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Bush-Vaticano-Obama por Rafael Fernando Navarro (*)

Bush defendió la tortura y masacró territorios para combatir el terrorismo, pisoteó los derechos humanos, abrió Guantánamo manchando la dignidad de la humanidad, fundó cárceles secretas bajo la dirección de la CIA, declaró guerras preventivas e ilegales basadas en la fabulación de la falsedad, arrasó miles de vidas en alianza con acólitos tan sanguinarios como él, dedicó cantidades ingentes de dinero arrancado a estómagos hambrientos, fue cómplice de banqueros insaciables que acarrearon la crisis planetaria que todos sufrimos, todos menos los ladrones honorables que disfrutan impunemente de las riquezas robadas. Y el Papa Ratzinger lo recibió con honores únicos nunca dispensados a otros Jefes de Estado.

Juan Pablo II se opuso a la guerra de Irak. El converso Blair, el descatalogado Aznar y el emperador Bush, defensores de los ideales cristianos de occidente, ignoraron el rechazo papal. Benedicto XVI coincide con esta blasfema trinidad en la defensa de los valores fundamentales: hay que condenar el aborto, los matrimonios homosexuales, la investigación con células madre. La guerra es connatural al hombre. A lo mejor responde a una selección natural. El fuerte mata al débil. El rico pisa al pobre. Los muertos se archivan y se convierten en historia para exámenes de selectividad.

El Presidente Obama tiene que empezar su mandato destruyendo las bases hipócritas y asesinas de su antecesor, para inmediatamente después empezar a construir un futuro que deje bien claro que los ideales humanos de libertad y seguridad deben ser compatibles con el respeto escrupuloso a los derechos humanos. Hay que rehacer la historia y llorar sobre el inmediato pasado. Hay que cambiar con un mundo cambiante. Hay que edificar el difícil futuro donde lo humano sea posible.

Pero el Papa-Rey y sus Cardenales-Príncipes como jefes supremos de un estado, se oponen a las medidas tomadas por otro jefe de estado. Dominan, creen dominar, millones de conciencias. Y dominan, creen dominar, a Jesús de Nazaret. En su nombre, cruz en mano, defienden principios basados en una inmutabilidad que nada tiene que ver con el hombre como ser histórico que es, ni con el Dios que a lo largo de la historia aprendió a ser prójimo de la aventura humana.

Preocupada y desolada la jerarquía católica. Dios, encinta de futuro, engendra ángeles negros con plumas de alegría.

(*) Rafael Fernando Navarro es filósofo y articulista de elplural.com Rafael Fernando Navarro (*)

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