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Miles de litros de agua subterránea, vertidos al mar en Fuengirola por una construcción “sostenible”

Néstor Cenizo

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En plena playa de Fuengirola, aprovechando el calor de los primeros días de otoño, un turista se moja los pies con el agua que una enorme tubería descarga en abundancia. No hay problema, es agua limpia: a pocos metros, un cartel municipal informa que se trata de una “salida provisional de agua de origen natural”. Es decir, agua dulce (aunque salobre) con uso potencial para algo más que el chapoteo de los turistas. Desde principios de junio, decenas de miles de litros se vierten cada día en este municipio, situado en mitad de una de las provincias que más está sufriendo los estragos de la sequía.

El origen del vertido está en una promoción de 116 “apartamentos de lujo”. En los primeros días de tajo, empezó a salir agua subterránea y desde entonces no ha parado. La alcaldesa Ana Mula (PP) cifró la pérdida en unas 700 cubas diarias. Teniendo en cuenta que las más pequeñas tienen un volumen de unos 1500 litros, se estarían vertiendo más de un millón de litros al día, más de cien millones de litros desde que comenzó el vertido. Cien mil metros cúbicos, de los que hace unas semanas empezó a aprovecharse una pequeña parte.

“Es obsceno”, lamenta Francisco Javier Toro, portavoz de Ciudadanos en el ayuntamiento, que pidió corregir la situación en un Pleno celebrado a comienzos de junio. Dos meses después, y a la vista de que nada se hacía, reiteró su denuncia. Ahora, se aprovecha una parte para el baldeo de algunas calles.

“Construcción sostenible”

El vertido no parece alterar el ritmo de la obra, que ya levanta dos plantas desde el suelo. Jade Tower es el primer residencial de lujo que construye en España Cordia, miembro del grupo inmobiliario internacional Futureal, un importante actor en el mercado centroeuropeo. Se trata de una promoción ubicada en una de las pocas parcelas libres de la muy densa Fuengirola, y apenas a 100 metros de la playa. Cuando culmine, serán siete plantas más ático y contará con piscina interior, además de su propia aplicación para smartphones para que los residentes puedan utilizar el gimnasio, espacio co-working, spa, cine, y gastro-bar.

“Estilo de vida Mediterráneo. Amplias terrazas. Jardines privados. Construcción sostenible”, se lee en la cartelería. Para demostrar su apuesta por la sostenibilidad y la eficiencia energética, la promoción se comercializa insistiendo en que cuenta con el sello internacional Breeam, un método de evaluación de la sostenibilidad que incluye un examen específico para el agua y el “uso ecológico del suelo”.

Breeam certificó la “fase de diseño” porque cumplía sus directrices, pero advierte de que el proceso para la certificación final sigue abierto. Un portavoz explica que su metodología contribuye a “fomentar la sostenibilidad más allá de las medidas exigidas por el Código Técnico de la Edificación” y la ley, si bien señala que la revocación del certificado solo está prevista en caso de condena a la promotora. Es decir, por incumplir la norma. Y la promotora le ha asegurado a Breeam que todo está correcto.

En la oficina de ventas de Cordia se sorprenden: “Se está echando agua al mar, pero está limpia. ¿Qué problema hay?”. La promotora no ha dado repuesta al cuestionario remitido por este medio. En Sacyr (encargada de la obra), se remiten a la promotora y restan importancia al vertido, asegurando que es el nivel freático y se explica por la cercanía del mar. El edificio tiene su base apenas a tres metros sobre el nivel del mar. 

Por su parte, el consistorio minimiza la utilidad del agua desperdiciada. Fuentes municipales explican que tiene una alta conductividad, es decir, es muy salada, lo que impediría su consumo humano e incluso su uso para riego. También esgrimen que ya se han realizado dos captaciones para darle el único uso que puede tener, el baldeo, sin cuantificar qué volumen se está aprovechando. En el ayuntamiento afirman también que los técnicos de la constructora explicaron que si no extraían el agua existía riesgo de colapso en las estructuras de la zona.

Un acuífero conocido

El ayuntamiento explica que en el estudio geotécnico que la promotora presentó para obtener licencia no se contemplaba la existencia de agua bajo el nuevo edificio. “Ni los técnicos de la promotora ni los del ayuntamiento conocían que eso estaba allí”. Sin embargo, la existencia de un acuífero con al menos 20 hectómetros cúbicos de agua es conocida desde hace décadas.

Fuengirola es uno de los municipios más poblados de Málaga, y también de los más pequeños: 82.585 habitantes en apenas 10 kilómetros cuadrados encajonados entre Benalmádena, Mijas y el Mediterráneo, lo que le convierte en el de mayor densidad de toda la provincia: más de 8.250 personas por kilómetro cuadrado. Bajo sus pies, el acuífero dobla la superficie municipal (20 kilómetros cuadrados) y conecta directamente con el mar. En los planos se observa que llega hasta la orilla, donde es muy permeable a la acción marina, lo que limita los usos del agua.

Fuentes municipales trazan una frontera entre la zona de donde proviene el vertido y el acuífero, pero los estudios cuestionan esa separación radical. Al contrario. En un trabajo de 2005 titulado Itinerario Hidrogeológico por el Litoral Andaluz, Luis Sánchez Díaz (Universidad de Granada) y Antonio Castillo (CSIC) dedicaban un capítulo al acuífero de Fuengirola, del que resaltaban los rápidos procesos de intrusión y extrusión marina, y la existencia de aguas de diferentes calidades, según tramos, sectores y épocas. Es decir, que las zonas más cercanas al mar son más permeables y salinas, pero no lo son las más lejanas. Todas forman un único conjunto. “Los materiales pliocenos y cuaternarios descritos se hallan conectados hidráulicamente entre sí, constituyendo un único acuífero”, resumen los autores.

La repercusión que pueda tener esta pérdida en la salud del acuífero es algo que aún nadie puede determinar a ciencia cierta. Por ejemplo, rebajar el nivel piezométrico podría provocar la compactación de los materiales que lo componen, según el MITECO. Es un fenómeno conocido como “subsidencia”.

Un derroche y un perjuicio económico

Francisco Javier Toro, portavoz de Ciudadanos, alerta también del riesgo de contaminación y lamenta la masiva pérdida de agua en la actual situación de sequía, que ya está produciendo situaciones dramáticas en otras comarcas de la provincia. “¿Cómo puede ser que se perfore un acuífero y no pase nada? Entiendo el derecho a promover un edificio, pero antes está el acuífero, que contiene agua de todos los habitantes de Fuengirola”, protesta.

El agua que consume Fuengirola proviene casi en su totalidad del embalse de La Concepción, actualmente al 63,35%. Su situación, relativamente boyante, contrasta con la de los demás embalses malagueños (al 39,07% en su conjunto) y, particularmente, con el más oriental de la provincia, el de La Viñuela, al 10,43%.

El portavoz de Ciudadanos apunta a un perjuicio económico para los fuengiroleños. ACOSOL (una empresa pública dependiente de la mancomunidad) transporta el agua al municipio desde La Concepción, pero la encargada de llevarla a las casas es Gestagua, a pesar de que su concesión de 25 años expiró en 2017. Desde entonces, esta empresa privada, propiedad de la multinacional francesa SAUR, presta el servicio en precario, a pesar de que desde antes de 2017 se discute si la concesión debe remunicipalizarse o salir nuevamente a concurso. En cinco años, ni una cosa ni otra.

El consumo anual ronda los 7,7 millones de metros cúbicos, y Fuengirola paga a Gestagua algo más de un euro por cada metro cúbico de agua, según un informe municipal elaborado en 2017. La entidad opera con un 10% de beneficio asegurado sobre el importe facturado, sin riesgo en la gestión del cobro y sin riesgos financieros o empresariales, según hizo constar ese mismo informe.

Esto haría que la empresa no tenga incentivos para prestar un mejor servicio o darlo más barato, denuncia Toro. Hasta hace seis meses, se usaba agua potable para el baldeo y el riego, pagándola como tal. Y solo en marzo, el Pleno aprobó, a propuesta de Ciudadanos, el uso de agua no potable -como la del acuífero- para ese tipo de tareas. Ahora, esa reserva se desangra sin que nadie aproveche miles de litros de un recurso cada vez más escaso en la provincia. 

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