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Mapa inestable, a la espera de la sentencia del procés

“Nos podemos quedar en 115 escaños”, comentaba días pasados alguien del PSOE con acceso a mucha información interna y con tendencia general al pesimismo. “Nos podemos ir a más de 140”, apuntaba pocas horas después otro socialista de perfil similar, pero de carácter más optimista. “Estamos preocupados porque algunas encuestas nos dan ya 100 escaños, y eso es peligroso: si nos quedamos en 95, una treintena más de los que ahora tenemos, parecerá un fracaso”, cuenta un dirigente del PP muy cercano a Pablo Casado.

Estos días están siendo de muchos nervios en la mayoría de los partidos que concurren a las elecciones generales del 10 de noviembre. Son los días de cerrar o no cerrar acuerdos para coaliciones, de presentar las listas circunscripción a circunscripción, de ver al detalle en los sondeos el posible impacto del sexto en discordia a nivel estatal (Más País, la formación de Errejón), de lanzar las primeras grandes andanadas de campaña... Los nervios y el vértigo se han adueñado de algunos candidatos que se ven de pronto en puestos inseguros en su lista o de aquellos que sospechan que el líder máximo ha tenido alguna idea u ocurrencia que le afecta a su posición. En las del PSOE por Madrid, por ejemplo, se ha barajado incluir a Ángel Gabilondo, sin él pedirlo, con fuerte resistencia de algunos ya instalados. En el PP, por ejemplo, ha habido tensiones, entre otros lugares, en las listas de Castilla y León, con el líder regional y presidente autonómico, Alfonso Fernández Mañueco, no completamente alineado con el líder estatal, el palentino-abulense Pablo Casado, y en la de Castilla-La Mancha, con antiguos peones de Cospedal resistiéndose a algunas disposiciones de Madrid.

A nadie ha afectado tanto el vértigo de estos días, sin embargo, como al líder de Ciudadanos. Albert Rivera, que asustado por las encuestas y caído del guindo que se había construido de ser el hegemónico del bloque de la derecha, vuelve a aspirar a ser de centro y bisagra. Quizás demasiado tarde, tras haber tirado por la borda tanta tripulación cualificada en el anterior cambio de rumbo del partido, haber agriado tanto su relación personal y profesional con el presidente del Gobierno en funciones y haberle dado tanto poder autonómico y municipal al PP más débil de la historia. El anuncio de Rivera, el sábado 5, de que levantaba el veto a Pedro Sánchez ha sido recibido con indisimulada satisfacción en el PP y en Vox -un competidor menos en los terrenos de la derecha sin complejos- y en Unidas Podemos, que ya lo está usando de argumento contra el PSOE. Al tiempo, con preocupación entre los socialistas, que temen que les dificulte algo su viaje al centro y les señale mucho como proclives a pactar hacia su derecha

El centro, aquel hallazgo de los tiempos de Adolfo Suárez de que las elecciones se ganaban en el centro, ha vuelto al centro del debate. Viva el centro, en la moderación y en el centro está la verdad, se dicen y jalean algunos estrategas.

La política -y la ideología- se ha vuelto tan volátil en España, tan pendular, que hemos pasado de los bloques enemistados de abril, separados por un desierto amplísimo, a la disputa por el centro ahora. Del multipartidismo rampante al intento de resucitar el bipartidismo imperfecto, con formaciones satélites de las dos tradicionales dominantes. De las aspiraciones a sorpasso en la izquierda y en la derecha al pragmatismo y la resignación de los números en uno y otro flanco. De la radicalización de todos a la institucionalidad al menos de los dos grandes.

Según las encuestas más recientes, PSOE estancado, PP claramente al alza, Ciudadanos desplomándose, Unidas Podemos en retroceso sobre todo por lo que le muerde Más País, Vox aguantando con cierta tendencia a la baja... Pero tan volátil todo, tan poco sólido el mapa, que ahora todos calculan qué efectos tendrá y cómo adaptarse al nuevo impacto de opinión pública que llega: la sentencia del procés. En el desempeño de cada uno tras la conmoción y las movilizaciones que previsiblemente van a producirse en Cataluña con la sentencia del procés -que probablemente se haga pública el lunes 14- van a jugarse muchos votos hoy indecisos.

“Nos podemos quedar en 115 escaños”, comentaba días pasados alguien del PSOE con acceso a mucha información interna y con tendencia general al pesimismo. “Nos podemos ir a más de 140”, apuntaba pocas horas después otro socialista de perfil similar, pero de carácter más optimista. “Estamos preocupados porque algunas encuestas nos dan ya 100 escaños, y eso es peligroso: si nos quedamos en 95, una treintena más de los que ahora tenemos, parecerá un fracaso”, cuenta un dirigente del PP muy cercano a Pablo Casado.

Estos días están siendo de muchos nervios en la mayoría de los partidos que concurren a las elecciones generales del 10 de noviembre. Son los días de cerrar o no cerrar acuerdos para coaliciones, de presentar las listas circunscripción a circunscripción, de ver al detalle en los sondeos el posible impacto del sexto en discordia a nivel estatal (Más País, la formación de Errejón), de lanzar las primeras grandes andanadas de campaña... Los nervios y el vértigo se han adueñado de algunos candidatos que se ven de pronto en puestos inseguros en su lista o de aquellos que sospechan que el líder máximo ha tenido alguna idea u ocurrencia que le afecta a su posición. En las del PSOE por Madrid, por ejemplo, se ha barajado incluir a Ángel Gabilondo, sin él pedirlo, con fuerte resistencia de algunos ya instalados. En el PP, por ejemplo, ha habido tensiones, entre otros lugares, en las listas de Castilla y León, con el líder regional y presidente autonómico, Alfonso Fernández Mañueco, no completamente alineado con el líder estatal, el palentino-abulense Pablo Casado, y en la de Castilla-La Mancha, con antiguos peones de Cospedal resistiéndose a algunas disposiciones de Madrid.