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Comentarios al XXIV Festival de Música de Canarias

Carmelo Dávila Nieto / Carmelo Dávila Nieto

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En el concierto inaugural el pianista Olli Mustonen y el Director Pedro Halffter fueron lamentables protagonistas de una desastrosa interpretación del número 3 para piano y orquesta de Beethoven, escapando del caos la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria por su calidad aunque tuviese que acatar las “órdenes” de la inepta batuta rectora (?). En “Dafnis y Cloe”, de Maurice Ravel, Halffter estuvo pasable en su dirección y la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria y su Coro alcanzaron un sobresaliente nivel en tan dificilísima partitura. El recital del “terrorista” pianista Ivo Pogorelich, con su esperpéntico Beethoven -Sonatas 32 y 24, que fueron lo único que oí ya que abandoné el Auditorio en el descanso- y el brillantísimo concierto de la magnífica Nederlands Philarmonisch Orkest, su estupendo Director Jacob Kreizberg y la prometedora violinista Julio Fischer ya han sido comentados anteriormente en este periódico. La Orquesta Sinfónica de Tenerife, bajo la batuta de Lü Jia, que me sorprendió gratamente por su competencia y calidad, mantiene con este Director chino el notable nivel que obtuviera con Víctor Pablo Pérez. El estreno absoluto de “Spring”, para orquesta de cuerda de la oriental Kui Dong, fue soporífero; correcta la interpretación de la sinfonía nº 2 en si bemol mayor de Schubert y relevante la de “Vida de héroe” de Ricardo Strauss. Lo más destacado de la Orquesta Festival de Budapest, acertadamente dirigida por Ivan Fischer a quien había visto en 1991 en el Auditorio de la capital húngara, fueron las “Variaciones” para orquesta en si bemol mayor spbre un tema de Hadyn y aceptable la primera secuencia de valses de “El caballero de la rosa” de Ricardo Strauss. En “El Castillo del Duque Barbazul”, de Bela Bartok , que también escuché en el citado año en el Teatro de la Ópera de Budapest y que no debe ser considerado ópera en su carácter estricto sino un diálogo vocal con orquesta, sobresalió la mezzosoprano Ildiko Komlosi, pues al bajo Lászlo Polgár no se le pudo apreciar como cantante ya que su personaje no canta, sino que declara. Es muy inexacto considerar a Cecilia Bartola (concierto extraordinario) como mezzosoprano ya que carece de las notas graves y del “color” vocal que caracteriza tal registro; por sus peculiaridades vocales: sobresaliente destreza en las agilidades, estimable línea canora y notable expresión, se la puede calificar de mezzosoprano ligera o de coloratura; suficientes sobreagudos y no muy inteligible su dicción; sus interpretaciones son algo lentas; la acompañó la buenísima Kammerorchester Basel, bien dirigida por la concertino Julio Schröeder, ya que con una de mayores dimensiones su limitado volumen quedaría apagado en los fuertes y fortísimos. Derrocha simpatía y su puesta en escena constituye todo un espectáculo y esto influye en el público que la ovaciona con frenesí. En la primera actuación de la Sveriges Radio Synfoniorkester, bajo la batuta de Daniel Harding, lo más relevante fue “Muerte y transfiguración” de Ricardo Strauss y bien, a secas, la mozzartiana “Mauerische Trauermusik, kv 477.

El segundo concierto para piano y orquesta de Brahms, que tuvo como pasable solista a Lars Vogt, sonó deslavazado. En la tercera intervención -no asistí a la segunda- el Director Daniel Harding me hizo vibrar con una electrizante interpretación de la 5ª sinfonía del genial sordo de Bonn, reafirmándome en mi beethovenfilia, la orquesta en conjunto, así como sus diferentes secciones instrumentales, estuvieron a sobresaliente altura. En la plausible “Muerte de Cleopatra” de Berilos, la mezzosoprano Malena Ernman estuvo discreta pues en los fuertes y fortísimos su voz no sonaba ¿defecto de la acústica o insuficiencia vocal?, me inclino por la segunda causa ya que desde mi localidad en la tercera fila de platea he oido perfectamente a otros cantantes.

De todas maneras, el Director debe acoplar el volumen orquestar a las facultades del intérprete y no anularlas. Apreciable la interpretación de “Hippolyte et Aricie” -suite- de Rameau. Buena orquesta la Radion Sinfoniaorkesteri de Finlandia y competente su Director Sacari Oramo; plausible las suite “Karelia” de Sibelius; aburrida y tétrica la partitura del húngaro Meter Eötvös “Levitation”, para dos clarinetes y orquesta de cuerda, estreno absoluto, encargo del Festival. Todo un somnífero, plúmbea como la mayoría de las composiciones contemporáneas que, salvo pocas excepciones, demuestran la falta de talento de sus autores. Me quedé sin poder apreciar la capacidad y calidad interpretativa de los clarinetistas Sabine y Wolfgan Meyer. Muy estimable la interpretación de la 3ª sinfonía de Brückner, sobresaliendo la cuerda. Al calificar de Director excepcional a Riccardo Muti no hago descubrimiento alguno: rigor, precisión, claridad, elegancia en el gesto, escrupuloso respeto de los tiempos, demostrando que para ser un fuera de serie de la dirección orquestal no se requiere desvirtuar las partituras con “versiones personales”, tan habituales en otros, toda una soberbia lección de profesionalidad al máximo grado. La Philarmonía Orchestra es también una magnífica agrupación con destacadas calidades de sus integrantes, como se demostró en las intervenciones solistas de algunos instrumentistas; excelentes las interpretaciones de la Obertura de “Rosamunda” y la 8ª sinfonía de Schbert y “Nobilíssima Visione” de Hindemith pero, fue en el “Poema del éxtasis” de Scriabin, donde, en mi opinión, Mutti y la orquesta alcanzaron la máxima cota interpretativa; colosal el Director napolitano en el monumental “Requiem” de Verdi, con admirable respuesta de la orquesta y muy digno el cuarteto de solistas vocales, siendo, en mi criterio, las voces más interesantes e importantes las del bajo Petri Lindroos, que tuvo algunos problemas vocales y de la mezzosoprano Ekaterina Gubanova, después la soprano Tatiana Serjan y, finalmente, el tenor Mario Zeffiri; estupendo el Orfeón Donostiarra aunque sonó algo seco, condicionado por la absurda cristalera del Auditorio, que se impone cubrir durante los conciertos, o erradicar, que sería lo razonable. Una anécdota: Herbert von Barajan no permitía aplaudir después de la interpretación de obras de carácter religioso. Recuerdo, en el Festival de Berlín, la “Gran Misa” de Bach, la “Misa Solemne” de Beethoven y el “Réquiem” de Verdi. Otro relevante Director, Sir Neville Marrimer, al frente de la correcta Orquesta de Cadaqués, interpretó la Obertura de la ópera de Fernando Sor “La Elvira portuguesa”, con reminiscencias rossinianas en algunos pasajes. Plausible la bella cantata “Herminie” de Juan Crisóstomo Arriaga, en primera audición con la actuación solista de la sobrevalorada soprano Ainhoa Arteta, que es una buena cantante pero no extraordinaria, de bonita voz aunque con excesiva dispersión sonora en los agudos, a la que considero no superior a nuestra Yolanda Auyanet, que no se entiende por qué no fue la intérprete, en un desprecio más a nuestros valores. Deliciosa la ejecución -en el buen sentido- de “El sueño de una noche de verano”, de Mendelssohn, en la que intervino junto a Ainoa Arteta la soprano tinerfeña Raques Lojendio, a la que no puedo calificar, por la brevedad de su actuación. Expresivo el narrador Jordi Dauder.

Bien el coro femenino de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. No considero acertada la manifestación de Sir Neville Marrimer en la que afirmó que “la música orquestal está perdiendo la batalla frente a la ópera” ya que me parece absurdo establecer un enfrentamiento entre dos facetas del arte musical, que no existe, puesto que ambas se complementan y no son antagónicas en modo alguno. En cuanto a su propuesta de que “hay que buscar nuevos repertorios para los conciertos”, quiero suponer que se refiere a la exhumación de las numerosísimas obras de los períodos barroco, clásico, romántico y moderno que tienen calidad e interés y que permanecen , injustamente postergadas, de compositores infrecuentes en los programas habituales o desconocidos totalmente, pues no pretenderá una mayor presencia de composiciones contemporáneas que son aburridas o insoportables, salvo contadísimas excepciones y que presentan un lenguaje inconexo y balbuceante. Sugiero al Director del Festival más atención e inclusión en los programas de otros instrumentos casi marginados: arpa, guitarra, viola, violoncelo, trompa, trompeta, oboe, fagot, etc., así como coros a capella, para los que se han compuesto partituras muy bellas a interesantes. Otra cuestión: en los programas de mano de los conciertos y no solamente en los del Festival se suelen escribir los tiempos de obras de compositores como Mahler, Brückner, etc. en alemán con lo que los lectores que no conocen dicho idioma, que constituimos la casi totalidad, no nos enteramos de su significado. Lo lógico es poner los movimientos en castellano; no sucede lo mismo con el italiano -allegro, andante, adagio, etc.- con los que se está familiarizado y son comprensibles para la gran mayoría.

Carmelo Dávila Nieto

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