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Corresponsabilidad turística

Salvador García Llanos / Salvador García Llanos

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Pendientes más de los enredos y diferencias políticas en los escaparates promocionales, una iniciativa tan novedosa como el Sistema de Calidad Turística Española en Destinos (SICTED), promovida por la Secretaría de Estado, a instancias de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), está pasando inadvertida pese a que los propósitos afectan de lleno a los destinos turísticos, da igual su grado de madurez.

Se ha hablado mucho de calidad y aún hoy se asocia el concepto al poder adquisitivo de los turistas que, en un contexto de exigencias, se supone que pueden abonar las prestaciones o los servicios de un nivel superior al medio o generalizado. Pero el enfoque de la calidad turística es más amplio y abarca otros factores que el SICTED trata de homogeneizar para lograr una gestión coordinada del destino mediante la aplicación conjunta intersectorial de parámetros de calidad y la incorporación de subsectores económicos no necesariamente turísticos pero sí relacionados con la calidad de ese destino.

Reinventarlo. Se habló de ello no hace mucho, a partir de declaraciones públicas de expertos y tímidos análisis hechos al calor del estancamiento, de la evolución negativa y hasta de la pérdida de competitividad en los mercados. Pero poco o nada se ha avanzado en esa materia, de la que hay que tomar conciencia para luego lucir coraje político y riesgo emprendedor si es que se quieren conseguir los resultados apetecidos. O sea, reinventar para sobrevivir y no vegetar.

Porque iniciativas como el Horizonte 2020, el SICTED, los códigos de buenas prácticas y algunas otras paridas por las comunidades autónomas deben ser la plasmación de la corresponsabilidad. A ver si de una vez por todas se define al municipio turístico y se despejan los obstáculos y las incógnitas de su financiación, para que los ayuntamientos se pongan manos a la obra y ejerzan un liderazgo que resulte beneficioso para la productividad turística. Perder más tiempo en ese terreno, tal como están las cosas, es muy negativo.

La depresión ha puesto de relieve las debilidades del turismo. Resistió al principio pero tan pronto como los países de los mercados emisores también acusaron los efectos de la recesión económica y de la catástrofe financiera, se comprobó que la destrucción de empleo, las dificultades de las empresas y hasta el cierre de establecimientos (también los comerciales) se concatenaban.

Por eso, confiando en que esta situación mundial tan desfavorable haya arrojado experiencia, sobre todo en quienes siguen en pie para aportar alternativas, es de esperar que cuando se hable de modernización de la gestión turística, del desarrollo de estrategias de sostenibilidad, de la creación y fortalecimiento de productos turísticos y de la promoción del destino, las administraciones locales den un paso al frente y actúen de forma que ese liderazgo del que hablamos sea un hecho fehaciente. Eso requiere voluntad política, oficio, afán emprendedor, medidas incentivadoras y comunicación adecuada. Pero es la única manera de salir del ostracismo o de la conformista rutina y de persuadir al sector privado que debe ponerse las pilas, por cierto, ocupándose de sus cosas, de estas cosas, con afán más constructivo, por ejemplo, de procurar y ensamblar -para promocionarlo adecuadamente- un producto diferenciado.

Esos pueden ser, entre otros, los fundamentos de la calidad a la que tanto se aspira y que sólo cristalizarán mediante la corresponsabilidad por la que abogamos. Por eso decimos que será interesante saber cuántos municipios de los considerados turísticos han mostrado interés para desarrollar el SICTED. Igual predicamos en el desierto.

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