Batalla final entre tres en Interlagos
La batalla final por el título de campeón del mundo de Fórmula Uno entre el británico Lewis Hamilton y el español Fernando Alonso -ambos con McLaren-Mercedes- y el finlandés Kimi Raikkonen (Ferrari) se dilucida este fin de semana en el circuito Interlagos, escenario del Gran Premio de Brasil, decimoséptima y última prueba del Mundial.
Hamilton, debutante en el campeonato y que perdió la oportunidad de cerrar el campeonato en China, llega a la carrera decisiva, y después de dieciséis pruebas por todo el mundo, como líder del Mundial, con 107 puntos, cuatro más que Alonso y siete por delante de Raikkonen.
Pese a que el británico es el que en mejor situación llega al Autódromo José Carlos Pace, de Interlagos, tanto Alonso como Raikkonen también acuden llenos de opciones. Todo puede suceder en un deporte en el que influyen muchos factores y mucho de ellos están fue del control del protagonista.
Las posibilidades de combinación son numerosas. El inglés, por su condición de líder, es el único de los tres que depende de sí mismo. Será el campeón más joven de la historia si acaba en alguno de los dos primeros puestos, independientemente de lo que sus rivales hagan sobre el bacheado asfalto de Interlagos.
Alonso será campeón por tercera vez consecutiva si logra cruzar primero la línea de meta y Hamilton no termina por encima del tercer puesto. En el caso de ser segundo, Alonso necesitaría que su compañero de equipo no lo hiciese más arriba del sexto lugar.
Un tercer puesto de Alonso le haría necesitar que Hamilton no sumase más de un punto y que Raikkonen no ganase. El español también podría ser campeón con una cuarta plaza, siempre y cuando Hamilton no puntuase y Raikkonen no ocupase ninguno de los dos primeros peldaños del podio.
Raikkonen, el piloto que más carreras (5) ha ganado este año, es el que cuenta con un abanico menos amplio de oportunidades, pero nunca se le puede descartar, por sus cualidades como piloto y por el equipo en el que está. Su sueño pasa por ganar la carrera y que sus dos rivales, Alonso y Hamilton, acaben respectivamente más allá del segundo y el quinto puesto.
El finlandés, dos veces subcampeón mundial pero aún sin la corona de número uno, también podría ganar el título con una segunda plaza, aunque para ello precisa que Hamilton sume como máximo un punto y que Alonso acabe fuera del podio.
Rivalidad en McLaren-Mercedes
Sus aliados serán la propia rivalidad entre los dos pilotos de McLaren-Mercedes y la contribución de su compañero, el brasileño Felipe Massa, especialmente motivado en el gran premio de su país -que ganó el año pasado- tras haber renovado con Ferrari hasta 2010. Y sobre todo el hecho de seguir en la pugna tras haber estado casi descartado hace no muchas carreras.
Alonso guarda muy buenos recuerdos del Gran Premio de Brasil, el escenario en el que los dos últimos años logró el título -en 2005 a falta de dos carreras y en 2006 en la prueba final, en ambos casos como piloto de Renault-.
Además, el español cuenta a su favor con la experiencia como factor de apoyo. Ya sabe lo que es llegar a la carrera decisiva jugándose la corona. En 2006 lo hizo frente a todo un heptacampeón mundial, el alemán Michael Schumacher (Ferrari), al que impidió despedirse con un octavo título.
La máxima preocupación de Alonso se centra en su propio equipo y en saber si su jefe, el británico Ron Dennis, con el que las relaciones se han convertido casi en insostenibles, concederá realmente las mismas oportunidades de ganar que a su 'protegido'. McLaren-Mercedes ha garantizado una igualdad por la que incluso la Federación Internacional se ha comprometido a velar y que la Española vigilará de cerca tras ser invitado por el equipo a hacerlo desde el mismo garaje.
Además, Alonso cuenta en su contra con el hecho de que tendrá que usar el mismo motor que llevó a la segunda plaza en el circuito de Shangai, mientras que Hamilton estrenará uno nuevo, algo que a una sola carrera siempre es una ventaja, ya que se puede exprimir durante más tiempo todo el potencial de un propulsor fresco.
Este título es el que más ilusión le haría Alonso por el simple hecho de que lo lograría en su año más difícil. El año en el que ha tenido que batallar contra sus adversarios naturales sobre el asfalto y contra su propio equipo, que casi nunca lo ha tratado como el bicampeón mundial que contrató para devolverle a la cima.