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El Churchill español vuelve a casa
En junio de 1940 Gran Bretaña estaba acorralada por las fuerzas del Eje. Hitler estaba a punto de hacer capitular a Francia (se consumaría la rendición el 22 de ese mes) y las fuerzas aliadas eran una entelequia. De hecho, se componían básicamente de las fuerzas del Imperio Británico con la ayuda y suministros de los estadounidenses. Ante esa disyuntiva, Hitler sondeó la posibilidad de establecer un armisticio con la isla para iniciar su ofensiva contra el enemigo ideológico: la URSS, rompiendo, así, el pacto de no agresión con Stalin y centrando sus fuerzas en el vasto frente oriental.
Sin embargo, el Primer Ministro británico, Winston Churchill, que llevaba un mes escaso en el cargo, tras la dimisión de su predecesor, con todo perdido, acorralado, con la única garantía de los suministros americanos y la negativa de éstos a entrar en la guerra, tomó una dramática decisión: resistir. Lo que pasó a continuación lo sabemos. La ofensiva alemana se frenó en el invierno de las calles de Stalingrado y los Estados Unidos entrarían en la guerra tras el ataque a Pearl Harbor un año después. Y las tornas se giraron. Churchill pasaría a la historia como uno de los vencedores de la contienda y uno de los grandes nombres del siglo XX, pasando a segundo plano fiascos personales como el de Galípoli en la Gran Guerra. Churchill resistió y ganó. Negrín resistió y perdió.
Unos años después, y uno antes de que las Cortes republicanas destituyeran a Negrín de la presidencia del Gobierno en el Exilio, el escritor George Orwell dijo aquella frase “la historia la escriben los vencedores”, a lo que el propio Churchill añadió que “la historia será generosa conmigo, puesto que tengo la intención de escribirla”. Y vaya si fue generosa. Le dieron el Premio Nobel de Literatura por escribir sus memorias. Sin embargo, al último Presidente del Gobierno de la República española, Juan Negrín, nadie le escribió la historia y, los que la escribieron, vencedores y vencidos, lo colocaron en un penoso lugar durante mucho tiempo, a pesar de que podía haber pasado a ésta como el Churchill español.
El pasado lunes 3 de febrero de 2014, se cerró un capítulo de este cúmulo de agravios a la figura del político y científico canario con la inauguración oficial de la Sede de la Fundación Juan Negrín en Las Palmas de Gran Canaria, la ciudad que le vio nacer, recolocando en el espacio de la historia que se merece a un personaje que, hasta hace unas décadas, pudo empezar a ver cómo su figura era restituida en el lugar que le corresponde. Y es que tuvieron que pasar décadas para que un grupo de socialistas canarios, junto con intelectuales de la izquierda, fraguaran la creación de una Fundación, cuyo nombre fuera el del insigne personaje. Lo cierto es que no fue la intención primigenia dedicar una Fundación a la historia del mandatario de origen canario pero, como dicen sus fundadores, no dudaron en colocar el nombre de Negrín en el frontispicio de la misma.
Un personaje vilipendiado por la España franquista, pero más aún por la de los vencidos. El “oro de Moscú” fue casi un icono de la propaganda franquista, pero no menos peso tuvieron las acusaciones de “entreguismo a los comunistas”, que vinieron de sus propias filas. El periódico El Socialista calificaría el golpe de estado de Casado, que entregaría el último reducto republicano a las tropas de Franco, como “una victoria que impedía que la España republicana se convirtiese en una colonia soviética”. No menos ataque sufrió a la izquierda del PSOE (exceptuando al PCE), que le reprochó la unificación del ejército republicano y la purga de los cuadros del POUM.
Por eso, la reconstrucción de diversos historiadores, como Ángel Viñas, que participó en la inauguración de la nueva sede la Fundación de Las Palmas Gran Canaria, sumado al empeño de los impulsores de su Fundación, han ido colocando en el sitio que le corresponde en la historia a este personaje imprescindible para entender un episodio como el de la Guerra Civil española. Un hombre al que le dieron el mando de una guerra imposible de ganar y que sólo pensó en cómo impedir que una parte del país fuera barrida por la otra, empeño que continuó en el exilio.
El acto de la inauguración de la sede tiene, además, doble valor. En ella se han trasladado los llamados “Papeles de Negrín”, que custodiaban sus descendientes, y en la persona de su nieta Carmen Negrín, y que son un legado de incalculable valor para conocer la historia reciente de España. Como decía José Miguel Pérez, quien impulsó la construcción de la sede de la Fundación cuando era Presidente del Cabildo de Gran Canaria, en la cámara acorazada de la Fundación se encuentra nada menos que “el Estado”. Y así es. La ingente cantidad de documentos legados por la familia colocan a la capital grancanaria como centro de interés mundial de los estudiosos de la guerra y postguerra española. Están los documentos del Estado, ahí se encuentra reflejado “el Estado” durante ese periodo de las historia.
El trabajo de documentación y análisis del historiador Sergio Millares, el primero en tocar los legajos y documentos en París, tiene como corolario un episodio cargado de justicia y reconocimiento en la inauguración de la Sede en Las Palmas Gran Canaria. Los “papeles” volvieron a casa. Con ellos, Negrín volvió a casa. Con ellos se volverá a escribir la historia aunque fuera la de un perdedor. La historia del Churchill español. Porque al final, aunque sea simbólico, “resistir es vencer”.
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