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El Arca de Zoé

Rafael Morales / Rafael Morales

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Una. Tras asegurar que la compañía aérea española Girjet no tenía la menor idea de lo que se trataba o que fue engañada por un broker gabacho, vienen los comentarios tendenciosos. Nada más sencillo de demostrar que lo siguiente. El régimen de Idriss Déby debe caracterizarse como una dictadura brutal en uno de los países más pobres y corruptos del mundo, una especie de desierto con fronteras, sin litorales, con una población campesina aquejada por la desertificación, que apenas produce algodón y enfrascada en conflictos civiles y militares. Acaban de encontrar petróleo en beneficio de la Exxon Mobil y de la minoría en el poder. ¿A qué viene este descubrimiento de cierta prensa española, justo tras ofrecer la noticia del secuestro de los niños? Dejan caer la idea según la cual en Chad la justicia en un país de estas características brilla por su ausencia, de donde cabe deducir que los españoles no recibirían un trato civilizado y mucho menos justo. Pero no lo dicen.

Dos. El presidente Sarkozy condenó la barbaridad de El Arca de Zoé. La secretaria de Estado de Derechos Humanos, Rama Yade, calificó la operación de “clandestina”. Otras fuentes francesas oficiales declararon que los jefes de esta ONG fueron advertidos sobre la ilegalidad de una acción semejante. Sin embargo, la permitieron. ¿Por qué, entonces, Sarkozy pidió disculpas a Idriss Déby y desde luego no solicitó la libertad de los nueve franceses acusados de “secuestro de menores” y “fraude”? Porque, dicen, Francia trabaja como protectora del dictador, a quien asiste militarmente y con quien ha pactado una intervención militar a partir de noviembre, bajo el paraguas de la ONU, para pacificar zonas de Chad y la República Centroafricana afectadas por el terrible conflicto de Darfur. Francia rechaza cualquier conflicto con el presidente Déby que dificulte esta operación, especialmente porque Chad no estuvo en principio de acuerdo con ella. De ahí el abandono por parte de París de los gabachos detenidos. No como la diplomacia española, que apela al principio de la presunción de inocencia para los suyos. Lógico.

A pesar de tantas explicaciones, españoles y franceses esquivan el fondo del drama. Olvidan el sufrimiento de los 103 niños utilizados como mercancía para el mercado europeo de las adopciones. Aunque Idriss Déby asegura, sin prueba alguna, que el destino de los niños era mucho peor. Veamos otro hecho poco resaltado por unos y otros. Quienes hayan participado en esta operación tendrán que comparecer ante los tribunales de Chad, donde el delito de “secuestro de menores” tuvo lugar. Gusten o no los tribunales de ese país. Comete una equivocación quien suponga que el comercio de esclavos, niños incluidos, está abolido. Lo nuevo en el siglo XXI tiene que ver con la sofisticación de los medios empleados y con la ayuda inestimable de los mecanismos del libre mercado que desconoce leyes nacionales y fronteras cuando puede, además de alquilar funcionarios si el negocio lo requiere. Los niños secuestrados o comprados de Chad también son mercancías. Ilegal su tráfico, pero mercancía al fin. Hay demanda de adopciones y El Arca de Zoé la satisface. ¿O no?

Rafael Morales

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