar. En esta serie de descubrimientos, Amanda va a ir encontrando nuevas facetas de su personalidad que ella desconoce. Y nos las va a hacer llegar a los lectores. Con ella vamos de viaje, cruzamos pueblos, entramos en hospitales, bares y clubs de mala muerte. Con ella nos aventuramos en el sexo y en el amor. Con ella probamos la nostalgia y conocemos la mayor de las melancolías.

Todas las historias se narran en un lenguaje muy particular. Cada historia se escribe según la personalidad del protagonista de la misma, por lo que los lenguajes, de una manera muy sutil, se entremezclan y definen a quienes representan. Y, por encima de todo, aparece el lenguaje poético. La poesía es una de las características de la novela. A veces patente en descripciones de lugares, personajes y situaciones o en determinados pasajes, pero otras, oculto, diluido en otras formas del lenguaje aparentemente más frías o distantes. El lenguaje de Julieta Martín está cargado de ese tono poético a través del cual la autora descarga su personalidad melancólica. Párrafos largos cargados de ese lenguaje que la acompañan casi siempre cuando recuerda su infancia o su relación con su padre («Seguía absorta observando los árboles y el viento. Le hubiera gustado que su padre estuviera allí peinándole el pelo como cuando era niña»).

Esa tristeza, esa lejanía, esa forma de mirar el pasado que tiene Amanda, es una de las notas sobre esta novela a tener en cuenta. Desde las primeras páginas de la novela, esa puntualización de estar tristes o vivir tristes será una constante en la descripción de personajes o situaciones. («Decía que Soledad estaba triste y que a las personas tristes hay que quererlas más que al resto»). Yo hubiera pasado a llamarla directamente Lolita Nostalgias porque es un libro que rezuma melancolía por todas sus páginas. («Me dijo que no tratara de averiguar lo que había en el fondo del mar, que el mar es fuerte y arrastra todo a su paso»).Y vuelvo de nuevo a mi teoría sobre la melancolía de los habitantes de esta isla. Somos seres melancólicos por multitud de razones. Y esta novela no podía ser menos. Es un largo resumen de unos seres atrapados en el pasado, en la ensoñación de un pasado que los hace frágiles, tristes y enloquecidos en ocasiones. Y si la novela nos atrapa es porque también habla de nosotros que hemos sido parte de esa historia y aún vivimos esa relación pasado-presente, La Palma-Cuba, como algo propio. Melancólicamente siempre.

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