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La casa de tócame Roque

Cristóbal D. Peñate

Vivimos en la casa de tócame Roque. El señor ministro ha dicho categóricamente que la Biblioteca Pública de Las Palmas no será derribada, por lo que ratifica lo que dijo hace más de 20 años Alfonso Guerra: Mostesquieu ha muerto. En este caso ha vuelto a morir. La separación de poderes parece que no existe por estos lares.

A Soria se la sopla que el Tribunal Supremo primero y el Constitucional después hayan sentenciado la demolición del edificio de la biblioteca, que fue levantado ilegalmente en un solar no urbanizable. El respeto que ciertos políticos tienen a la justicia es tan ínfimo que se permiten el lujo de corregirla y por lo tanto de no acatarla.

Evidentemente nadie, excepto los vecinos afectados, quiere el derribo del edificio, pero una cosa es eso y otra que un representante político se salte la ley a la torera, primero, y luego se tome a chufla a los jueces supremos, lo que en la versión de aquel antiguo alcalde de Jerez llamado Pedro Pacheco se resumía en la frase: la Justicia es un cachondeo.

Más grave aún es la declaración del ministro de Industria si tenemos en cuenta que él es el máximo responsable político de este desaguisado ilegal. En su etapa de alcalde de Las Palmas de Gran Canaria el hombre dio el visto bueno para que se edificara la biblioteca en un solar prohibido.

Lanzado con su chulería habitual de sheriff de película de serie B, hizo caso omiso a la legalidad y permitió que el edificio creciese sin cortapisas. Una vez hecha la obra, la mala obra, los vecinos denunciaron al alcalde, pleitearon y ganaron. Soria perdió el juicio pero le importó poco porque él no iba a pagar el craso error. Para eso tenía en los presupuestos municipales el dinero que aportamos todos nosotros con nuestros impuestos.

Ahora, para evitar que todos los focos lo señalen a él, se saca de la manga una declaración un tanto surrealista en la que asegura que las sentencias de los altos tribunales del Estado no tienen valor mientras el macho de Las Cañadas se pase por el forro sus resoluciones. A los políticos ya no les basta con poner magistrados de su cuerda. Ahora son ellos los que se hacen pasar por jueces.

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