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Columna a cuatro manos: Mi perro se comió los deberes por Juan Pedro Rodríguez Marrero y Eduardo Serradilla Sanchis

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Está claro que el ser humano gusta de buscar un culpable, en vez de aceptar su responsabilidad, lo cual no ayuda a resolver los conflictos.

Si nos ceñimos al caso de los mencionados deberes, las ramificaciones posteriores no son tan graves, en comparación con lo que le está pasando a nuestra sociedad. Sin saber ni cómo ni por qué, nos levantamos un día y descubrimos que nuestro mundo estaba en Crisis y nosotros sin enterarnos. En esos momentos tampoco nadie nos contó que aquella crisis se convertiría en la excusa perfecta para que muchos pudieran esconder sus vergüenzas y, de paso, evitar asumir ninguna responsabilidad por lo que estaba ocurriendo.

La crisis se ha transformado en una suerte de “prima del coco” que vive sobretodo en hábitats bancarios, siendo su primera función la de meter miedo.

Tal y como ocurre con los ovnis, múltiples sectores llevan tiempo hablando de ella -con asiduidad y cierta machaconería- sin realmente haberle visto jamás el blanco de los ojos, como pasa en el sector de la música o el de los cómics.

No obstante, y al igual que le ocurrió al mentiroso de Pedro cuando avisaba del lobo, el lobo llegó cuando todo el mundo estaba hasta las narices de que les metiesen miedo, y como por arte de magia, el pobre canido, de repente, es la causa de todo mal. Si hay algún problema real, nadie ha tenido culpa de nada. La causa de todo es la crisis y qué bien nos viene a todos.

Que tenía Ud. que subirle el sueldo a sus 3 empleados desde hace años? nada, nada, ningún problema. Estamos en un periodo de crisis que nos viene al pelo, y es mano de santo, para deshacerse de dos empleados y de paso no subirle el sueldo al otro.

Que soy el banco y me debes la hipoteca, no pasa nada, me mamo tu sueldo y te dejo en p... a merced de todos, pero en tiempos de crisis es de agradecer que sigas teniendo un techo, de otro modo no tendrías un lugar en el que morirte de hambre. “Si lo hacemos por ti”, otra magnifica excusa que nunca augura nada bueno.

Lo mejor de la crisis es que es reciclable y reutilizable. A usted se la dan y usted se la puede endosar a otro, ¡qué maravilla! Lo malo es que solo funciona de mayor a menor y no a la inversa.

Por ejemplo; si eres un periódico y/ o medio de comunicación ?especialmente los físicos (el papel está por las nubes) puedes despedir, apoyándote en la crisis, a tus dibujantes que, al fin y al cabo, siempre pueden hacer caricaturas en alguna plaza y de todos modos los dibujantes no son seres humanos? o por lo menos eso dicen las malas lenguas.

Poco importa que con sus dibujos, ilustraciones y tiras diarias, los lectores del periódico empiecen el día con una sonrisa en sus labios, en vez de con un enfado al leer o escuchar las homilías de algunos supuestos “profesionales de la comunicación” empeñados, éstos, en dejar “en figuritas” al demente del doctor Joseph Goebbels.

El trabajo de estos dibujantes suele ser considerado ?por lo menos en la mayoría de los casos- como algo superfluo, el cual ayuda a darle un aspecto más “progre” al medio. Y si encima, se les ocurre llevar una línea de pensamiento distinta a la ideología del medio, para qué decir más.

El caso es que, gracias a la Crisis, la “ocasión, la pintan calva” y ni siquiera hay que reunirse con los afectados o coger el teléfono. Hoy en día, las nuevas tecnologías han solucionado mucho la papeleta y todo se puede hacer de una manera más rápida e impersonal.

Llegados a este punto ?y después de este “vademécum de posibles excusas, causas, efectos de la mencionada crisis- les proponemos un acertijo, para quitarle un poco de dramatismo al asunto.

¿Qué tienen en común la crisis, las iglesias y los restaurantes de barrio?

Pues que la primera recorta los gastos e incluso impide las otras dos. Sobre todo si los padres son ateos, los novios se parecen al padre de Bambi con cornamenta de 15 puntas y la comunión es por lo civil.

Lo que está claro, y los distintos indicadores sociales así lo certifican, es que nos quedan unos años muy duros y todos, todos, sin excepción deberíamos arrimar el hombro y aceptar nuestras responsabilidades. De nada sirve que los gobiernos aprueben planes para sanear la economía mientras los bancos congelan depósitos de pequeños inversores y se pavonean, a la misma vez, de los beneficios que están obteniendo.

A nadie se le debería escapar que han sido las ansias de especulación y de lograr beneficios lo que nos ha llevado a esta situación. Todos quisimos hacernos ricos en tres días y no calibramos lo que tendríamos que pagar por ello. Lo importante era tener-poseer-consumir y engordar a quienes se movían en la tramoya, tal cual hacen los roedores en los lugares húmedos y oscuros.

Al final, los mismos que fomentaron el consumo desmesurado son quienes ahora, y tras recibir cuantiosas ayudas oficiales, han cerrado el grifo de los préstamos a particulares y empresas, prefiriendo contentar a sus accionistas y olvidándose del resto de la sociedad.

Hace unos días, mientras hablábamos, llegamos a la conclusión de que mientras las cosas continúen por estos derroteros, mientras exista una crisis que atenace nuestra sociedad, seguirán las medias verdades, las mentiras, y las excusas para evitar asumir las responsabilidades de los actos realizados. La vedad es que les viene de perlas a los especuladores de turno, sobre todo si tienen un perro que se les “coma los deberes”, los “pagos pendientes” y lo que se les ponga por delante.

Crisis, vaya nombre para un perro.

Juan Pedro Rodríguez Marrero y Eduardo Serradilla Sanchis

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