Juan José Téllez

Gibraltar —

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Carlos III de Inglaterra hablaba de su madre desde las dos pantallas gigantes que jalonaban los laterales de Casemates Square, en el centro de Gibraltar. Diversos grupos ataviados con los colores patrios se repartían por las terrazas, mientras el nuevo rey entregaba, según un protocolo ancestral, todos sus bienes patrimoniales a los británicos, a cambio de que estos le sufragaran todas sus necesidades: “Espero que no cambie mucho el estilo de la madre. Este puede estropear lo que tenemos”, murmuraban dos señoras que tuvieron que ver a Isabel II recorrer estas calles durante su único viaje oficial al Peñón, allá por 1954.

“Fue un pionero a la hora de denunciar el cambio climático. Claro que ahora le toca ser neutral, por eso ha abandonado sus fundaciones y ya no podrá opinar como hasta ahora sobre arquitectura o ecología”, explica allí, al pie de un soldado británico de la I Guerra Mundial, uno de los manifestantes que no pudieron manifestarse.

Gibraltar National Day

En ese mismo espacio que los gibraltareños suelen usar para sus celebraciones multitudinarias, cada 10 de septiembre, desde 1992, se conmemora el Gibraltar National Day. Este sábado, después de las restricciones de la pandemia, tocaba volver a sacar las banderas albirrojas a la calle y los globos blancos y azules tendrían que haber surcado los cielos con los colores de la bandera del Peñón.

Sin embargo, la muerte de la Reina suspendió los actos oficiales y los oficiosos. Fabian Picardo, ministro principal, recomendó que la gente viviera la jornada en familia: “Yo lo siento más por la gente que ha estado preparando esta fiesta durante cuatro meses –tronaba la taxista--. Los músicos, por ejemplo. Un compañero mío toca en la banda y hoy iban a rendirle homenaje a Philip Valverde, un músico de aquí que murió hace dos años. Hasta había algunos supuestos a venir de Londres”.

A ella, le dio mala pinta la Reina cuando la vio el martes recibir a Liz Truss, la nueva primera ministra de Gran Bretaña: “Le dije a mi madre lo delgá que está y lo vieja que se ha puesto”. Poco después, moría en Valmoral y las banderas ondearon a media asta en todos los edificios oficiales del Peñón. Este viernes, no. Las banderas volvieron a ocupar su sitio porque tocaba celebrar la intervención del nuevo monarca ante el Accesion Council. Las salvas de honor, desde la Base Naval, lo celebraron; como ayer lloraron la muerte de Lizbeth. Picardo, que aún no ha podido afeitarse la barba que suele dejarse en vacaciones, acompañaba al jefe de las Fuerzas Armadas Británicas en el Peñón con un lazo de luto negro en su manga.

Aunque no hubo festejos, el Día Nacional de Gibraltar seguía siéndolo y Liz Truss envió al primer ministro una carta de felicitación en el trigésimo aniversario de esta efeméride y en la que, según el Gobierno de la Roca, “la Primera Ministra reflexionaba sobre el fallecimiento de Su Majestad la Reina Isabel II y decía que era profundamente consciente de la lealtad del pueblo de Gibraltar a la Corona y a la Reina Isabel II en particular”.

“Agradezco de todo corazón a la Primera Ministra Truss, en nombre del Gobierno y del pueblo de Gibraltar, su amable carta. Mientras lloramos juntos el fallecimiento de Su Majestad la Reina, junto a nuestra familia de naciones de la Commonwealth, hago un llamamiento a todos los gibraltareños para que dediquen nuestro trigésimo Día Nacional a la memoria de Su Majestad la Reina Isabel II”, le respondió Picardo solemnemente.

Los turistas protestaban porque la cola de acceso a Gibraltar había sido larga y, ya en el interior del Peñón, la mayor parte de las tiendas estaban cerradas, aunque hubiera bazares abiertos en los que comprar tabaco, licores o campanas con la cara de Isabel II en sus distintas etapas vitales, desde su boda con el duque de Edimburgo a su último jubileo dorado, que se celebró con pompa y circunstancia en el mes de junio.

“Las cosas vienen como vienen –opina el camarero del Copacabana--. En circunstancias normales, esto estaría lleno, pero estamos de luto, aunque mucha gente, lo que ha hecho, es salir de Gibraltar aprovechando la fiesta”.

Robert y Lith, vestidos con camisetas alusivas al National Day, no lo han hecho: “Celebrarlo, hay que celebrarlo, es nuestro día. Pero la tristeza va por dentro. Es como si se muere alguien en la familia”, confiesan en Main Street, la calle principal por la que transitan judíos tocados con kipá, sombrero o luciendo tirabuzones: a fin de cuentas, es Sabath.  A dicha comunidad pertenece Marcelle Hassan Nahon, de Together Gibraltar; mantiene viva la experiencia de su padre, el legendario Sir Joshua Hassan, que en 1954, cuando vino la Reina por primera y última vez, aún no era Ministro Principal, porque no existía Asamblea Legislativa en el Peñón, pero representaba a los gibraltareños y ejerció como uno de los anfitriones de la Reina: “Las fotos de Su Majestad junto a mi padre durante su visita a Gibraltar todavía cuelgan con orgullo en mi casa familiar, un testimonio de su amor y compromiso con el Peñón y su gente”, afirma.

“Gibraltar ha mantenido una relación especial con Su Majestad –afirmaba ante la GBC, el octogenario Sir Joe Bossano, ex ministro principal y actual miembro del gabinete de Fabian Picardo–. Su visita a nosotros desencadenó las primeras sanciones por parte de España, y todos los gibraltareños celebraron que ella vino a pesar de las sanciones”.

En la puerta del Convento, la sede del Gobernador británico en el Peñón, donde de lunes a viernes volverá a estar disponible el libro que recoge los pésames de los gibraltareños, un solitario peregrino exhibe la bandera de la Union Jack, con el enlace a una red cristiana. Ahí mantiene su despacho Sir David Steel, actual gobernador británico de la Roca: “A pesar de nuestra gran tristeza, podemos reflexionar sobre lo bendecidos que hemos sido por vivir durante la época de una monarca que se ha preocupado profundamente por todos, colectiva e individualmente, que ha mostrado un valor asombroso en los momentos más oscuros y que nos ha infundido a todos esperanza en el futuro. Nos reconforta haber formado parte de su increíble reinado y su legado perdurará para siempre”, señaló Steel, en una alocución oficial que concluyó con un “larga vida al Rey”.

Un caballero y dos damas, de edad avanzada, comienzan hablando en inglés pero, de inmediato, tuercen al español, en el dulce acento spanglish de los yanitos. Él vuelve a repetir el mantra: “La considerábamos de la familia. Una gran señora. Ojalá su hijo tenga un buen reinado, Dios lo ilumine”.

Los tres asistieron, de niños, al único viaje de Isabel II al Peñón, aquel que supuso un incidente diplomático de tal calibre que motivó el cierre del consulado español en la Roca y una larga tensión ante Naciones Unidas, que culminó con el cierre de la Verja en 1969: “No volvió a venir for politcs reasons”.

“Aquel viaje fue inolvidable –relatan--. Mucha gente en la calle, muchas banderas. Para nosotros, fue muy importante. Desde entonces, estuvo ligada a Gibraltar”.

Condolencias institucionales y lazos humanos

Ahora, su rostro sonríe desde los escaparates y, a este lado de la Verja, hay quien se pregunta qué ocurrirá si Carlos III decide visitar también el Peñón, cuál sería la reacción española. Juan Franco, alcalde de La Línea, probablemente el municipio más afectado por el cierre de la frontera en 1969, fue la primera autoridad municipal de la comarca en enviar sus condolencias por la muerte de Isabel II a Fabian Picardo. También lo han hecho el alcalde de San Roque, Juan Carlos Ruiz Boix y el alcalde de Castellar de la Frontera, Adrián Vaca Carrillo. Además, la sede del Partido Popular en La Línea también ha expresado públicamente sus condolencias, arriesgándose –como así ocurrió—a los vituperios de Vox en las redes sociales.

“Agradezco que en estos tristes momentos hayamos visto expresadas tan amables condolencias por parte de nuestros vecinos más cercanos. Esto refleja la realidad de nuestros fuertes lazos humanos, que han pasado a primer plano en nuestro momento de mayor dolor institucional”, dijo Picardo, en vísperas de que el domingo se celebre la ascensión al trono del nuevo Rey, por mucho que su coronación tarde todavía en llegar. Los gibraltareños, seguro, también encontrarán la forma de conmemorarla: “Los británicos no somos republicanos porque no lo necesitamos, ya que esta monarquía siempre ha garantizado la democracia, que es lo importante”, asegura un visitante de Gran Bretaña, que trabajó en la Universidad de Bath y que avanza con dificultad por un centro comercial que se fue vaciando aunque no faltaran padres que llevaran ataviada a su hija con una falda albirroja de volantes, a bordo de un carrito: “These afternoon will go to the pool”, le prometía su padre mientras la niña celebraba el Día Nacional de Gibraltar con mohines enfurruñados.