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Algo está cambiando

Salvador García Llanos / Salvador García Llanos

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Lo ocurrido hasta la fecha pone de relieve que algo se mueve, que algo ha cambiado en la capital. Al principio, parecía anecdótico que la presidenta del Partido Popular (PP), Cristina Tavío, cursara públicamente indicaciones a los ediles populares para que éstos votasen a favor so pena de ser excluidos de las próximas listas electorales en caso de no hacerlo; y que los propios concejales denunciaran amenazas -¿lo hicieron en instancia policial o judicial?- para que no prestaran el apoyo. Diluídos han quedado esos episodios en medio de la vorágine que envuelve la aprobación inicial del planeamiento capitalino.

Pero ahí quedan como elementos residuales, si se quiere, del trasfondo político que entraña la asignatura. Porque, desde el ángulo social, parecen más significativas las reacciones de los responsables políticos del PGO y de sectores sociales, claramente disconformes con las directrices de un instrumento de planeamiento que aseguran les perjudica.

Los primeros no midieron la reacción de esos agentes y sectores sociales y ahora intentan explicar las bondades del planeamiento, no importa que tengan que recurrir a pantallas amigas, emplear el victimismo o echar unas dosis de imputaciones demagogas sobre los móviles que inspiran una discrepancia sonora. Se olvidaron de Tacoronte, un ejemplo cercano en el espacio y en el tiempo para entender que el pueblo empieza a estar harto de la desinformación, del oscurantismo y del escaso margen que se les concede para la participación (En la localidad norteña, por cierto, se dice que un Plan General sacó a un socialista de la alcaldía y ahora otro Plan hará lo mismo con quien la ocupa actualmente).

Menospreciaron también lo relativamente sencillo que hoy en día resulta agitar socialmente, acaso confiados en la secular pasividad, en el espíritu resignado y acrítico de los canarios y de los santacruceros, en concreto. Algo se mueve cuando cientos de ciudadanos de toda condición social, en plena jornada laboral, exteriorizaron su malestar desafiando algún despliegue mediático favorable de última hora y hasta el recurso de los apoyos vecinales que empieza, por lo que se ha visto, a devenir gastado o insuficiente.

A los gobernantes, a los promotores del planeamiento, la asignatura empieza a dolerles en las partes no previstas, como tener que informar y explicar de forma convincente y persuasiva, que no hay filosofía especulativa, que no van a salir ganando los de siempre y que hay vida “fuera de ordenación” (que se lo pregunten a los damnificados del edificio 'Iders', del Puerto de la Cruz, veinte años sin saber qué va a pasar con su propiedad).

Cabe apelar, en todo caso, al civismo y a la cordura de las partes. Las prepotencias caen por sí solas, ya están muy señaladas. Y hasta una cura de humildad no vendría mal para quienes han ejercido el poder de forma hegemónica desde el advenimiento de la democracia, para quienes deben ser conscientes de que esto va en serio y de que, a partir de ahora, nada será igual. Como las algaradas tampoco son buenas pues nunca se sabe qué derivadas pueden tomar.

Además, por fortuna, hay múltiples formas de luchar y defender causas sin necesidad de conducirse agresiva y violentamente. Sería otra forma de demostrar la madurez. Y que algo se mueve, algo está cambiando en la sociedad acrítica que hasta ahora todo condescendía. Señal de salud democrática.

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