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Barrer debajo de la alfombra

Raúl García Brink / Raúl García Brink

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A nadie se le esconde ya la necesidad de gestionar con sentido común unos residuos que pueden convertirse en una fuente de riqueza y el catalizador de nuevos yacimientos de actividad económica. Desde Nueva Canarias hemos venido denunciando el estado en el que se encuentran, día sí y día no, los contenedores amarillos y azules, aunque ésa es sólo la punta de un iceberg al que perdemos de vista desde el momento en que dichos residuos se recogen y se depositan en el vertedero de El Salto del Negro. Y como casi nadie percibe el problema o bien porque no lo ve ?salvo que pase por la circunvalación con frecuencia- o bien porque no lo sufre, no suele ser éste un asunto objeto de debate político o ciudadano. Sin embargo, la gestión de los residuos sólidos urbanos es un problema al que, nos guste o no, debemos enfrentarnos más pronto que tarde, puesto que, por mucho que escondamos la porquería debajo de la alfombra, la colmatación de los vertederos se convertirá a medio plazo en un problema insostenible.

No es de recibo que una ciudad como Las Palmas de Gran Canaria gestione los residuos de manera anacrónica con unos niveles de reciclaje francamente mejorables y un tratamiento ?por llamarlo de alguna manera- totalmente obsoleto. Si la panorámica que diariamente se ofrece desde la circunvalación ya es de por sí preocupante, los relatos de los vecinos sobre camiones con residuos animales goteando por la carretera de acceso o de roedores que se han convertido en una parte más del paisaje de los barrios colindantes, nos confirman que detrás de los contenedores colmatados se esconde una realidad preocupante por insalubre e insostenible.

Y la vergonzante lista de despropósitos no se queda ahí. El olor a metano ?un gas de efecto invernadero que generan los residuos- en los aledaños puede llegar a ser muy fuerte, mientras que en otros lugares del Estado se aprovecha para generar energía eléctrica. Fíjense en la absurda ecuación: no sólo se desperdicia un bien que termina contribuyendo al calentamiento global del planeta, sino que además se atenta contra la calidad de vida de los vecinos. Y el relato podría continuar con las moscas verdes como un elemento más del ecosistema de los barrios colindantes, los excrementos de las gaviotas como elementos decorativos de las fachadas? En definitiva, todo un conjunto de elementos muy poco aleccionador que debería hacer sonrojar a los responsables políticos que han gobernado la ciudad en las últimas décadas.

Las soluciones para resolver la chapucera gestión de los residuos están al alcance de la mano, sólo hay que echar un vistazo a los diferentes modelos de gestión a nivel estatal y europeo así como a los numerosos “ecoparques” que han proliferado por doquier durante la última década. El problema reside en la voluntad política para no sólo resolver un problema medioambiental, sino para potenciar un sector de la economía que según la UE generará un importante número de puestos de trabajo a medio plazo. Y si tales argumentos no parecen lo suficientemente convincentes, quizá lo sea el de la solidaridad con los vecinos que llevan varias décadas soportando estoicamente el vertedero de todos sin recibir a cambio ninguna medida compensatoria, es decir, sufriendo todos los inconvenientes y recibiendo a cambio la indiferencia y el abandono por parte de las instituciones.

El avance del Plan Territorial Especial de Residuos del Cabildo Insular supone un buen punto de partida para iniciar un debate sobre cómo abordar este problema en las próximas décadas. No obstante, determinar solamente los lugares en los que pretendemos construir las instalaciones necesarias para el tratamiento de los residuos se me antoja insuficiente, porque si no somos capaces de consensuar y poner en práctica un modelo de gestión de los residuos sólidos urbanos, mucho me temo que continuaremos ocupando los puestos de cola en cuanto a sostenibilidad. Desde luego, podemos seguir barriendo la porquería debajo de la alfombra y vivir de espaldas a ella, esto es, vivir de espaldas a nosotros mismos. Al fin y al cabo, los residuos también forman parte nuestra, y su tratamiento y gestión dice mucho de nuestro nivel de autoestima como ciudadanos y el de los representantes políticos, especialmente el del equipo de gobierno capitalino, que ni es muy alto ni está a la altura de las circunstancias.

*Miembro de la Ejecutiva Local de NC-Las Palmas de G.C.

Raúl García Brink*

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